Román Rodríguez Curbelo
La maestra sevillana ha elaborado un programa para trabajar las dificultades lectoras en alumnos de Educación Primaria. Profundizó en él durante sus prácticas de excelencia en el Grado en Educación Primaria de UNIR.
A María Carrero (Sevilla, 1995) la contrataron en agosto en un centro con metodología de Bachillerato Internacional. Todo encajó: antes había sido docente en prácticas de UNIR en un centro con la misma metodología. Tuvo incluso tiempo para aplicar un proyecto de mejora de la comprensión lectora entre sus estudiantes que requiere de apenas media hora diaria en un sitio tranquilo.
Sus prácticas en el colegio Adharaz durante cuatro meses, enmarcadas en el Grado en Educación Primaria de UNIR, han resultado un éxito mayúsculo que parece premiar una trayectoria aún breve, pero llena de esfuerzo y de predicación con el ejemplo.
Antes, tras finalizar sus estudios de pedagogía en 2017, Carrero compaginó sus primeras experiencias docentes con un máster en dificultades de aprendizaje, una combinación con la que considera que desarrolló auténticas competencias educativas y que, además, pudo aplicar a diario.
Cuatro años después, la maestra sentía que le faltaba “algo más”. Descubrió que UNIR ofrecía una formación completamente online, incluso para la realización de los exámenes, y un método de trabajo que le permitía conciliar la carrera con su vida profesional y personal. Se mudó entonces a Irlanda, trabajó como au pair y comenzó el Grado en Educación Primaria de UNIR.
La docente destaca de su paso por UNIR la gran organización al comienzo de cada cuatrimestre. Pudo compaginar sus exigencias laborales, su vida personal y sus nuevas obligaciones académicas porque desde el principio contaba con las tareas que debía entregar, y con las instrucciones y los materiales teóricos y visuales para realizarlas.
Las grabaciones de las clases también facilitaban la experiencia. Los plazos temporales siempre se cumplían. Y las actividades de evaluación continua, que significan el 40% de la calificación final, planteaban casos reales que permitían encontrar un sentido muy práctico a la materia aprendida y acercar la teoría a la realidad de un aula.
Unas prácticas premonitorias
“No podemos enseñar a los alumnos a ser competentes y pedirles que den siempre lo mejor de ellos mismos si nosotros, como docentes, no hacemos lo mismo. Renovarse o morir”, asegura María Carrero. Esa idea es la que ha guiado toda su trayectoria.
La maestra profundizó todavía más en esa renovación personal durante el periodo de prácticas en el colegio Adharaz de su Sevilla natal. Un centro que trabaja la metodología de Bachillerato Internacional (metodología IB): imparte todas las asignaturas en inglés, salvo lengua y matemáticas, y trabaja de manera transversal todas las áreas de aprendizaje a partir de seis unidades de indagación.
La exestudiante de UNIR formó parte del programa de prácticas de excelencia que le permitió permanecer cuatro meses en ese colegio. Tiempo suficiente como para que el centro, el docente en prácticas y los estudiantes se conozcan y encuentren espacios en los que desenvolverse con mayor soltura.
La maestra no se consideró nunca como una “estudiante en prácticas”, sino como una docente en prácticas. Comenzó observando y apoyando, empapándose de las rutinas y ganándose la confianza de las alumnas en horarios específicamente diseñados por el centro, hasta que comenzó a desarrollar unidades didácticas.
Realizaba al menos dos sesiones semanales en las áreas de matemáticas y de lengua; participaba de manera esporádica en las demás. María Carrero comenzó a detectar carencias en la comprensión lectora entre sus alumnas. Y entendió que un “número considerable” de ellas necesitaba un apoyo específico para superar esta circunstancia.
Media hora en un sitio tranquilo
Impulsó así su programa de apoyo a la lectura. Evaluó en primera instancia la mecánica y la comprensión lectora de ciertas estudiantes con vistas a desentrañar en qué aspectos concretos presentaban dificultades o un bajo nivel competencial. En función de esos resultados, agrupaban de tres en tres a las niñas con similares errores de lectura y Carrero buscaba, diseñaba y planificaba actividades semanales que estimulasen sus puntos débiles.
La idea fundamental del proyecto consistía en dotar a las chicas de las herramientas necesarias para que descubrieran el gusto real por la lectura. Carrero explica además que el hecho de que las niñas sean capaces de comprender un texto por sí mismas repercute de manera directa en su autoestima y en la seguridad con que afrontaban otras tareas y actividades en el aula.
“Este programa puede aplicarse en cualquier colegio. Requiere de media hora diaria durante cuatro días a la semana, y de un tiempo extra por parte del docente para que evalúe, diseñe, elabore, implemente y realice un seguimiento semanal de cada uno de los estudiantes”, añade la maestra.
Hay que estar pendiente de ciertas alertas, sobre todo cuando se lee en alto. Si una niña no decodifica bien, carece de fluidez o no entona correctamente, muestra en el fondo que no está entendiendo el texto. Hay más señales si luego no responde bien a preguntas sobre lo leído, por ejemplo, o incluso ante la formulación de un enunciado sencillo.
Carrero propone leer junto a la alumna durante un minuto en un sitio tranquilo, las dos solas. Solo sesenta segundos: “Apuntas los distintos errores que comete o le preguntas sobre el texto mientras grabas. Luego lo reescuchas en casa y repasas tus apuntes. Es sorprende cómo puedes detectar tanta información que servirá para la estudiante en apenas un minuto”, concluye.
María Carrero es un perfecto ejemplo de curiosidad por el aprendizaje, de ese inconformismo sano que siempre invita a mejorar y de una pasión por su trabajo que abre las puertas de la innovación y del futuro. Valores y acciones que son también el fundamento del Grado en Educación Primaria de UNIR.