UNIR Revista
Durante la etapa preescolar resulta esencial estimular sus habilidades motoras. ¿Por qué? Una buena psicomotricidad es la base para su maduración cognitiva, emocional y social.
Durante la etapa preescolar—incluso, mucho antes, desde que el niño es un bebé—resulta esencial estimular sus habilidades motoras. ¿Por qué? Una buena psicomotricidad es la base para su maduración cognitiva, emocional y social. Las técnicas de psicomotricidad enseñan al alumno a interactuar con el entorno, a controlar su conducta y mejorar sus competencias comunicativas. No es de extrañar entonces que uno de los objetivos curriculares clave en Educación Infantil sea el trabajo continuado de la psicomotricidad con los alumnos. ¿Sabes en qué consiste la psicomotricidad fina y gruesa? En UNIR abordamos qué son, sus características y diferencias.
En qué consisten la psicomotricidad gruesa y fina
Cuando hablamos de psicomotricidad nos referimos a las destrezas o habilidades que muestra el niño a la hora de controlar sus movimientos corporales cuando interactúa con su entorno. Estos movimientos pueden ser de dos tipos: gruesos y finos.
La motricidad gruesa
Hace referencia a esos movimientos que podríamos definir como “más burdos”, en los que participan grupos musculares amplios, como saltar, correr, rodar, gatear, subir y bajar escalones… Son los primeros movimientos que se aprenden y los más fáciles de ejecutar.
La motricidad fina
Exige al pequeño mayor control de su sistema motor, tanto en el tono muscular como en ejercer determinada fuerza. Son los movimientos que se realizan a través de grupos musculares más pequeños y requieren la coordinación, por ejemplo, del ojo y la mano. También requieren en su ejecución que el niño mantenga la atención y concentración durante la actividad. Por lo tanto, aprender estos movimientos les lleva tiempo y práctica. ¿De qué movimientos finos estamos hablando? Abrocharse un botón, punzar un papel, recortar con tijeras, sostener un objeto pequeño con la punta de los dedos, hacer la pinza para coger el lápiz y seguir un trazo marcado en un papel.
Por qué es tan importante trabajar la psicomotricidad
Como se ha indicado al inicio, estimular la psicomotricidad ayuda al niño a explorar su entorno, al mismo tiempo que trabaja su tono muscular, su postura y forma física. Pero, además, a través de las técnicas de psicomotricidad, los alumnos aprenden dos habilidades vinculadas con el desarrollo de sus competencias sociales, por ejemplo, a expresar sus emociones y regular su conducta.
Los centros de Educación Infantil suelen contar con un aula de psicomotricidad y no solo con el fin de sustituir al patio de colegio en los días de lluvia. En esta sala se abordan a través de juegos los siguientes aprendizajes:
El esquema corporal
A través de juegos de imitación o actividades inspiradas en las posturas de yoga los niños aprenden e interiorizan las partes de su cuerpo, su imagen corporal.
La comunicación gestual
Un punto clave para expresar emociones e identificar los estados anímicos de los otros. ¿El plus? El entrenamiento gestual es uno de los primeros pasos para entrenar al mismo tiempo la motricidad fina.
Técnicas de relajación
Enseñar a los alumnos a respirar profundamente llevando un ritmo marcado o a ralentizar sus movimientos (por ejemplo, jugando a ser tortugas) les ayuda a empezar a regular su conducta, a concentrarse y, sin duda, les libera del estrés y agotamiento tras una tarea que les ha exigido esfuerzo.
Ejercicios de equilibrio
También los ejercicios para mantener el equilibrio (caminar sobre una línea pintada en el suelo, sostenerse en una sola pierna durante unos segundos…) son claves para trabajar el tono muscular y sus procesos atencionales.
Ejercicios de coordinación y lateralidad
Los ejercicios con pelotas para la coordinación ojo-mano y ojo-pie; mano y pie derechos e izquierdos sirven para trabajar la lateralidad y el esquema corporal.
¿Qué actividades potencian la psicomotricidad fina?
En el propio trabajo diario dentro del aula se pueden implementar un sinfín de tareas. Por ejemplo: el modelado con plastilina—un material que nunca puede faltar en clase—es una actividad ideal para que el niño coja fuerza en los dedos para que luego aprenda a hacer la pinza con el lápiz. Otros recursos serían las construcciones con piezas de diferentes tamaños, pedir al alumno que introduzca aros en tubos, que rellene figuras pegando trozos de papel pequeños (collages) o montar en clase un taller de collares de cuentas (o macarrones, pasta de estrellitas…). También se puede trabajar la psicomotricidad fina con objetos y actividades de la vida cotidiana, como las pinzas de depilar o colgar la ropa, tuercas, tornillos, etc.
Estas son algunas actividades para trabajar la psicomotricidad fina y gruesa en el aula de infantil. No obstante, es el maestro de Infantil quien debe plantear y crear sus propios recursos para trabajar esta competencia con su grupo de acuerdo a tres factores: las necesidades educativas, el nivel de maduración motriz y las motivaciones o gustos de sus alumnos. Cuanto más atractivas sean estas sesiones de psicomotricidad más participativos se van a mostrar.