Román Rodríguez Curbelo
Patricia Sáenz, Laura Díaz y José Manuel Sanz, docentes de UNIR, protagonizaron un evento sobre el correcto uso de las nuevas tecnologías como recursos educativos muy útiles en clase, que requiere de una formación constante por parte de los docentes y que debe ser equilibrado.
Los tres docentes universitarios profundizaron en las claves más importantes para integrar correctamente la tecnología en el aula. La idea fundamental sobre la que pivotaron es que los maestros y profesores juegan un papel muy relevante en establecer los dispositivos y herramientas digitales como elementos que favorecen el desarrollo personal y académico.
Todos coincidieron en que las tecnologías son un medio para conseguir algo, siempre y cuando el profesor sepa qué quiere conseguir con ellas y siga un plan bien definido para implantarlas y usarlas. “Colocar pizarras digitales no obra ningún milagro”, ejemplificó José Manuel Sanz. Sin embargo, esas pizarras digitales son muy útiles ya desde muy temprano, en la etapa Infantil.
Sirven, por ejemplo, para pasar lista mediante avatares con los cuales los niños se reconocen, para evaluar su comportamiento o su rendimiento adjudicándose ellos mismos cierto número de estrellas, o incluso para emparejar a dos compañeros que quizá no se llevan bien. “Y, sin embargo, cuando se emparejan de esa manera, se toleran y hasta se terminan cayendo bien. Parece una tontería, pero todo rueda a partir de ahí”, añadió Sanz.
Los docentes pueden así integrar mediante sencillos procesos el uso de las nuevas tecnologías sin perder el toque humano y sin restarles autoridad y criterio profesional. Establecen hábitos de uso saludables y facilitan los refuerzos positivos.
Estas actividades deben cambiar conforme los niños crecen. En Primaria, continúa Sanz, las herramientas digitales pueden facilitar la evaluación a los niños, porque convierten las pruebas en algo lúdico, en juegos divertidos que perciben como naturales y, por lo tanto, no se sienten bajo presión.
El docente contó que se puede conseguir que todos los niños de un aula realicen en tiempo y forma una narración en papel y bolígrafo si previamente se les ha ambientado el tema en un escenario determinado. Un profesor puede entrar, por ejemplo, caracterizado como pirata e invitar a los niños a que descifren códigos en una tableta para encontrar tesoros por todo el colegio. Y la actividad probablemente sea un éxito.
Inmigrantes, nativos y analfabetos
Esta paulatina introducción de las tecnologías en las aulas, donde los niños pasan gran parte de su tiempo, suscita sin embargo reacciones diversas en las familias, según Laura Díaz.
Muchos padres muestran reservas, incluso miedo. Díaz suele argumentar entonces que los docentes se están formando en estas nuevas tecnologías, que son una especie de “inmigrantes digitales” que saben en cualquier caso cómo emplear estas herramientas durante el proceso de aprendizaje.
Patricia Sáenz subrayó en esa línea que los niños son nativos digitales, pero también analfabetos digitales. El único uso que normalmente conocen de las nuevas tecnologías es el recreativo, el social, que siempre se da fuera de las aulas y que en ningún caso es el mismo que el que debe producirse en los centros escolares.
Otros padres, no obstante, acogen con normalidad esta metodología y asumen con naturalidad las ventajas que se pueden obtener de este tratamiento digital en los centros escolares.
Los ponentes recalcaron que el abordaje de las nuevas tecnologías desde una visión docente requiere de una perspectiva integradora, y asumir que podemos y debemos adaptarnos a ellas: “No se trata de eliminar las nuevas tecnologías, o de actuar como si no existieran, sino de enseñar a convivir con ellas”, añadió Sáenz.
José Manuel Sanz observó asimismo el rechazo que suele generar lo nuevo, y la importancia de evitar posibles miedos. Unas emociones cuya fuerza disminuye con formación, con conocimientos y saber hacer.
Formación constante
Patricia Sáenz explicó que la formación de los profesores en esta materia ha de ser permanente, porque la propia tecnología cambia constantemente. “Lo que hoy aprenden estudiantes de grados en Magisterio o del Máster en Profesorado sobre este tema quedará obsoleto dentro de unos años. Debemos permanecer actualizados para conocer sus virtudes y subsanar sus riesgos desde nuestra labor docente”, explica Sáenz.
Laura Díaz asegura que estas herramientas resultan para ella un apoyo, pero en ningún caso la base fundamental de su método. Como responsable de estimulación temprana en distintas entidades sociales, Díaz emplea las nuevas tecnologías para que los niños contacten con la realidad que les rodea desde la manipulación física o experiencias sensoriales.
“Aprenden haciendo”, resumió. La idea es que las tecnologías sean finalmente elementos que favorezcan su desarrollo académico y, sobre todo, personal. En este último caso, las familias cumplen un papel primordial.
Familias
Díaz entiende, de hecho, que los límites y las reglas claras que delimiten un uso responsable de los distintos dispositivos a los que tienen acceso los niños deben surgir del entorno familiar. En los centros escolares se puede enseñar esa regulación y distribución de los tiempos frente a una pantalla, pero el papel de los padres siempre será el protagonista.
La docente de UNIR se muestra tajante: limitar esa exposición previene futuros casos de ansiedad, estrés o problemas de autocontrol. “Creo que se debe limitar el uso de las pantallas en los más pequeños. Habría que evitar que lo usen durante un tiempo prolongado. Cuando crecen, en edades de Educación Primaria, no puedes evitar que tengan ese contacto, pero sí limitarlo”, subraya.
Y destaca el acompañamiento. Del mismo modo que los padres están junto a ellos cuando ven la televisión, leen un cuento o incluso cocinan, el menor debe tener a su lado a un adulto.
Se normalizan estos hábitos y, por lo tanto, se desactiva la posibilidad de convertir la tecnología en un “oscuro objeto de deseo”, califica Sanz, que en edades posteriores puede convertirse en un problema.
