Ingrid Mosquera Gende
Con una trayectoria de más de diez años en distintos ámbitos de la docencia musical, en 2016 Laura Martín y Laura Dudley comenzaron su propio proyecto de enseñanza musical bilingüe, tomando como punto de partida el Método Suzuki. En esta entrevista nos hablan de su metodología y de su experiencia.
Laura Martín y Laura Dudley se conocieron estudiando en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y desde entonces han compartido diferentes proyectos musicales. Han sido compañeras, por ejemplo, en la Orquesta Filarmónica de España. En 2008 iniciaron en Holanda su formación pedagógica en el Método Suzuki para Flauta Travesera y obtuvieron el título oficial de la European Suzuki Association. Su centro, Little Musical Steps, abarca la educación musical desde una edad temprana y en un contexto familiar.
El nombre de vuestro centro está en inglés, ¿las clases de música son en esa lengua?
Nuestras clases son bilingües, alternando castellano e inglés. En las clases individuales nos adaptamos a cada niño y cada familia, según sus preferencias de idioma, mientras que en las sesiones grupales usamos el inglés en canciones y juegos que los niños aceptan sin esfuerzo. Nuestro objetivo es ofrecer al niño un estímulo extra durante esta etapa de su desarrollo, la más propicia para el aprendizaje de idiomas.
A grandes rasgos, ¿qué es el método Suzuki?, ¿cómo lo aplicáis en vuestras clases?, ¿desde qué edades?
El Método Suzuki fue desarrollado por el violinista y educador Shinichi Suzuki en los años 40. Se basó en la teoría de que, si todos los niños son capaces de aprender su lengua materna, también pueden aprender el lenguaje de la música y desarrollar capacidades como la de tocar un instrumento musical. De esta forma, los niños aprenden música de oído, escuchando e imitando, de un modo natural y en un ambiente positivo, a través de juegos, canciones y estímulos que ellos aceptan sin esfuerzo, mientras se divierten. El propósito del método es incentivar el amor de los niños por la música, nutrir su talento y desarrollar su concentración, memoria, disciplina, coordinación y autoestima.
El papel de los padres en el método es fundamental: con su asistencia a las clases pueden después practicar en casa lo aprendido, introduciendo poco a poco el instrumento en el día a día familiar y creando un vínculo único con su hijo.
El papel de los padres es básico, participan en las clases y aprenden junto a los niños”.
Las clases consisten en una sesión individual y otra grupal cada semana, beneficiándose de tocar en grupo y en concierto desde el primer día, compartiendo repertorio; aunque no se pretende que alcancen objetivos por año, sino que cada uno siga su propio ritmo y desarrollo.
Los alumnos pueden comenzar este aprendizaje a partir de los tres años de edad, utilizando los pífanos (pequeñas flautas traveseras de plástico). Según van creciendo y avanzando pasan a tocar las flautas traveseras junior y de adulto.
¿Creéis que ser podría adaptar a otras actividades, además de la música?
El método como tal está pensado para el aprendizaje musical, pero sus ideas y filosofía pueden extrapolarse a cualquier actividad. Todo lo que el niño absorbe de su contexto diario y del ejemplo de sus padres y otras personas a su alrededor lo aprende con mucha más facilidad y de forma natural, a través de la observación, la imitación y la repetición.
Los niños aprenden de forma natural, por observación, imitación y repetición”.
¿Todos los niños pueden aprender? Es decir, ¿con las habilidades se nace o se hacen?
Nacemos con capacidades distintas para desarrollar ciertas habilidades. Pero a través del juego y la diversión, con constancia y esfuerzo y empezando a una edad temprana, cualquier niño puede aprender música. Lo que necesitamos para que esto funcione en la enseñanza musical es reproducir las mismas condiciones que se dan en el aprendizaje de la lengua materna. Suzuki tomó nota de estas condiciones: el estímulo de la lengua es constante desde el nacimiento del niño, le llega de las personas cercanas y de los familiares más directos, a quienes imita.
¿Qué opináis de la famosa idea de Ken Robinson de que la danza o la música deberían ser tan importante como las matemáticas?
Estamos de acuerdo con esa idea. Disciplinas como la música o la danza fomentan el desarrollo de la creatividad en los niños, además de su disfrute personal. Otros profesionales, como David Bueno, explican además que los aprendizajes artísticos son transversales y que el de la música en particular es de los pocos que activa todo el cerebro simultáneamente. Pensamos que dar más importancia a las artes contribuiría también a una mejor educación emocional de los niños, tan importante para su desarrollo integral.
¿Tenéis grupos de todas las edades?, ¿cómo lo gestionáis?
Sí, las edades de nuestros alumnos abarcan desde la primera infancia hasta los 15 años aproximadamente. En nuestras clases de Método Suzuki, alumnos de distintas edades, y niveles comparten semanalmente una clase grupal en la que aprenden unos de otros y hacen música en equipo. Los grupos pueden tener características muy diferentes y podemos encontrarnos con grupos más homogéneos, tanto en edad como en nivel, y grupos más heterogéneos, en los que las pequeñas diferencias de edad son positivas para su aprendizaje. Así les permitimos desarrollar distintos roles dentro del grupo.
La finalidad del método Suzuki es incentivar el amor de los niños por la música, así como desarrollar su talento, concentración, memoria, disciplina, coordinación y autoestima”.
El Método Suzuki es un enfoque pedagógico centrado en el aprendizaje musical desde una edad temprana, fomentando la educación musical a través de la escucha y la repetición, similar a cómo los niños adquieren su lengua materna. Estudiar un Máster en Pedagogía Musical brinda a los educadores las herramientas y la comprensión necesarias para aplicar y adaptar este enfoque en la enseñanza musical.
- Doble Grado en Maestro en Educación Primaria e Infantil
- Máster Universitario en Formación del Profesorado de Educación Secundaria