Yolanda López Iglesias
Pregunta difícil de contestar. Yolanda López, docente en el Máster en Acompañamiento Educativo de UNIR, cree que hay un 50% de cada opción. Nace porque el deseo de liderar vive en él, y se hace porque se forma con deseo de escoltar, emprender e impulsar el desarrollo personal y profesional de quienes acompaña.
Todos necesitamos a alguien que nos acompañe, que nos guíe en algún momento de nuestras vidas. Por eso necesitamos buenos líderes, y los necesitamos también en los centros escolares que fomenten el cambio y la mejora personal, profesional e institucional.
Quien elige liderar asume la responsabilidad de extraer la mejor versión de su equipo y de cada uno de sus miembros, de promocionar el conocimiento personal, la integración y la diferencia desde un enfoque sistémico y complementario.
El líder acompañante
Un buen líder necesita ser un buen acompañante. El acompañamiento se convierte en una práctica fundamental en su trabajo diario para fomentar la mejora continua y el aprendizaje profesional, para fortalecer el proyecto y el desarrollo profesional y la institución de la que forma parte.
La potenciación y desarrollo del talento individual exige aprendizaje y acompañamiento continuo
El acompañamiento en los centros educativos supone promover la cooperación entre las personas que trabajan en él por un proyecto común, y obtener la mejor versión de cada uno. Los integrantes deben trabajar para conseguir la excelencia y la mejora de toda la comunidad, también la personal. El líder educativo no debe trabajar para conseguir la igualdad, debe esforzarse para potenciar la diversidad de sus componentes combinando exigencia e inspiración.
No es fácil ser un líder educativo. Se les exige:
- Conocer a los miembros de su equipo a la perfección: sus habilidades y capacidades, sus aspiraciones, sus limitaciones y miedos. Debe descubrir sus intereses y en lo que realmente se sienten buenos; observar, acompañar y respetar.
- Ser ambicioso y poseer una visión clara y concisa de los objetivos que se quieren conseguir y las tareas a realizar por cada miembro.
- Crear una cultura de reflexión y colaboración en un ambiente de respeto, confianza y capacidad para la mejora continua.
- Capacidad para planificar y realizar un buen seguimiento de los diferentes planes de acción y actividades que se llevan a acabo.
- Agilidad en la toma de decisiones y capacidad para aceptar o rechazar propuestas cuando estas no persiguen el propósito.
El líder educativo es un profesional que:
- Lidera con su ejemplo con autenticidad, no con sus palabras.
- Sabe canalizar y expresar sus emociones.
- Habla con respeto, pero con extrema claridad, sabiendo qué puede y debe hacer cada una de las personas.
- Su autoridad está reconocida por el resto de miembros.
- Ofrece y está abierto a recibir feedback para mejorar el resultado.
- Es capaz de analizar por qué los objetivos se han cumplido o si, por el contrario, se debe seguir trabajando en ellos.
- Sabe observar y callar, pero también liderar y exigir.
- Se adapta, sabe gestionar los cambios y buscar el equilibrio para que todo siga hacia delante.
- Encara los conflictos y detecta las situaciones personales y grupales ante las que hay que responder.
El líder educativo es capaz de:
- Entender la realidad, cuestionar y promover espacios de encuentro, acompañando las prácticas docentes para impulsar la mejora de la práctica pedagógica y educativa y la gestión del centro educativo.
- Generar compromiso y confianza entre los miembros de la organización, fomentar la complementariedad, la comunicación y la seguridad.
- Inspirar lo mejor en cada uno.
- Motivar el cumplimiento y la implicación de cada componente del equipo, y crear vínculos de confianza e intercambio permanente.
- Crear debate entre los miembros del equipo y convertir el trabajo en equipo en una experiencia de éxito, encontrando los canales más apropiados para hacerlo.
- Motivar el intercambio y el contraste de ideas y puntos de vista para mejorar y lograr mayores niveles de rendimiento en el proceso.
A más diversidad, más crecimiento
Un proverbio judío afirma: “Si todos tirásemos en la misma dirección, el mundo volcaría”. Se conserva la tendencia a pensar que la homogenización es el mejor camino para que los integrantes de una organización trabajen por un proyecto común. Esto no es cierto: cuanta más diversidad existe en un equipo, más crecen las posibilidades de éxito y más se desarrollan sus integrantes.
