Josu Ahedo Ruiz
¿Por qué está de moda la educación del carácter? En el mundo anglosajón los expertos en educación se han dado cuenta de que no es suficiente con educar para el aprendizaje de capacidades o habilidades, sino que es pertinente proporcionarles argumentos para que sepan cómo y cuándo utilizar esas habilidades.
Durante estos últimos años, la educación se ha centrado en el uso de metodologías activas que facilitan la motivación del estudiante para que pueda aprender aquello que le resulta realmente interesante. El profesor se ha convertido en guía del aprendizaje. Aporta razones para que el estudiante comprenda y dé sentido a por qué aprender y para qué aprender. Sin embargo, el verdadero elemento diferenciador de los centros escolares va a ser la educación del carácter. Los docentes más valorados en el futuro serán los que más hayan contribuido a un cambio en la persona del estudiante, y no tanto aquellos que sepan enseñar muy bien.
La educación del carácter va a ser fundamental en los próximos años. En este sentido, es preciso advertir que educar tiene una doble dimensión: enseñar y formar. Si se pone el énfasis solo en enseñar y en cómo mejorar la didáctica, se está volcando todo el esfuerzo educativo en qué y cómo enseñar, soslayando quizá para qué quieren aprender eso y cuál es la utilidad que van a dar a cada conocimiento adquirido.
Educar el carácter tiene una estrechísima relación con la dimensión educativa de la formación, que consiste en ayudar a adquirir hábitos positivos que son los que modifican el carácter.
En un congreso en la Universidad de Cambridge hace ya siete años, un profesor nos ayudó con su ponencia a reflexionar sobre la situación de la educación en Gran Bretaña. Señaló que estaban convencidos de que los estudiantes británicos aprendían y tenían un alto conocimiento en muchas habilidades necesarias para vivir bien, pero era frecuente encontrar en el profesorado una clara preocupación por el trasfondo ético de cada estudiante, ya que eran muy listos, pero perfectamente individualistas y egoístas. Nos lanzó una pregunta: “¿Qué tipo de personas estamos educando?”. Y terminó su ponencia indicando “es realmente esto lo que queremos”. Esta reflexión ha motivado a lo largo de los últimos años un creciente interés por la educación del carácter, comprendiendo que es la clave del futuro educativo.
La labor más noble de un docente es la de ayudar a los estudiantes a que se conozcan.
¿Por qué? Sencillamente porque ayudar a los estudiantes a que se conozcan, a que acepten todas las cualidades que tienen, a que las visualicen de modo positivo, no como limitaciones, sino como capacidades, es la tarea más noble y bonita que un docente puede realizar en el aula.
Un ejemplo sencillo puede aportar luz. Daniel Pennac, gran escritor francés, señala en su libro Mal de escuela cómo un anciano profesor, cercano a jubilarse, fue su salvador porque descubrió que era un forjador de historias. Este profesor entendió que las numerosas fantasías de ese adolescente de catorce años eran excusas para no aprender las lecciones o no realizar los deberes. Ese profesor le motivó para que escribiera una novela de tema libre que debía redactar durante el trimestre, entregando un capítulo por semana, sin faltas de ortografía. Este hecho cambió la actitud negativa y desafiante de Daniel Pennac. Un profesor que no se limitó a enseñar y a evaluar, sino a cambiar el modo de ser de ese alumno.
Este ejemplo es el que mejor muestra lo que es la educación del carácter y cómo se puede ejercer en el aula. Lo primero, como tarea docente es preocuparse por cada estudiante, por quién es y por cómo es, por cuál es su temperamento natural con el que nace, por atender a esas cualidades naturales y por ayudarle a perfeccionarlas. Lo segundo, es descubrir cómo es y aceptarle cómo es.
Lo tercero, ayudarle a que se conozca y a que se acepte como es. La aceptación personal es doble: lo que somos, el modo de ser (la personalidad); y quien cada uno es a nivel personal, pero también pudiendo cambiar y perfeccionarse. Lo cuarto, ayudarle a que sea protagonista de su aprendizaje y de su cambio personal, ayudándole a que se proponga metas personales que puedan motivarle a mejorar como persona.
La educación del carácter tiene un doble objetivo. Primero, ayudar a que cada educando sea mejor persona. Eso implica ayudarle a que adquiera virtudes, es decir, hábitos positivos, que van a modificar su naturaleza humana. Segundo, el docente tiene la tarea de ayudar a cada educando a que dé un sentido a toda la capacidad que tiene de mejorar como persona y de mejorar nuestra la personal con la adquisición de virtudes. En este sentido, adquirir la virtud de la generosidad implica que uno se capacita para realizar actos generosos en el futuro, lo cual nos mejora como personas, porque nos hace más humanos al perfeccionar la naturaleza con la que nacemos.
Sin embargo, la educación del carácter no puede reducirse a ser virtuoso, ya que es preciso dar un sentido a toda esa capacitación que supone las virtudes que se van adquiriendo. ¿Cuál es el sentido de la educación del carácter? La felicidad. Por eso, educar el carácter implica ayudar a que sean felices, aportando con esa capacitación virtuosa a que los demás también puedan mejorar como personas. Por tanto, el docente tiene una doble finalidad educativa: ayudar a que los educandos mejoren su carácter y así sean mejores personas, y ayudarles a ser más felices.
El Máster en Educación del Carácter y Educación Emocional de la UNIR ayuda a que cada docente descubra su vocación como educador, centrada en la cualidad de ser guía del cambio positivo de cada estudiante, ayudándole a mejorar su carácter y a ser feliz, dando sentido a todo lo que realiza como ser humano. Las asignaturas se centran en proporcionar las herramientas necesarias para comprender cómo ayudarles a mejorar en el autoconocimiento y en la aceptación personal, ayudándoles a ser más felices.
*Josu Ahedo Ruiz es director académico del Máster en Educación del Carácter y Educación Emocional de UNIR.