María Jesús Santos Villalba
El acoso escolar ha existido desde hace siglos, sin embargo, nos encontramos ante un cambio de percepción, y lo que antes era “cosa de niños”, hoy día es un problema grave, y es por ello, que está despertando gran interés y preocupación, tanto en el ámbito social, como en el científico y pedagógico.
El acoso escolar ha existido desde hace siglos, sin embargo, nos encontramos ante un cambio de percepción, y lo que antes era “cosa de niños”, hoy día es un problema grave. Por ello está despertando gran interés y preocupación, tanto en el ámbito social, como en el científico y pedagógico.
El acoso escolar o bullying, se refiere a una serie de conductas reiteradas de agresiones físicas, verbales o no verbales, con el propósito de hacer daño, y que son llevadas a cabo por una persona o grupo de personas y dirigidas hacia una víctima.
Los participantes activos en esta dinámica son: la víctima, el acosador y los espectadores, entendidos estos, como aquellos chicos o chicas que participan de forma directa o indirecta en el acoso, bien apoyando al acosador, observando u obviando la situación sin prestar atención a la víctima.
Precisamente, se viene incrementando los estudios científicos sobre el papel de los espectadores, así como los factores que influyen en el entorno escolar en la aparición o prevención del acoso.
Una encuesta sobre las “Percepciones y vivencias del acoso escolar y el ciberacoso entre la población española de 10 a 17 años”, señala que el 82% de los pre-adolescentes/adolescentes de España, habían observado algún tipo de violencia o humillación, a través de burlas, agresión física y verbal, entre otras.
En los chicos es más habitual el maltrato físico, y en las chicas, el psicológico
Y que un 23% había sido partícipe de algún tipo de violencia o humillación. En los chicos es más habitual el maltrato físico, y en las chicas, el psicológico a través de insultos, chantaje o aislamiento social.
Este tipo de violencia incide de forma negativa en el desarrollo del aprendizaje, en la personalidad de la víctima, en las relaciones sociales y en la convivencia, pero sobre todo deteriora el clima en las aulas.
El acoso escolar no tiene su origen en la escuela, es más bien un reflejo de lo que ocurre en la sociedad. Por este motivo, para abordar esta problemática es necesario adoptar medidas de prevención e intervención psicoeducativa, así como la implicación de todos los agentes sociales.
Existen diversas metodologías y programas psicopedagógicos que han demostrado su eficacia para combatir el bullying. Nos referimos al Método KIVA, originario de Finlandia que también se aplica en España.
Entre sus principios destaca el hacer público el acoso escolar, dotar de herramientas a los docentes, alumnado y familias para que exista un cambio de percepción; el Programa PIECE, que ayuda al alumnado a conocer y manejar la Inteligencia Emocional para la mejora de la convivencia escolar; o el Programa CIP, entre otros, que tiene como fin el concienciar, informar y prevenir el acoso escolar.
Aunque son numerosas las iniciativas que se están llevando a cabo para combatir el bullying, parecen ser insuficientes, por lo que hay que continuar desarrollando campañas de sensibilización y de concienciación.
Es clave fomentar la cooperación de las familias en la escuela
Por todo ello, es fundamental que la intervención psicopedagógica se centre en los siguientes objetivos:
– Establecer líneas de actuación conjunta (escuela-familia-entorno) a través del diálogo y la apertura del centro.
– Organizar asambleas semanales, donde participe el alumnado y los docentes, con el objetivo de analizar las normas, poner en común situaciones o buscar soluciones a los posibles conflictos.
– Impartir formación especializada al profesorado en gestión y mediación de conflictos y cultura de paz.
– Fomentar la cooperación de las familias en la escuela, mediante la creación de “Escuelas de Familia”, donde puedan participar y poner en común experiencias, para así, poder cultivar el arte de convivir en el día a día, con diálogo, paciencia, respeto, sinceridad y afecto.
Empatía, confianza y honestidad
En síntesis, las escuelas deben ser lugares seguros que ayuden en el óptimo desarrollo integral de nuestro alumnado, con docentes dotados de herramientas y recursos para detectar y gestionar este tipo de situaciones, conocimientos como los que proporciona el Máster en Psicopedagogía de UNIR.
Como docentes tenemos el deber de dotar a nuestros alumnos de las herramientas necesarias para desenvolverse en la sociedad, a través del aprendizaje y puesta en práctica de competencias socioemocionales y una educación cívica-moral que les permita vivir en primera persona valores tales como el respeto, las normas, los límites, la empatía, la confianza y la honestidad.