En la diferencia encontramos el intercambio, la comunión de distintas formas de pensar y actuar que hacen que un proyecto sea grande de acuerdo a los propósitos que persigue. Todo integrante debe encontrar su lugar, sintiéndose reconocido por lo que aporta y encontrando las vías y estrategias de comunicación más acertadas en cada momento.
El líder en el aula: el docente
Necesitamos nuevos liderazgos y el docente debe convertirse en el líder en el aula. Debe ser un profesional que conozca a su alumnado, capaz de realizar un perfil personal de cada uno de ellos porque sabe qué necesitan y cómo se les puede exigir. Motiva el desarrollo de sus capacidades y destrezas, y atiende sus necesidades y aspiraciones. Acompaña y guía para llevarlos tan lejos como sea posible con exigencia y determinación, y garantiza la equidad y la calidad de los aprendizajes.
La mayor diferencia entre un buen líder docente y uno que no lo es, es que el primero piensa que el estudiante se convierte en el protagonista responsable de su aprendizaje, que nadie va a aprender por él. El segundo cree que el estudiante es un ente vacío que es necesario llenar.
Más diversidad, más posibilidades de éxito: en la diferencia se encuentra el intercambio
El primero da prioridad a ejercer de guía, como el mejor director de orquesta: escuchando, motivando y estando muy atento para que cada uno de los miembros den lo mejor de sí mismos manteniendo su firmeza desde la humildad, el respeto y la confianza. Busca la estabilidad y respeto en el grupo para conseguir la excelencia y una buena convivencia.
Un buen líder en el aula se adapta a los cambios, modifica sus conductas, pero sus decisiones tienen siempre como objetivo la mejora continua de su alumnado y la influencia positiva en cada uno de ellos, la prevención de los fracasos y la promoción última del éxito escolar. También garantiza la calidad y la equidad de los aprendizajes escolares.
El desarrollo integral de cada estudiante y su proceso de aprendizaje personal escolar se convierte en su máximo propósito. Busca el equilibrio desde la personalización y la búsqueda de recursos que lo hagan posible.
Liderar no es una tarea fácil
El trabajo diario, las situaciones complicadas y conflictos internos u otras situaciones complejas provocan desgaste y agotamiento, y por ello exigen esfuerzo y dedicación. Afrontarlas, analizarlas y encontrar una posible solución evitan una posible desestabilización de la propia organización.
Surgen obstáculos que superar, momentos en los que es necesario tener claro qué se quiere conseguir, y para ello el acompañamiento, el respeto personal y grupal de los miembros, la capacidad para determinar el clima emocional de los equipos, conociendo el conjunto de actitudes, sentimientos y sensaciones que se producen en cada momento, posibilitará conseguir una respuesta adecuada a cada situación.
Una comunicación eficaz y colaborativa entre todos los agentes que participan en un centro escolar se convierte en un factor clave para el acompañamiento como eje vertebrador de las relaciones. Hablar de lo que sucede, reconocer los logros y los errores o exigir dedicación y compromiso son cuestiones que juegan a favor para superar los momentos más complicados. La comunicación con las familias, el contexto y los estudiantes facilitará la atención y el seguimiento personalizado del alumnado y el intercambio de información.
La convicción de que se pueden conseguir los objetivos, saber escuchar y comunicarse adecuadamente se convierte en una gran ayuda en el momento que deben tomarse decisiones o en la resolución de conflictos que puedan aparecer. La habilidad que muestren los miembros de la comunidad para comprender y gestionar sus propias emociones impulsará el desempeño personal y profesional y, por consiguiente, un mejor clima institucional.
El regalo más precioso como líder educativo es poder acompañar, animar y orientar caminando con un equipo para conseguir sus propósitos, sentir que están juntos, dando lo mejor de uno mismo, para llevar hacia delante un proyecto transformador.
*Yolanda López Iglesias es docente en el Máster de Formación Permanente en Acompañamiento Educativo. También es doctora con mención internacional en Educación, Comunicación, Derechos y Nuevas Tecnologías. Psicopedagoga, maestra y logopeda. Experta Universitaria en Altas Capacidades, Desarrollo del Talento y Educación Personalizada.