UNIR Revista
En UNIR te contamos qué es el liderazgo distribuido y de qué manera se pueden beneficiar de su aplicación los centros educativos.
Lograr un entorno de trabajo propicio para todo el equipo docente es un factor clave a la hora de conseguir que todo el claustro participe activamente y se implique en la consecución de los objetivos. Para ello, es importante que todos los miembros se sientan valorados y que se tomen en cuenta tanto sus opiniones como su labor. Una buena manera de conseguirlo es lograr un liderazgo distribuido. En UNIR te contamos qué es el liderazgo distribuido y de qué manera se pueden beneficiar de su aplicación los centros educativos.
El concepto de liderazgo ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, dando lugar a una percepción completamente diferente en la actualidad. Un buen líder debe reunir, entre otras, las siguientes características: ser empático, respetuoso, dialogante, dinámico, responsable, carismático y resolutivo. Cada vez más, los líderes —sobre todo en el ámbito educativo— necesitan el apoyo del equipo docente para hallar soluciones a las necesidades que presentan las comunidades educativas de los centros que dirigen.
¿Qué es el liderazgo distribuido en educación?
El liderazgo distribuido o compartido es una herramienta analítica basada más en las relaciones que en las acciones individuales (Bennet, 2003).
Al aprovechar e integrar las fortalezas de cada uno de los docentes, así como sus capacidades y competencias, se conseguirá formar un buen equipo multidisciplinar que permitirá al equipo directivo distribuir las tareas en función de las aptitudes de cada miembro, logrando así mejorar la productividad, la efectividad y el trabajo en equipo, creando una dinámica de conjunto basada en la confianza y el apoyo de los distintos miembros del equipo docente.
Si se entiende el liderazgo no como un conjunto de responsabilidades que recaen sobre una sola persona o sobre el equipo directivo, sino como una función necesaria y basada en las aportaciones, el esfuerzo y el trabajo de todos los miembros del claustro, así como si se fundamenta el funcionamiento del centro en la escucha, el diálogo y el consenso, lograremos evitar implantar una jerarquía de poder. ¿Cuáles pueden ser las posibles consecuencias de optar por lo contrario? Es decir, ¿por un modelo individualista? Un personalismo y aislamiento docente que provoque una escasa participación en la toma de decisiones, coartando su proactividad y generando relaciones conflictivas entre los maestros.
Cómo implicar al claustro
El apoyo de todo el equipo es imprescindible para la persona que lidera el claustro de un centro educativo. Lograrlo depende de una serie de competencias por parte del líder, como ser emocionalmente inteligente y saber potenciar las capacidades y aptitudes de cada uno de los miembros tanto de manera individual como parte de un equipo para ponerlas al servicio de la educación y del proyecto común.
El liderazgo distribuido implica:
- Conocer bien las emociones.
- Ejercer un papel crítico.
- Definir las necesidades de la escuela.
- Asignar responsabilidades a los miembros del claustro con las capacidades y aptitudes necesarias para poder llevar a cabo un trabajo en equipo dinámico basado en la toma de decisiones compartida y creando oportunidades de desarrollo.
Los miembros del equipo se sentirán líderes de un proyecto conjunto experimentando así en toda su profundidad el concepto de liderazgo compartido, a la vez que toman conciencia de que su actitud emocional será lo que determine cómo de positiva será su participación en dicho proyecto conforme se impliquen en él.
El liderazgo distribuido debe, por tanto, fomentar la horizontalidad en las relaciones de las personas que lo comparten sin perder de vista la diversidad de estas para conseguir un cambio en la organización que favorezca el aprendizaje de los alumnos y la transformación progresiva de la escuela.