Javier Tubío Ordóñez
Javier Tubío, profesor del Máster en Neuropsicología y Educación de UNIR, sostiene que es reduccionista achacar los declives observados en los últimos años en compresión lectora al uso de pantallas.
En mayo de 2023, los medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco de la noticia de que el gobierno de Suecia estaba planteándose no seguir adelante con su proyecto de total digitalización de los centros educativos del país. El país escandinavo reconsideraba así una vuelta a los tradicionales libros de texto en formato papel. Esta decisión se tomó tras comprobar los resultados derivados del Estudio Internacional para el Progreso de la Comprensión Lectora (PIRLS) realizado por la Asociación Internacional para la Evaluación del Logro Educativo (AIE).
El estudio reflejaba un descenso en la comprensión lectora en los estudiantes suecos de entre 8 y 10 años. A raíz de estos datos, la ministra de educación sueca, Lotta Edholm, reprobó la “actitud acrítica que considera la digitalización como algo positivo, más allá de cuál sea su contenido”. Esta noticia volvió a avivar el debate, ya recurrente, de si las pantallas electrónicas (iPad, libros electrónicos, ebooks, etcétera) son las responsables de la merma en las habilidades de comprensión lectora que en general se observa entre los jóvenes de todo el mundo.
Conviene precisar que la comprensión lectora es un proceso complejo que se sustenta en múltiples procesos cognitivos y que, además, está influenciado por variables como el vocabulario del lector, su conocimiento sobre la temática del texto, el contexto y quizá, también, por el medio a través el cual se presente el texto, ya sea papel o pantalla. Por lo tanto, considerar la digitalización como la única causa y, además, directa, del deterioro general de la comprensión lectora en los jóvenes sería, cuanto menos, un tanto reduccionista.
Pero, dado que en los últimos años la lectura en papel se está viendo progresivamente desplazada por la lectura en dispositivos electrónicos como ordenadores, tablets o móviles, cada vez son más los investigadores que se están preguntando acerca de los efectos que pueda tener sobre la comprensión y el aprendizaje el leer un texto en un soporte u otro. Diversas investigaciones han analizado estas cuestiones (revisar metaanálisis de Shudong et. al 2007; Delgado et al. 2018 y Fontaine et al., 2021).
Se ha detectado que existe una predilección entre un formato u otro en función de la edad. Los universitarios y más jóvenes prefieren la lectura en formato digital y los adultos mayores el texto impreso en papel (Bresó-Grancha 2022). Respecto a la comprensión, los resultados parecen que no son del todo concluyentes, aunque en algunas investigaciones (Shudong et al. 2007; Singer y Alexander, 2017; Hadock et al. 2019) se ha encontrado cierta ventaja en compresión de textos cuando éstos son presentados de manera impresa. Si bien esta ventaja no siempre es significativa, es mucho más evidente cuando los sujetos tienen que leer textos complejos y queda mucho más diluida ante textos sencillos o si el análisis posterior que se solicita es superficial.
Efectivamente, parece que la lectura en soporte papel favorece un tratamiento comprensivo más profundo que cuando el texto se nos presenta a través de una pantalla. Puede ser que el texto impreso provea al lector de más estímulos táctiles, físicos y espaciotemporales que aportan más claves sobre la lectura, como argumentan algunos autores (Bresó-Grancha 2022).
Un debate que comienza
Otros lo explican por lo que han denominado como the shallowing hypothesis (hipótesis de la superficialidad). Esta teoría sugiere que debido a que el uso que se hace de la mayoría de los medios digitales consiste en una rápida interacción impulsada por una recompensa inmediata (p.e.: Likes), los lectores pueden encontrar difícil realizar tareas que requieran atención sostenida al emplear este tipo de soportes, como es la comprensión lectora en profundidad. Cuanto más usen medios digitales, menos capaces serán de usarlos para tareas desafiantes a nivel cognitivo (Pfost et al., 2013; Duncan et al., 2015).
Se ha observado igualmente que aquellas personas acostumbradas a leer textos en papel son menos propensas a estar realizando múltiples tareas en simultáneo a la lectura, en comparación con aquellas que habitúan a leer en formato digital. La lectura en medios digitales parece alentar la división atencional. Esto, evidentemente, afecta a la profundidad con la que se procesa el texto.
