Ingrid Mosquera Gende
El microteaching y el microlearning no son solo para aprender, sino también para coaprender entre los compañeros. Pasar de un microaprendizaje pasivo a uno activo implica que los alumnos, como protagonistas, construyen su propio aprendizaje y lo comparten con sus compañeros y eso tiene un trabajo detrás que dista mucho de ser micro.
En anteriores publicaciones, he hablado de cómo mi experiencia docente se ha ido dirigiendo a otorgar a los alumnos el protagonismo de su proceso de aprendizaje. También he escrito, en más de una ocasión, de la moda o la tendencia del microlearning, o microaprendizaje, y del microteaching. Hoy me gustaría dar un paso más y poder mostrar las ventajas y las posibilidades que supone pasar de un microlearning pasivo a uno activo.
Del microlearning pasivo al microlearning activo
El microlearning pasivo es el microlearning tradicional, en el que el alumno es el mero receptor de las píldoras de aprendizaje, bien sea en forma de vídeo, podcast, infografía, imagen, meme, GIF, post, tweet, hilo de Twitter, MOOC, NOOC o similar, las posibilidades siguen aumentando día a dia, tanto si hablamos de microlearning como de nanolearning.
En el caso que estamos planteando, cuando es el estudiante el que crea esas píldoras para el resto de sus compañeros y para sí mismo, hacemos referencia a ese nuevo término de microlearning activo: el aprendizaje que se genera, cuando el propio alumno es el que lo construye, se multiplica exponencialmente.
Debemos recordar que, para obtener el resultado final de una infografía, un GIF o un vídeo animado, por poner algún ejemplo, existe mucho trabajo detrás, que se desarrolla, básicamente, en dos vertientes:
-Conocer y saber usar el instrumento o instrumentos que se van a emplear para elaborar la píldora.
-Comprender y analizar el contenido que se quiere incluir, para ser capaz de resumirlo de forma clara y concisa.
Beneficios del microlearning activo
En este sentido, y puedo hablar por experiencia personal, existen muchos beneficios y ventajas para nuestros alumnos, ya que a través de estas experiencias consiguen desarrollar:
-La competencia digital (en caso de tratarse de herramientas digitales, que no siempre tiene por qué ser así).
-La capacidad de síntesis, resumen, análisis y esquematización.
-La comprensión del contenido.
-El empleo de diferentes inteligencias o estilos de aprendizaje, dependiendo del tipo de píldora que vayan a crear (se les puede dejar escoger entre varios tipos).
-Competencias comunicativas y lingüísticas.
-Soft Skills, o competencias no cognitivas, sobre todo si se trata de trabajo en grupo, desarrollando la capacidad de reflexionar y de escuchar a los otros.
-Pensamiento crítico, para poder tomar decisiones sobre la elaboración y presentación del trabajo.
-Creatividad y curiosidad hacia el propio aprendizaje y hacia el conocimiento. Se trata de actividades imaginativas en las que el alumno cuenta con muchas opciones de diseño, lo que supone una alta dosis de motivación.
-Interiorización del contenido. Sin ser muy conscientes de ello, cuando el producto final va a ser compartido con el resto de los compañeros, los alumnos se esfuerzan para que quede muy bien, suelen ser muy perfeccionistas, y esto supone que le prestan más atención y le dedican más tiempo que el que le dedicarían a otro tipo de actividad.
-Relacionado con los puntos anteriores: metacognición y metaaprendizaje, o reflexión sobre el propio proceso, sobre el propio conocimiento y sobre su forma de aprender.
Añadido a todo ello, el hecho de convertir el conocimiento en pequeñas píldoras supone una división, artificial, o no, que les permite ir paso a paso, a su propio ritmo y de forma personalizada, al mismo tiempo que aprenden unos de otros. Esta división en pequeñas píldoras les ofrece la impresión de que siempre están avanzando, aunque sea poco a poco, lo que resulta muy alentador para ellos y les anima a seguir hacia delante. Además, la libertad en la creación implica que podemos encontrarnos píldoras más o menos elaboradas o que traten el contenido en mayor o menor profundidad.
La preparación de cuestionarios o juegos para los compañeros, en equipos, también es una forma de microlearning activo, puesto que, para crear esos recursos, los alumnos tienen que rebuscar entre el contenido de sus asignaturas. El punto de competición sana implicado también les divierte mucho.
Un recurso activo para todos
Bien planteado, creo que el microlearning activo puede ser útil a todas las edades, con nuestra necesaria supervisión y guía. No se debe intentar abarcar demasiado al principio, no se trata de simplificar ni de convertir todo el temario en pequeñas piezas microscópicas. Se puede hacer con una parte, la que sea más adecuada para ello. El truco siempre está en intentarlo. Como suelo decir, sus creaciones nos sorprenderán y supondrán un banco de materiales muy útil para el resto de compañeros, tanto estudiantes, como profesores. Algo que, además, en caso de compartirlo en un blog o similar, siempre les hace sentir muy orgullosos.
Por supuesto, no estamos hablando de una metodología, estamos hablando de un recurso didáctico que puede tomar muchas formas y responder a muchas necesidades, pero que siempre se enmarcaría dentro de las denominadas, en la actualidad, como metodologías activas, dado el papel principal que adquiere el estudiante.
En definitiva, el microlearning y el microteaching no son solo para aprender, sino también para coaprender y coenseñar entre compañeros. Pasar de un microaprendizaje pasivo a uno activo implica que los alumnos, como protagonistas, construyen su propio aprendizaje y lo comparten con sus compañeros y eso tiene un trabajo detrás que dista mucho de ser micro.
- Máster Universitario en Formación del Profesorado de Educación Secundaria