Viviana Ahumada Carriazo
El discurso de odio, potenciado por las redes sociales, persigue a las víctimas, especialmente a las minorías, sin ofrecerles refugio. La educación se erige como la mejor solución contra este problema, con el profesorado como mediador y el pensamiento crítico como defensa esencial.
El discurso de odio se ha convertido en una sombra que no se separa de las víctimas, las sigue a todas partes, especialmente a grupos minoritarios cuyo refugio es casi inexistente gracias a la viralización de información en las redes sociales. De este modo, la educación destaca como arma para el problema, el profesorado como el mejor mediador, y el pensamiento crítico como la armadura más adecuada.
La violencia, como manifestación del odio, siempre ha sido parte de nuestra sociedad lastimosamente. Con el paso del tiempo y la evolución, ese panorama ha degradado en otras formas de expresión de odio “más aceptadas” como el uso del lenguaje para expresarlo. “¿Se podría decir que, con el paso del tiempo, las manifestaciones de violencia del hombre han disminuido en cuanto al nivel de crueldad y cantidad?” Ese sería un ideal, pero al parecer, la violencia solo se ha trasladado.
La realidad es que con la llegada de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) los discursos de odio se han acentuado. Los diferentes medios de difusión han generado un sinfín de posibilidades de expresión de todo tipo, y esto ha abierto paso a muchos beneficios y comunicación positiva, pero también, a la réplica de información distorsionada y mal intencionada.
Ya no hay lugar seguro
Cuando los medios de comunicación eran limitados y se generaba una manifestación de odio en un aula de clases o en cualquier entorno educativo, ese individuo o grupo de personas siempre podían ir a casa con su grupo de apoyo y refugiarse de la situación. De alguna manera existía una protección psicológica. Sin embargo, hoy en día ya no hay un lugar seguro. Los discursos de odio siguen a las personas a todas partes y esto ha generado más riesgos en la salud psicológica e incluso física de los seres humanos.
Una de las razones por las cuales se inician los estudios sobre el bullying y los discursos de odio, es por su relación con los suicidios, especialmente entre jóvenes. Existe una sólida evidencia de que hay una correlación entre la exposición al bullying, el surgimiento de la depresión y el suicidio (Azúa et al 2020; Navarro-Gómez, 2017; Fadanelli et al, 2013). Por ello, es clara la pertinencia de abordar este tema con especial cuidado y responsabilidad.
Armas de doble filo
En este sentido pasa algo muy curioso, pues nunca había existido tanta consciencia ni se habían generado tantos esfuerzos por acabar los discursos de odio desde áreas como la educación social (Niemi et al, 2018). Hoy en día, todo el sistema educativo está plenamente comprometido con generar acciones para contrarrestar este problema en las aulas y fuera de ellas, aun así, ha aumentado. “¿Por qué?” Es la gran pregunta.
Una de las respuestas tiene que ver con las TIC. Hoy en día prácticamente todos los seres humanos, tienen la posibilidad de formar parte de la red y difundir información. No obstante, este no es el verdadero problema, porque si la información fuera pertinente y empática, no existirían discursos de odio. En realidad, el verdadero problema es su uso inadecuado.
A esto se le suma todo un tema de radicalización, ya que el cerebro es muy sensible a la información que se repite constantemente. Hemos evolucionado para aferrarnos a lo que más usamos, lo que más vemos, lo que más se repite en nuestro entorno. Normalizamos fácilmente las situaciones a las que nos exponemos a diario para adaptarnos a ellas y generar sesgos cognitivos que nos ayudan, casi como un atajo, a la hora de tomar decisiones.
De igual forma, el miedo a ser excluidos por ir en contra de discursos mal intencionados que se han viralizado y la búsqueda de pertenencia a un grupo, generan un componente adicional que puede estar involucrado en estas prácticas malintencionadas. Además, son respaldadas por los medios y los grupos políticos, quienes utilizan la polarización como una de sus estrategias para cautivar audiencia en escenarios digitales (Said-Hung, et al, 2023).