Sin embargo, no siempre el formato impreso es el más ventajoso, y existen casos en los que los soportes digitales son buenos aliados para facilitar la lectura y la compresión. Por ejemplo, diversas investigaciones han demostrado que personas con dificultades en el aprendizaje de la lectura o dislexia se benefician de opciones de lectura que solo el formato digital puede ofrecerles, como una presentación más espaciada entre letras o regular la velocidad a la que aparece el texto (Schneps et al., 2013).
Quizá todavía sea pronto para poder tener una fotografía completa de la influencia real que tiene el abuso de pantallas en el desarrollo de habilidades cognitivas. Se necesitan más investigaciones con diseños longitudinales a largo plazo para arrojar más luz sobre este asunto.
También los recursos digitales ofrecen múltiples beneficios que no pueden ser obviados, sobre todo en casos de dificultades de aprendizaje. Políticas educativas coherentes serían aquellas que fomenten que en el aula coexistan los libros con las pantallas. La tecnología seguirá avanzando y el libro continuará también al lado del aprendizaje por muchos años.
Este debate sobre las pantallas se abordará en una openclass de UNIR el próximo 12 de septiembre. Distintas expertas repasarán cómo estas tecnologías han revolucionado la enseñanza y el aprendizaje, y las influencias y el potencial educativo que tienen dentro de un aula.
*Javier Tubío es profesor en el Máster Universitario en Neuropsicología y Educación de UNIR. Licenciado en Psicología por la Universidad de Granada y doctor internacional y máster en Gerontología Clínica por la Universidad de La Coruña y Santiago de Compostela.
Referencias
Bresó-Grancha, N., Jorques-Infante, M. J., & Moret-Tatay, C. (2022). Reading digital- versus print-easy texts: a study with university students who prefer digital sources. Psicologia, reflexao e critica : revista semestral do Departamento de Psicologia da UFRGS, 35(1), 10. https://doi.org/10.1186/s41155-022-00212-4
Delgado, P., Vargas, C., Ackerman, R., & Salmerón, L. (2018). Don’t throw away your printed books: A meta-analysis on the effects of reading media on reading comprehension. Educational Research Review, 25(Complete), 23–38. https://doi.org/10.1016/j.edurev.2018.09.003
Duncan, L. G., McGeown, S. P., Griffiths, Y. M., Stothard, S. E., & Dobai, A. (2016). Adolescent reading skill and engagement with digital and traditional literacies as predictors of reading comprehension. British journal of psychology, 107(2), 209–238. https://doi.org/10.1111/bjop.12134
Fontaine, G., Zagury-Orly, I., Maheu-Cadotte, M. A., Lapierre, A., Thibodeau-Jarry, N., Denus, S., Lordkipanidzé, M., Dupont, P., & Lavoie, P. (2021). A Meta-Analysis of the Effect of Paper Versus Digital Reading on Reading Comprehension in Health Professional Education. American journal of pharmaceutical education, 85(10), 8525. https://doi.org/10.5688/ajpe8525
Haddock, G., Foad, C., Saul, V., Brown, W., & Thompson, R. (2020). The medium can influence the message: Print-based versus digital reading influences how people process different types of written information. British journal of psychology, 111(3), 443–459. https://doi.org/10.1111/bjop.12415
Pfost, M., Dörfler, T., & Artelt, C. (2013). Students’ extracurricular reading behavior and the development of vocabulary and reading comprehension. Learning and Individual Differences, 26, 89–102. https://doi.org/10.1016/j.lindif.2013.04.008
Shudong Wang, Hong Jiao, Young, M. J., Brooks, T., & Olson, J. (2008). Comparability of Computer-Based and Paper-and-Pencil Testing in K–12 Reading Assessments: A Meta-Analysis of Testing Mode Effects. Educational and Psychological Measurement, 68(1), 5–24.
Schneps, M. H., Thomson, J. M., Chen, C., Sonnert, G., & Pomplun, M. (2013). E-readers are more effective than paper for some with dyslexia. PloS one, 8(9), e75634. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0075634
Singer, L. M., & Alexander, P. A. (2017). Reading on Paper and Digitally: What the Past Decades of Empirical Research Reveal. Review of Educational Research, 87(6), 1007–1041. https://doi.org/10.3102/0034654317722961