Vanesa Pérez Rodríguez
Los portátiles, los móviles y las tabletas se han convertido en indispensables para los estudiantes y su entorno educativo. Su uso en los colegios plantea importantes riesgos, pero también valiosas mejoras en el aprendizaje. ¿Cómo afrontarlo?
Los dispositivos móviles como ordenadores portátiles, las tabletas y smartphones se han convertido en una parte esencial de la vida cotidiana de los estudiantes. Forman parte de su entorno educativo, transformando la forma en la que aprenden, se comunican y realizan sus tareas.
Hoy existen un buen número de trabajos realizados que evidencian que la tecnología ofrece herramientas con un gran potencial para mejorar el aprendizaje de los estudiantes mediante:
- El uso de enfoques metodológicos más activos.
- Materiales más atractivos.
- Incremento de las interacciones entre educadores y estudiantes.
- Aumento de la participación en clase.
Esto se ha visto reflejado en un aumento de los niveles de compromiso, satisfacción y aprendizaje de los propios estudiantes (Alonso-Conde, Rojo-Suárez y Zúñiga-Vicente, 2021). Sin embargo, cada vez un mayor número de docentes está restringiendo el uso de dichos dispositivos en sus clases debido a su elevado poder de distracción y la tendencia de un gran número de alumnos a usar estos dispositivos móviles con fines no académicos, como la mensajería instantánea y los juegos online.
Atención y concentración
El uso de la tecnología puede tener diferentes efectos en la capacidad del estudiante para mantenerse concentrado en una tarea. Concentrarnos significa sostener la atención durante un amplio periodo de tiempo sin que posibles estímulos externos o internos desvíen nuestros pensamientos de aquello que, consciente o inconscientemente, consideramos relevante.
La atención es el resultado de una función cerebral generada mediante una red neuronal denominada sistema reticular activador. Una vez se ha activado dicha red, nos sitúa en una situación de alerta que nos permite filtrar la información recibida y atraer a nuestro cerebro lo que considera relevante. Aquello que no se considera importante o útil, es relegado a un segundo plano (Miguéns, 2021).
¿Qué está robando la atención de los estudiantes?
Es indiscutible que las tecnologías están teniendo un impacto significativo en la atención de las personas, especialmente de los más jóvenes que aún se encuentran desarrollando componentes de las funciones ejecutivas.
Las funciones ejecutivas son la parte de la cognición encargada de gestionar los procesos de toma de decisiones, incluida la selección de los estímulos dignos de atención. Algunas de las formas más habituales de reducir la habilidad para mantenerse atento son las constantes distracciones.
Redes sociales y gratificación instantánea
Los dispositivos inteligentes (teléfonos móviles, tabletas y ordenadores portátiles) proporcionan acceso constante a videojuegos, aplicaciones de mensajería instantánea y redes sociales. Estas están diseñadas para captar y mantener nuestra atención mediante algoritmos que promocionan contenido que genera interacción.
Los estudiantes tienden a buscar la gratificación instantánea derivada de dichas interacciones a través de los “likes”, comentarios u otras notificaciones que pueden llegar a crear un ciclo de dependencia donde prima la búsqueda constante de validación. Las distracciones creadas fácilmente con las últimas actualizaciones interrumpen el flujo de atención de los alumnos, disminuyendo su habilidad para concentrarse en las tareas académicas (Koessmeier and Büttner, 2021).
La necesidad constante de recibir una retroalimentación inmediata puede afectar a la capacidad para concentrarse en tareas que requieren mantener nuestra atención de manera sostenida y proporcionan una gratificación diferida, como por ejemplo supondría la lectura de un libro.
El rol ‘multitasking’
El uso de la tecnología facilita la multitarea. Y este es otro factor importante que puede afectar a la capacidad de concentración de nuestros estudiantes, mientras creen que están siendo más productivos.
La gestión de múltiples tareas al mismo tiempo reduce la calidad de la atención y el rendimiento en las mismas. El rol multitarea conduce con más frecuencia a experimentar dificultades para filtrar y retener la información relevante a la vez que reduce la eficacia en la realización de las tareas (Al-Hashimi, Zanto, and Gazzaley, 2015; Dindar and Akbulut, 2016).
Es bastante probable que aquellos estudiantes que intenten tomar notas de aquello que se está explicando en clase a la vez que revisan las redes sociales reduzcan su capacidad para concentrarse y retener la información presentada de manera efectiva.
Sobrecarga cognitiva
Otro de los principales efectos de las nuevas tecnologías en la capacidad de concentración es la sobrecarga cognitiva. Acorde a la teoría de la carga cognitiva (CLT, son sus siglas en inglés), nuestros cerebros presentan una capacidad limitada para procesar la información. La constante afluencia de datos puede exceder los recursos cognitivos del estudiante, impidiendo que su cerebro procese la información. Lo que llevaría a una disminución de la atención y una reducción en la capacidad para completar tareas (Poupard, Larrue, Sauzeón and Tricot, 2024).
Prohibición de dispositivos móviles en el aula
El uso frecuente de la propia tecnología reduce nuestra capacidad para mantener la atención al requerir ésta de interacciones rápidas y respuestas inmediatas por nuestra parte (redes sociales, aplicaciones de mensajería…). Esto, a su vez, podría influir en la capacidad del estudiante para mantener su atención en una tarea prolongada y de carácter más complejo.
En el caso de los alumnos más pequeños, sumergirlos en el mundo digital y exponerlos a elevados niveles de estimulación, hará que el nivel de exigencia de sus funciones ejecutivas en pleno proceso de maduración exceda a los recursos disponibles, comprometiendo su capacidad para realizar tareas a largo plazo.
A pesar de los desafíos que el uso de las tecnologías en los centros educativos nos pueda plantear, también ofrece herramientas valiosas para mejorar el aprendizaje de nuestros estudiantes. Tal vez, la cuestión que deberíamos plantearnos no es si permitir o prohibir el uso de dispositivos móviles en las aulas y sí, cómo los educadores podemos extraer el mayor potencial posible de tales dispositivos.
(*) Vanesa Pérez Rodríguez es docente en los Grados de Maestro de Educación Primaria e Infantil y del Máster Universitario en Educación Especial de UNIR.
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