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Pablo Rosser: "La IA nunca va a sustituir al docente, siempre y cuando este sea capaz de adaptarse a la sociedad que viene"

Un estudio del investigador de UNIR, junto a la Universidad Isabel I, revela las implicaciones éticas y pedagógicas del uso de ChatGPT en la educación, destacando tanto sus beneficios como sus desafíos.

Pablo Rosser, docente e investigador de UNIR.

Un estudio realizado por Pablo Rosser, docente e investigador de la Universidad Internacional de La Rioja, y Seila Soler, profesora de la Universidad Isabel I, examina las repercusiones de integrar ChatGPT en el entorno educativo. La investigación ‘Innovación educativa y transformación social: propuestas para los actuales desafíos’, propone un cambio de metodología en los centros formativos para incorporar este avance tecnológico y así favorecer la enseñanza.

El análisis se basó en actividades prácticas realizadas en aulas universitarias, donde los estudiantes interactuaban con ChatGPT en presencia de los profesores. Este ensayo permitió observar de primera mano cómo los alumnos utilizan la IA y cómo puede integrarse de manera ética y efectiva en el proceso educativo.

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Los resultados fueron concluyentes: “La inteligencia artificial nunca va a sustituir al docente, siempre y cuando este sea capaz de adaptarse a la sociedad que viene. La información y el contenido no son lo más importante, sino la implementación de metodologías que permitan la motivación y el aprendizaje significativo del estudiante”, afirma Rosser.

Orientar y adecuar

La investigación se realizó a partir de casos prácticos, donde 41 estudiantes de educación superior interactuaban con ChatGPT para aprender sobre hitos históricos como la Revolución Industrial o la Guerra Civil por medio de simulaciones con personajes inventados por la IA. “La experiencia fue magnífica, tanto para el alumnado como para el profesorado”, comenta.

Con este uso 100% práctico los docentes presenciaron cómo al adecuar los modelos pedagógicos, la inteligencia artificial puede ser una herramienta complementaria de gran valor. “No hay que exigir trabajos pasivos, deben ser interactivos y motivadores”, explica.

Además, gracias a esta interacción práctica, los investigadores concluyeron que “la IA no vale para todo. El estudiante prefiere la búsqueda de información más personalizada y detallada que la que puede proporcionar ChatGPT. Esto demuestra un sentido de responsabilidad por parte del alumnado, que busca algo más que simplemente que se lo hagan todo”.

Riesgos en el aprendizaje

Al igual que ocurre con la innovación, en la que siempre hay un momento de apogeo y locura para luego llegar a un valle de estabilidad, en la educación toda llegada de un avance tecnológico se vive con incertidumbre y miedo. El estudio permitió a los autores del estudio conocer la opinión del alumnado, en qué medida están utilizando la tecnología y cómo la están usando. Sin embargo, “la responsabilidad en el uso de la tecnología debe estar implícita”, comenta Rosser.

La obra analiza cómo el acceso a respuestas inmediatas puede reducir la autonomía de los estudiantes al resolver problemas. ChatGPT podría comprometer el desarrollo de habilidades esenciales en los estudiantes al ofrecer soluciones rápidas que desincentivan el pensamiento crítico y autónomo. En lugar de fomentar una búsqueda activa del conocimiento, el uso excesivo de IA podría llevar a los estudiantes a adoptar soluciones automáticas, limitando la reflexión y el análisis en su proceso de aprendizaje.

Además, la autenticidad del trabajo académico queda expuesta al usar de forma incorrecta estas herramientas. Rosser advierte que “la inteligencia artificial proporciona mucha información, pero hay que orientarla. La búsqueda de información por parte del alumnado debe ser guiada por el docente, ya que muchas veces se hace sin un criterio crítico”. Una tormenta desbocada puede provocar el uso descontrolado para completar trabajos rápidamente y sin ningún tipo de rigor académico.

Los autores señalan en sus conclusiones la posición intermedia, sosegada y científica que debe primar entre las demás. La IA está a nuestro servicio y nosotros tenemos que orientarla; es el copiloto, nunca el piloto”, concluye el docente de UNIR.

Oportunidades para el docente

En lugar de temer a la inteligencia artificial, el estudio enfatiza la oportunidad que supone para el profesorado al ahorrar tiempo en tareas repetitivas para enfocarse en actividades más efectivas y creativas para el aprendizaje. Este tiempo ganado puede ser redirigido hacia el desarrollo de habilidades críticas y creativas que realmente beneficien a los estudiantes.

Según Rosser, la IA permite dedicar más tiempo a métodos de enseñanza innovadores. “Debemos ver la IA como una herramienta positiva y no como un enemigo. Prohibirla es peor, porque lo prohibido llama más la atención”, afirma. En lugar de resistirnos, los investigadores proponen aprender a integrar estas tecnologías de manera ética y efectiva en el proceso educativo, asegurando que sirvan como un complemento valioso y no como una amenaza.

 

  • Facultad de Educación

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