Adela E. Cortijo Cantos
La autora de este artículo analiza cómo la observación es esencial para conocer al niño y su entorno, para comprender de forma integral cómo es, guiar su desarrollo y determinar recursos y apoyos que serán necesarios en sus primeros años de vida.

La observación como método de evaluación o como vía para alcanzar un mayor conocimiento sobre un caso concreto, es algo fundamental en el ámbito de la atención temprana. Esto es así porque la población a la que se atiende es de muy corta edad y, en ocasiones, no cuenta aún con recursos suficientes para comunicarse por ella misma. La observación, por tanto, se convierte en una potente vía de identificación de necesidades específicas, no solo de los más pequeños, también de sus familias.
Como fuente de información, es un recurso que se puede emplear tanto en el ámbito clínico como en el ámbito educativo. Es por ello, que aquellos que buscan atender a la población infantil de 0 a 6 años, con ánimo terapéutico o educativo, debería trabajar la observación como una habilidad inherente a la profesión.
Desarrollar la habilidad de la observación, permite, por ejemplo:
- Detectar e identificar posibles dificultades o necesidades. Tanto educadores como terapeutas pueden detectar dificultades que se estén presentado en el desarrollo armónico y evolutivo del niño, e identificar las áreas que se pueden estar viendo afectadas, por ejemplo, las que tienen que ver con el lenguaje, la motricidad, la sociabilidad…
- Monitorear el progreso de una intervención. La observación apoyada en parrillas de observación y/o diarios de campo, permite llevar un registro más objetivo tanto del trabajo desarrollado como del avance del niño. Esta observación también se conoce con el nombre de observación sistemática, ya que se mantiene un registro objetivo de las observaciones.
- Establecer una mejor relación con la familia. Observar al niño dentro de su entorno permite conocer también las dinámicas familiares, el entorno físico, las figuras de apego, posibles rechazos, el nivel de compromiso, etc. Toda esta información permite un mejor acercamiento a la familia, establecer lazos desde lo profesional con el ánimo de mejorar la calidad de vida del núcleo familiar.
- Desarrollar habilidades de comunicación. Observar a los niños permite ver las formas en que pueden comunicarse, sus estrategias, sus habilidades. Y es a partir de aquí que se puede construir la intervención. Establecer un sistema de comunicación es esencial para desarrollar una buena actuación.
- Planificar la intervención. Tras las observaciones iniciales, el profesional puede conocer con más detalle cómo es el niño, qué dificultades tiene y cómo es su entorno. A partir de este momento, puede plantear pruebas diagnósticas y diseñar la intervención. Además, las observaciones se mantendrán a lo largo del tiempo y esto permitirá adaptarse en todo momento a la evolución del niño.
A pesar de todos estos beneficios, es importante señalar que la observación con ánimo diagnóstico requiere de una serie de requisitos previos. Es lo que anteriormente se ha mencionado como observación sistemática. De esta forma, algunas de las cuestiones que deben tenerse en cuenta serían:
- Tener claro qué se quiere observar. Definir la conducta que se quiere observar de forma precisa y operativa.
- Determinar los momentos en los que se llevará a cabo la observación.
- Apoyarse en un documento que permita registrar la observación de forma eficaz: guía de observación, diario de campo, escala…
- Registrar los momentos de observación, en vídeo o audio si es necesario, y se cuenta con los permisos pertinentes.
Además, también se puede diferenciar entre la observación directa (si quien observa es la misma persona que evalúa o diagnostica) o indirecta (si el registro parte de otras personas que no llevan a cabo la evaluación o diagnóstico). Una cuestión importante es la formación de la persona que observación y/o las indicaciones que se dan en la observación indirecta.
En la actualidad existen escalas ya validadas que se basan en la observación, y además son relativas a distintos ámbitos: social, cognitivo, manipulativo y de la comunicación. Es importante determinar la edad del niño que será observado ya que las escalas deben atender a ese momento evolutivo. Sin embargo, fuera del ámbito diagnóstico y atendiendo más al ámbito educativo, se pueden crear parrillas de observación adaptadas con el ánimo de conocer el nivel general del grupo-clase y detectar dificultades. Estas parrillas o rúbricas permiten detectar los casos que sobresalen en un grupo, y atender cuanto antes aquello que requiere más atención.
En definitiva, como se ha podido ver, la observación sirve para conocer al niño y su entorno, y es fundamental para comprender de forma integral cómo es cada niño, guiar su desarrollo y determinar recursos y apoyos que serán necesarios en sus primeros años de vida.
Nota: Se utiliza la palabra “niño” como término genérico para hacer mención a la población infantil de 0 a 6 años.
(*) La Dra. Adela E. Cortijo Cantos es profesora y apoyo a la coordinación del Máster Universitario de Atención Temprana y Desarrollo Infantil de UNIR.
- Facultad de Educación