Rubén Yebra Fernández
En los últimos años, la sociedad ha experimentado cambios y desafíos significativos, caracterizados por la incertidumbre y la complejidad de los entornos VICA y BANI. En este contexto, la escuela debe adaptarse mediante un liderazgo institucional que promueva un clima positivo y transformador.
A lo largo de los últimos años, se vienen apreciando grandes cambios y desafíos significativos en diversos ámbitos de la sociedad, en el que numerosos expertos identifican y reconocen características como la incertidumbre, volatilidad, complejidad y ambigüedad, propias de los denominados entornos VICA (Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad). Además, también se perciben contextos quebradizos, fragmentados y generadores de estrés y ansiedad, conocidos como entornos BANI (Quebradizos, Ansiosos, No lineales e Incomprensibles).
En este escenario, la escuela no puede ser indiferente a estos procesos y surge la necesidad de abordarlos desde una perspectiva de liderazgo institucional, buscando nuevos caminos y prácticas escolares por parte de los equipos directivos y docentes.
Bajo este paradigma, los esfuerzos no se tienen que centrar únicamente en la administración de recursos, si no que deben ser facilitadores del aprendizaje bajo una mentalidad transformadora, aprovechando las oportunidades de los contextos para la creación de un clima positivo que potencie a todos los agentes de la comunidad educativa. Siguiendo la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, 2015) un clima escolar positivo está vinculado a un mayor bienestar, autoestima, satisfacción y mejora de los resultados académicos, y así poder afrontar una educación equitativa y de calidad.
¿Por qué es tan importante la creación de entornos positivos en la enseñanza?
La respuesta radica en la influencia que supone en la totalidad de la institución, permitiendo que, tanto docentes como estudiantes puedan avanzar en el espacio personal, académico y profesional. Un entorno escolar positivo potenciará la participación de los mismos, generando confianza e impulsando la mejora en las relaciones interpersonales, sintiéndose más seguros y apoyados en el devenir de su vida escolar y bienestar emocional.
A su vez, el asentamiento de este clima mejorará la calidad de vida y la convivencia del centro, lo que permitirá centrarse de forma más eficaz en los procesos de enseñanza-aprendizaje, dejando a un lado el consumo de tiempo en la resolución de conflictos, donde predominan las quejas, la falta de respeto y una deficiente comunicación y colaboración entre los miembros del claustro. De igual modo, también se rebajarán los altos niveles de tensión y desmotivación, induciendo al aumento del bienestar y rendimiento académico.
¿Qué rol debe desempeñar un líder educativo para crear un entorno positivo?
El papel de un líder educativo es básico, al ser una figura que debe influir, ayudar, transmitir, inspirar y acompañar entre otras muchas competencias, con el fin de generar y crear ambientes propicios que mejoren el aprendizaje. Este debe tener muchas más habilidades que transciendan de los meros enfoques tradicionales de gestión y control. La escucha activa, la empatía y la capacidad de reconocer el trabajo de sus compañeros son fundamentales para la creación de un clima escolar positivo de respeto y cooperación, llevado a cabo mediante el trabajo distribuido y delegación de responsabilidades y funciones.
Por tanto, la colaboración entre el personal, es uno de los pilares fundamentales que un líder debe impulsar, incidiendo en la creación de proyectos conjuntos, intercambio de ideas o la resolución de problemas, considerando esta forma de trabajo, el eje vertebrador del centro educativo. Con ello, no solamente mejorarán los procesos propios de la educación, sino que contribuirá de igual manera, al equilibrio emocional del profesorado y a generar un sentimiento de pertenencia robusto hacia la comunidad educativa, al ser estos, los protagonistas principales de su funcionamiento, evitando así, la sensación de sobre carga laboral y aislamiento.
Para generar un ambiente positivo se requiere de otros aspectos clave, como lo es la comunicación, uno de los principales valores de gestión del clima escolar. La creación de canales claros hará que mejore la eficiencia en el intercambio de información y la transparencia, derivando en una mayor confianza entre las partes. No se trata únicamente de transmitir, sino de realizar escuchas activas y empáticas con el interlocutor, “primero comprender para ser comprendidos” (Covey, 2013).
Otro bloque prioritario a tener en cuenta es la formación continua del profesorado, orientada al conocimiento de estrategias para la resolución de conflictos y educación emocional. La mejora y la puesta en escena de estas habilidades, junto con la creación ambientes seguros, inclusivos y de apoyo, conlleva a manejar estos momentos críticos de forma más adecuada.
Los líderes deben favorecer tiempos de trabajo en los que docentes y estudiantes se sientan capaces de emprender nuevas ideas y poner en práctica los métodos pedagógicos emergentes, siendo la innovación educativa otro de los elementos que conformen la identidad de los centros. El profesorado debe afrontar las demandas sociales del momento con confianza, generando una atmósfera agradable y propicio para que el alumnado se sienta motivado en su aprendizaje, impulsando a que sean más creativos, colaborativos y críticos (UNESCO, 2021).
Finalmente, hay que destacar que para que se produzca una verdadera transformación se requiere de líderes comprometidos con el cambio y forjar los tan importantes entornos positivos, alejándose de los modelos de organización y gestión tradicionales, proporcionando una estrategia de acompañamiento pedagógico y emocional para el desarrollo formativo integral de docentes y estudiantes.
(*) Rubén Yebra. Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Graduado en Magisterio Educación Primaria: Especialidad en Lengua Extrajera Inglés. Máster Experto en innovación, metodologías y evaluación aplicadas a la educación.
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