Ingrid Mosquera Gende
La lengua materna de los alumnos parece influir irremediablemente en el aula de lengua extranjera. Esa lengua materna, ¿debe emplearse como un recurso más de aprendizaje o se ha de evitar su uso a toda costa? Hay una gran controversia al respecto. Veamos el estado de la cuestión.
Como profesores nos enfrentamos con frecuencia a la complicada pregunta de si en las explicaciones debemos recurrir a la lengua materna de los estudiantes y realizar comparaciones con ella para enseñar mejor la lengua extranjera. Algunos docentes son categóricos en la respuesta, pero como en casi todo nada es blanco o negro.
Entre las ventajas del recurso a la lengua materna, se señala que el conocimiento y el dominio de la lengua materna pueden contribuir al establecimiento de relaciones, paralelismos o comparaciones fáciles de recordar para un nativo. Entre las desventajas, se mencionan los errores provocados por aplicar a la nueva lengua aspectos propios de la materna, empleados por una simple regla de extensión.
La teoría denominada Competition Model of Linguistic Performance, de Bates y MacWhinney, explica la relación que se establece entre las lenguas en el momento de proceder al aprendizaje de un nuevo idioma. La Competition Model of Linguistic Performance es una alternativa al nativismo y empirismo. Sus autores destacan la importancia del léxico, el establecimiento de conexiones con conocimientos previos y la importancia del input: la lengua se interpreta dependiendo del input recibido y de las conexiones que se establezcan con los conocimientos previos. Esos conocimientos, en el caso del aprendizaje de una segunda lengua, pueden pertenecer a otras lenguas que conozca el estudiante, entre ellas la materna, que, consciente o inconscientemente, influirá en el aprendizaje, como resume Cristina González en este vídeo:
Según lo que se acaba de ver, parece irremediable reconocer que la lengua materna es una inevitable presencia en el aula. La cuestión es cómo lidiar con ello.
Las comparaciones con la lengua materna pueden conducir, inexorablemente, al uso, esporádico o extendido, de la propia lengua materna en el aula, cuestión que suscita mucho debate. Cuenta tanto con fervientes detractores como con dubitativos defensores. Estos últimos destacan que los estudiantes, gracias a las comparaciones, pueden aprender mejor no solo la lengua objeto de estudio, sino también la suya propia, observada desde una perspectiva diferente. Los detractores indican que el aprendizaje de la nueva lengua debe tener su propio marco conceptual, una estructura diferenciada desde el comienzo, sin que se realicen comparaciones que conduzcan a errores, como se comentaba anteriormente: el alumno debe esforzarse para confeccionar su propio mapa mental del nuevo idioma.
Parece irremediable reconocer que la lengua materna es una inevitable presencia en el aula. La cuestión es cómo lidiar con ello.
Estas preguntas ayudan a reflexionar antes de llegar a una posible razonada solución:
-Aunque el docente no realice comparaciones explícitas, los estudiantes, implícitamente, consciente o inconscientemente, ¿realizarán esas comparaciones con su lengua materna?
-¿Se debe enseñar inglés (u otro idioma) de manera distinta a alumnos chinos que a alumnos españoles o alemanes? Dicho de otro modo: ¿la lengua materna de los aprendices debe influir en la forma de enseñarles una nueva lengua?
-Con la diversidad existente hoy en día, ¿se puede conocer la lengua materna de todos los alumnos de tal manera que se puedan realizar comparaciones explícitas?
-Si desde pequeños aprenden otra lengua como aprendieron la materna, de forma natural, ¿ya no surgirán esas comparaciones porque habrán creado un marco diferenciado para esa lengua?
Si la respuesta a las tres primeras preguntas es positiva, y a las dos últimas es negativa, se podría asumir que las comparaciones formarán parte, de un modo u otro, de las mentes de los alumnos. Habrá que ver, pues, si se da una preparación para ello y cómo se quiere afrontar este reto, dependiendo de la perspectiva y del bagaje docente. Se concluye que no hay una única respuesta válida.
Dos consideración más. Primero: el fenómeno del creciente número de lenguas maternas que puede haber en un aula es una oportunidad para aprender y conocer otras lenguas. No tiene por qué ser un fenómeno negativo. Se puede intentar sacar provecho de la diversidad sin llegar a confundir a los estudiantes. La segunda: el uso de comparaciones depende, también, de la distancia lingüística, semántica o pragmática de las lenguas que sean objeto de las observaciones.
Considerado todo lo anterior: si la clase de lengua extranjera es para que se aprenda esa lengua extranjera, el profesor empleará los métodos que crea convenientes, también el uso de las comparaciones o de la lengua materna.
El creciente número de lenguas maternas que puede haber en un aula es una oportunidad para aprender y conocer otras lenguas.
Si la clase de lengua extranjera es para que se aprenda esa lengua extranjera, el profesor empleará los métodos que crea convenientes, también el uso de las comparaciones o de la lengua materna.
- Máster Universitario en Formación del Profesorado de Educación Secundaria