Solo uno de cada diez estudiantes procedentes de los países de la OCDE parece saber distinguir entre hecho y opinión
Así mismo, los discursos sobre “bienestar” que se fomentan últimamente en varios contextos, incluyendo el educativo, tienen una clara tendencia hacia el egoísmo: “Tú eres lo primero siempre”, “siempre tu bienestar primero”, “solo tú importas”; frases típicas que han empezado a hacer eco con un trasfondo que invita a confirmar que mis pensamientos y valores importan más que los del otro. Se convierte esto en un discurso egocéntrico y polarizado que va en contra de la aceptación completa y real de los pensamientos y valores de otras personas.
La libertad de expresión, al igual que las TIC, se visualiza entonces como un arma de doble filo, pues al tener la posibilidad de manifestar cualquier tipo de discurso, se da total cabida al odio, así como a noticias falsas y distorsión en la información, aspectos que están estrechamente entrelazados (Zait, 2022). Es aquí donde se debe dejar total claridad respecto a los límites de la libertad, pues esta termina donde comienza la libertad del otro.
Muy relacionado con la expresión de discursos de odio, se encuentran quienes siguen ese discurso asumiendo que su contenido es verídico y que esas opiniones son hechos. Porque, cuando no hay criterios establecidos para identificar la diferencia entre lo real y las opiniones, los estudiantes serán muy vulnerables a creer y proliferar información distorsionada y mal intencionada.
Según el informe PISA 2018 “solo uno de cada diez estudiantes procedentes de los países de la OCDE parece saber distinguir entre hecho y opinión” (Ministerio de Educación y Formación Profesional, 2019, p. 8) lo que conlleva a que, en las aulas, se normalicen los discursos de todo tipo incluyendo los de odio, sin analizar su veracidad. Investigaciones más recientes sobre el tema muestran que un porcentaje más alto de estudiantes, cercano al 50%, identifican los discursos de odio, pero la mayoría de ellos no cuentan con las capacidades para contrarrestarlos con relatos reales y empáticos (Camacho, 2024).
Propuestas solutivas
Es aquí donde se hace necesaria la mejor armadura para la gestión adecuada de todo lo mencionado hasta el momento: el pensamiento crítico, que lejos de estar relacionado con criticar tiene que ver con la capacidad de tener criterios pertinentes para decidir y actuar.
No es una tarea fácil desarrollarlo, y mucho menos fomentarlo; incluso para los docentes, se ha convertido en un reto diferenciar entre los hechos y las opiniones, entre la información real y la información basada en suposiciones.
La educación se convierte en una herramienta clave para combatir esta problemática creciente.
La solución a todos los problemas sociales siempre apuntará a la educación. Es necesario fomentar en las aulas las bases para desarrollar criterios basados en la interculturalidad, la tolerancia y la diversidad a la hora de seleccionar la información que incorporamos en nuestro contenido diario, y más aún a la hora de replicar dicho contenido, especialmente cuando este, de alguna forma, afecta a los derechos y la integridad de otras personas (Celik, 2019; Salido, 2023).
En este sentido, la educación en pensamiento crítico es fundamental y resulta de gran utilidad tanto para quienes son afectados como para quienes tienen influencia en su entorno. La formación de formadores se convierte en la herramienta más efectiva para multiplicar este conocimiento, ya que son los formadores quienes finalmente realizan ese proceso de andamiaje con decenas y cientos de mentes jóvenes. Programas como el Máster Universitario en Prevención y Mediación de Conflictos en Entornos Educativos de UNIR, se han tomado en serio la tarea, involucrando en sus clases las herramientas necesarias para tal fin.
El llamado entonces es a armar al profesorado con pensamiento crítico y el fomento de este en sus aulas, para contrarrestar el discurso de odio que se ha fortalecido en los últimos tiempos y que genera tantas repercusiones negativas en el desarrollo individual y social. Por tanto, la educación se convierte en una herramienta clave para combatir esta problemática creciente.
Referencias bibliográficas
(*) Viviana Ahumada Carriazo. Docente Máster Universitario en Prevención y Mediación de Conflictos en Entornos Educativos de UNIR. Psicóloga y licenciada en Pedagogía Infantil. Magister en Educación con énfasis en cognición, y estudios en docencia universitaria. Ha coordinado y asistido en diferentes proyectos y programas de tipo social y educativo desde las áreas administrativa e investigativa para sectores públicos y privados.
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