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En UNIR te contamos qué es el pensamiento simbólico en los niños, qué importancia tiene y algunas dinámicas para estimularlo en el aula
Los maestros desempeñan una labor fundamental en el desarrollo físico y cognitivo de los más pequeños de la casa. En UNIR te contamos qué es el pensamiento simbólico en los niños, qué importancia tiene y algunas dinámicas para estimularlo en el aula.
¿Qué es el pensamiento simbólico en los niños?
A medida que crecen, los niños y niñas exploran su ambiente y activan paso a paso las capacidades de su mente, las cuales desembocan en el desarrollo de la expresión y la comunicación. El pensamiento simbólico es la capacidad que permite al ser humano crear y manejar diversas imágenes mentales, representaciones simbólicas de la realidad que van más allá de la experiencia o del contacto directo con el entorno. Esta capacidad permite transmitir información de una persona a otra, lo que posibilita el desarrollo cultural y social, así como conocer y aprender conceptos sin la necesidad de experimentarlos de forma directa.
Al nacer, los bebés desconocen el entorno, los objetos o las ideas y emociones que componen la realidad. El pensamiento simbólico comienza a desarrollarse a partir del primer año de vida: los niños empiezan a pensar con imágenes y símbolos, a comprender y representar objetos o ideas a través de gestos, reconociendo imágenes o con sus primeras palabras. En el desarrollo de la función simbólica es fundamental el vínculo del pequeño con su entorno, ya que la imitación será la primera vía de aprendizaje para desarrollar esta capacidad.
La importancia del pensamiento simbólico radica en su relevancia para el posterior desarrollo del potencial intelectual de los niños: los pequeños comienzan imitando las formas de comunicación de los adultos para, posteriormente, recrear situaciones reales o imaginarias a través del juego, logrando cada vez un mayor nivel de abstracción.
Una de las primeras muestras de pensamiento simbólico es la acción de señalar a las personas u objetos que ya son capaces de identificar. Es su forma de interaccionar con su entorno: bien para reclamar atención o para pedir algo que no alcanzan. A medida que el niño crece, el pensamiento simbólico se fortalece y da paso a formas más complejas de comunicación hasta llegar al lenguaje oral y escrito.
¿Cómo desarrollar el pensamiento simbólico en el aula?
Los gestos y los sonidos que los niños utilizan para identificar su entorno son una muestra del desarrollo de su pensamiento simbólico. Una de las labores de los maestros es estimular y acompañar a los pequeños en el desarrollo de esta capacidad creando las situaciones de aprendizaje adecuadas.
El juego simbólico es una de las herramientas de las que disponen los maestros de Infantil para el desarrollo de esta capacidad. Consiste en recrear y representar el entorno a través de la imitación de conductas o roles. Por ejemplo, los juegos de disfraces, los juguetes de oficios (bombero, cocinero, policía), jugar con muñecos o peluches para recrear aventuras o fomentar el cuidado de otros, etc.
Los docentes tienen a su alcance un amplio abanico de juegos con los que fomentar el pensamiento simbólico de sus alumnos en el aula. Algunos ejemplos son:
—Juegos de roles: el límite es la imaginación. Se pueden asignar distintas profesiones a cada niño y hacer que interactúen recreando situaciones en las que sea necesario comunicarse: un cocinero que va a comprar a la tienda, un mecánico que arregla el coche de una persona, una doctora que cura un raspón en la rodilla de un deportista; etc.
—Juegos de mesa adaptados a su edad: desde los más básicos para aprender los números y colores hasta clásicos como el Parchís.
—Puzzles y juegos de construcción: reconstruyen imágenes o aprenden a evocar figuras que no tienen presentes a través de pequeñas piezas.
—Cuentos y adivinanzas como el juego del ‘Veo veo’: El relato descriptivo ayuda a que los niños construyan narrativas en su mente a través de imágenes.
El juego simbólico es importante para los niños porque les permite recrear y representar la realidad y así comprenderla y potenciar su desarrollo social. También porque a través de este tipo de juegos los pequeños aprenden a entender y expresar sus emociones, impulsan su creatividad y desarrollan su pensamiento.