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Raquel López, coordinadora de bienestar: “No hay mayor recompensa que una madre te diga que has salvado a su hija”

Raquel López encarna a estas figuras educativas sin rutinas, que han de abordar y resolver problemas urgentes, surgidos sin previo aviso, y que no entienden de horarios. Suponen referentes porque escuchan y acompañan a niños y adolescentes en momentos delicados.

Raquel López, profesora en el Máster de Formación Permanente en Coordinación de Bienestar y Protección del Alumnado.

Raquel López, profesora en el Máster de Formación Permanente en Coordinación de Bienestar y Protección del Alumnado, coordinadora de bienestar y protección del alumnado (CBP) en su centro educativo (Colegio Salesiano Santo Domingo Savio) el pasado curso 2022-23, asegura que lleva algunos años ejerciendo esas mismas funciones bajo una denominación distinta sin que esa figura laboral estuviese recogida en la legislación.

Si algo define mi labor como CBP es la ausencia de rutina”, sentencia López. Finaliza la mayoría de sus jornadas sin abordar tareas pendientes en su agenda porque, entre unas cosas y otras, debe apagar fuegos más inmediatos, como que se le presente un estudiante llorando y bajo una necesidad urgente de hablar con ella. Debe entonces aplazarlo todo y pararse a escuchar.

Da igual la naturaleza más o menos grave de ese problema puntual, de si se trata de una simple discusión pasajera con su mejor amigo o un intento de suicidio: si ha llevado a ese adolescente a las lágrimas, debe ser escuchado y acompañado sin los apuros del reloj o de la agenda.

Algo similar ocurre cuando es el propio centro quien detecta situaciones que pueden afectar a la integridad de un alumno o de una familia. La actitud proactiva de los profesionales del colegio se traduce en un gran engranaje de reuniones, informes y coordinaciones entre distintos servicios para responder lo mejor posible y cuanto antes.

“A veces, seguir los protocolos establecidos para estas situaciones supone aplazar todo lo que no es urgente para responder a la situación, para elaborar informes… Hay problemas que absorben toda nuestra atención y dedicación”, añade Raquel López.

Diferencias entre edades

La docente explica que sus labores difieren en función del segmento de población. Su trabajo con niños es indirecto y el contacto suele ser grupal, en charlas y talleres, y muy de la mano de las orientadoras.

El trato con los adolescentes es más directo. Sale de ellos mismos contarle sus problemas y, a veces, sus alegrías. A Raquel López le encanta sentirse una figura de referencia con la que puedan hablar de cualquier tema, y que incluso quieran continuar el contacto tras concluir el instituto para consultarle todo tipo de dudas.

Es muy cierto: López cuenta cómo el mes pasado un alumno al que en su momento ayudó durante su transición de género le regaló una decoración hecha a mano por él mismo. Mantienen el contacto. Y tuvo otro alumno que llegó a España casi sin saber leer español, recién matriculado en primero de Formación Profesional Básica (FPB), y que ahora estudia una ingeniería.

Hay problemas que absorben toda nuestra atención y dedicación. No pueden posponerse.

 

En cuanto a las familias, la experta señala que su contacto disminuye conforme el niño crece, pero también reconoce que ciertas familias siempre están al pie del cañón, no faltan a un taller y se ilusionan ante cualquier nuevo proyecto que se les plantea. Con ellas se programan acciones grupales para abordar temas adaptados a las edades de sus hijos: salud mental, educación afectivo-sexual, uso de las TIC, prevención de consumos…

De hecho, este mismo año una madre le agradeció a López su preocupación y los consejos dados a su hija, un trato habitual con el que evitó que se quitara la vida. “Cuando una madre te dice que has salvado la vida a su hija… No hay mejor recompensa o reconocimiento”, cuenta la orientadora.

Es más, su centro recibió el pasado 19 de junio una Mención Honorífica, en el Primer Premio de Bienestar Emocional por su labor en la lucha por el bienestar emocional, convocado a nivel nacional por el Ministerio de Educación y Formación Profesional.

