María Campo Martínez
Hay muy buenos profesores que pasan a asumir el puesto de director, coordinador o responsable de algún departamento concreto y no brillan tanto como en el aula. Saber de educación y pedagogía no significa saber dirigir. Para dirigir adecuadamente hay que tener una formación específica.
La gestión en los centros educativos ha variado enormemente en los últimos años. Se ha pasado de una vertical, y con una gran carga para la dirección a la hora de tomar decisiones y luchar por sacar adelante los proyectos, a otra más horizontal, en la que las tareas y responsabilidades se reparten y se implica al equipo, pero manteniendo una gran fuerza desde la dirección.
Este segundo tipo de gestión favorece un liderazgo basado más en la implicación de las personas y en la participación y colaboración en equipo.
El concepto de liderazgo, pues, también ha sufrido un giro importante: de poner el acento en la autoridad a ponerlo en la capacidad de influir, guiar, conducir y mostrar el camino a todos los miembros de la comunidad educativa. Este nuevo líder que surge subraya el factor emocional, se centra más en las personas. Es lo que Bernard M. Bass llama liderazgo transformacional y cuyas notas son las siguientes:
Mostrar cercanía profesional. Un líder, para poder llegar a las personas que gestiona, debe ser cercano, mostrar preocupación por ellos, dar oportunidad a que se sientan importantes y puedan acercarse a compartir sus preocupaciones o intereses. Es importante tener cuidado con el tipo de cercanía: la meta no es crear amistades sino relaciones cercanas profesionales.
Saber escuchar y conocer todo aquello que requieren y necesitan. No se trata de establecer programaciones o planes de trabajo estándar, sino de ofrecer un liderazgo personalizado en el que se tenga en cuenta a cada uno de los miembros del equipo y ellos así lo perciban.
Empatía. La dirección debe tener capacidad para entender a su equipo, aunque lo que propongan no sea el modo de acción mejor para el líder. La ayuda vendrá desde la comprensión.
Entusiasmar y contagiar pasión por aquello que se realiza: el líder debe ser el que mueva al equipo hacia el crecimiento, la superación y la innovación.
Ser coherente, y eso traerá como consecuencia el respeto. Para ello es fundamental la ejemplaridad: exigirse en aquello que se exige, cumplir en aquello que se ordena que se cumpla. Lo contrario genera falta de respeto y de autoridad.
Estar formado como director y no solo desde un punto de vista pedagógico. Hay muy buenos profesores que pasan a asumir el puesto de director, coordinador o responsable de algún departamento concreto y no brillan tanto como en el aula. Saber de educación y pedagogía no significa saber dirigir. Para dirigir adecuadamente hay que tener una formación específica.
Potenciar la formación de los empleados: hacerles crecer como personas y como profesionales.
Trabajar la tolerancia psicológica y ser capaz de seguir luchando sin tirar la toalla.
Potenciar un liderazgo compartido. Esto da lugar a una gestión mucho más productiva, participativa e implicada.