Isabel Gárate
La docente Elena Sánchez nos cuenta su experiencia con menores ucranianos para mostrarnos cómo la integración real va más allá del trabajo con estudiantes con Necesidades Educativas Especiales (NEE).
La educación inclusiva supone un modelo educativo que pretende atender las necesidades de todos los niños y niñas, sobre todo aquellos casos en los que puede existir un riesgo de exclusión social. Una escuela inclusiva e intercultural necesita la implicación de todos los agentes de la comunidad educativa.
Por una parte, las familias deben favorecer un acercamiento a la escuela para prevenir y superar las posibles dificultades que puedan surgir. Y por otro, las instituciones tienen que dotar a los centros educativos de recursos para dar respuesta a las necesidades de todo el alumnado, de manera que logren las competencias básicas imprescindibles para su desarrollo personal; así como también poder vincular a sus familias en dicho proceso.
“La comunidad educativa somos todas y cada una de las personas que interactuamos en el desarrollo social, afectivo y educativo de nuestros alumnos. Así pues, la colaboración y la coordinación entre todos los agentes es fundamental”, asegura Elena Sánchez (en imagen), una profesional de la enseñanza que trabaja en el Servicio de Apoyo al Alumnado Inmigrante (SAI) de la Comunidad de Madrid y que, además, es alumna del Máster de Español como Lengua Extranjera (ELE) de UNIR.
La importancia de la formación en inclusión
Otro pilar importante para conseguir una educación inclusiva e intercultural de calidad supone dotar de acciones formativas específicas a los profesionales de la educación —tanto a nivel formal como no formal— para poder cumplir con lo establecido dentro de las políticas educativas. Sobre todo, si entendemos que la inclusión no debe ceñirse a estudiantes con necesidades educativas especiales, sino verla en un sentido más amplio que tenga capacidad de atender y aprovechar (positivamente) las diferencias socioculturales, provenientes de, por ejemplo, los orígenes étnicos, geográficos y diferentes modelos de familia que acompañan a los estudiantes, con sus fortalezas y debilidades (ej. familias desestructuradas, dificultades económicas e idiomáticas). Una labor que deberíamos tener todos y todas, tanto padres y madres de familia, pero también los profesores, responsables de la formación educativa de los estudiantes en el aula.
Por lo antes mencionado, los docentes deben contar con la formación adecuada para saber afrontar y gestionar todos estos escenarios, reconociendo las diferencias de su alumnado y aprovechándolas para fomentar el respeto, la tolerancia y los valores democráticos durante el aprendizaje.
Son cambios sociales de calado que poco a poco se deben ir haciendo realidad, y que persiguen garantizar el acceso a una educación de calidad con igualdad de oportunidades, una educación justa y equitativa para todos. El ODS4 de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas habla de que debemos “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida y para todos”. La LOMLOE (Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre), establece que se deben asegurar los ajustes necesarios para garantizar la formación de calidad de los estudiantes, atendiendo a sus necesidades individuales.
La realidad de las aulas: cada día más heterogéneas
Con este objetivo, el Máster en Educación Inclusiva e Intercultural dota a los profesionales del ámbito educativo de los conocimientos necesarios para poner en marcha estrategias de inclusión e interculturalidad, tanto en contextos educativos formales como no formales.
Estudiantes, profesores de universidades, profesionales a cargo de procesos formativos en empresas, el tercer sector y las instituciones públicas son plenamente conscientes de la necesidad de capacitarse para gestionar educativamente una población heterogénea como la actual. Una diversidad que no solo debe asociarse únicamente a las necesidades especiales, sino también a las diferencias propias de las distintas comunidades autónomas o la llegada inesperada de extranjeros como hemos visto en los últimos años con la población refugiada siria y ucraniana.
“La realidad de nuestras aulas es que cada día son más heterogéneas: alumnos chinos, marroquíes, sirios, brasileños, moldavos, rumanos, y un amplio etcétera. En el presente curso escolar, como consecuencia de la guerra en Ucrania, nos hemos visto sobrepasados con la llegada de un número elevado de estudiantes ucranianos que, huyendo de la guerra, han llegado a España con un desconocimiento total de nuestro idioma, así como de nuestra cultura”, explica Elena Sánchez desde su propia experiencia.
El desconocimiento del idioma supone una barrera importante que hay que afrontar con materiales adecuados, con recursos diversos y actividades muy creativas que permitan el acceso a un vocabulario inicial y a unas estructuras gramaticales muy sencillas que sean herramientas de comunicación básicas para ellos.
El uso de las nuevas tecnologías ha facilitado la relación de estos estudiantes con el resto de alumnos, ya que son una generación totalmente tecnológica, y a través de los móviles y de multitud de aplicaciones consiguen comunicarse entre ellos.
“La inclusión no se enseña: se vive”
“En el aula también trabajamos con algunas plataformas de uso muy sencillo para ellos que les permite el trabajo individual en su propia casa. Por otro lado, les enseñamos a acceder a las aulas virtuales en las cuales colgamos materiales que pueden ir trabajando de manera autónoma, reforzando así los conocimientos trabajados en el aula”, añade Elena Sánchez.
La interculturalidad y la inclusión son dos temas claves de la educación actual y, según Sánchez, “la inclusión no se enseña: se vive. Hay que educar en la tolerancia, el respeto y la igualdad hacia todas las personas, independientemente de su cultura, raza o religión”.
El desafío que supone para la sociedad actual la convivencia entre personas diferentes obliga a los profesionales docentes a desarrollar un nivel de competencias adecuado para dar respuesta a las nuevas necesidades. Programas específicos de formación como el Máster en Educación Inclusiva e Intercultural de UNIR capacitan al profesional de la educación con el desarrollo de acciones educativas que favorecen la equidad en el aula, donde la diferencia sea un elemento enriquecedor, con el fin de generar una sociedad cada vez más justa, tolerante y democrática.