Trabajo que da frutos

“Si algo me llena de alegría es participar en las graduaciones. Veo graduarse en Grado Superior a chicos que atendí muy estrechamente desde Primaria, a veces con dificultades importantes. Y verles con la beca puesta, ante un futuro lleno de ilusiones, me recuerda que el trabajo diario que hacemos en los coles tiene sus frutos. Quizá no se ve a corto plazo, pero está ahí”, subraya Raquel con cierta emoción.

Raquel habla desde la autoridad de su experiencia cuando asegura divertida que cada edad “tiene sus cosillas”. Con los niños da gusto organizar actividades porque son muy agradecidos y las acogen con entusiasmo, y funcionan como esponjas que absorben con curiosidad todo cuanto les rodea. Además, desprenden un cariño desbordante que les lleva a abrazar en el patio del colegio a quien sencillamente les organizó una actividad el día anterior.

Los adolescentes, sin embargo, son más complicados y requieren mayor exactitud en los temas, en los modos de abordarlos y en los propios ponentes para que la actividad resulte un éxito. Aunque también añade que si consigues acercarte a ellos desde la emoción y comprueban que de verdad el docente se preocupa por ellos, te los has ganado para siempre.

Raquel López también es orientadora de Grado Básico. Todos los cursos trata con niños y niñas procedentes de entornos socioeconómicamente deprimidos y vulnerables, carentes de un mínimo bienestar general. Llegan al centro educativo desmoralizados, con autoestimas muy dañadas por situaciones familiares complicadas y por un sistema que les hace percibirse injustamente como fracasados.

coordinador de bienestar

El colegio puede convertirse así en ese hogar del que paradójicamente carecen fuera, un entorno amable para compensar muchas carencias y donde pueden desconectar y sentirse arropados. El fundamento principal, según López, es quererles. “Lo demás viene solo”, asegura.

Tratar a estos niños es un trabajo en equipo. La idea es atender el estado emocional de estos muchachos, escucharles hasta entenderles, y entonces ocurre lo que la experta denomina el milagro: sus notas mejoran, sus padres están más contentos con ellos, mejoran sus relaciones familiares, su estado de ánimo florece.

“En resumen: claro que desde el centro educativo podemos hacer mucho para ayudar a estos chicos… ¡A todos y a todas! Muchos pasan más tiempo en el colegio que en casa, o más tiempo con los profesores que con sus padres. Si aprovechamos ese potencial podremos ver muchos milagros”, afirma la docente con entusiasmo.

Una de las claves que más destaca López para obrar estas pequeñas alegrías es el trabajo en equipo, una cuestión casi inevitable en esta área. Profesores, orientadores, coordinadores de convivencia, equipo directivo deben actuar como una red. “Tenemos que lograr que todos los esfuerzos vayan en la misma dirección”, apunta.

A veces, afrontar juntos tareas “tan bonitas” se topa con el escollo de las carencias de tiempo y recursos. La planificación también resulta complicada cuando la mayor parte de los problemas son urgentes y demandan una atención plena e inmediata. Casos como acosos escolares o intentos de suicidio no entienden de jornadas laborales.

“Y se corre el riesgo de dejar en un triste segundo plano otras acciones que son fundamentales para el bienestar del alumnado: formaciones, talleres… ¡Haría tantas cosas si tuviera más tiempo!”, suspira la docente.

La Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia realza la importancia del coordinador de bienestar y protección del alumnado (CBP). Una figura que aglutine esfuerzos, que coordine y motive en base a una línea común de trabajo para, entre otras muchas cosas, evitar duplicidades y solapamientos en el día a día.

El CBP debe siempre tener presente que el bienestar va más allá de la mera resolución de problemas, y por lo tanto debe recordar ese objetivo común al resto de compañeros y colaborar en la programación de las acciones.

De hecho, otros de los grandes desafíos que afronta esta normativa es precisamente la de dar a conocer esta nueva figura laboral, cuyas competencias muchas veces no son visibles o se confunden con las de un orientador. “No les juzgo por ello, hasta a mí me cuesta diferenciarlas”, concluye Raquel López.

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