UNIR Revista
Joaquín Azpitarte, profesor de la Facultad de Empresa y Comunicación de UNIR y experto en comercio exterior, es el autor de este artículo en el que analiza el impacto del conflicto bélico a nivel mundial.
El comercio internacional ha evolucionado formidablemente a partir de la segunda mitad del siglo XX. El volumen del comercio mundial es actualmente, según datos de la Organización mundial del comercio (OMC), 40 veces superior al registrado en 1950 y ha aumentado un promedio de un 4% anual desde el año 1995 (*).
El desarrollo tecnológico vinculado a las comunicaciones, la gestión digital de los datos y la mejora en los transportes lo han propiciado al reducir paulatinamente “la distancia” que había entre los distintos países del mundo. De esta forma, las empresas mundiales no solo pueden comerciar entre ellas más fácilmente sino también cooperar en la producción de bienes y servicios formando lo que actualmente llamamos cadenas de suministro globales.
Es decir que la mayoría de los bienes y servicios que consumimos en nuestro día a día son fruto de la cooperación entre empresas ubicadas en muy diversos lugares del mundo. Esta globalización de la producción y del comercio ha traído enormes ventajas a los ciudadanos de todo el mundo, representadas fundamentalmente por precios más bajos y por una mayor variedad y disponibilidad de productos para el consumidor. También ha permitido que muchos países puedan participar en la producción global de bienes y servicios.
¿Pero qué es concretamente la cadena de suministro y por qué es tan importante? La cadena de suministro está formada por el conjunto de etapas necesarias para la producción de un determinado bien o servicio. Es decir, por las etapas que van desde la extracción misma de las materias primas (en, por ejemplo, una mina), hasta la venta al consumidor del producto final, pasando por todas las etapas intermedias de producción y puesta al servicio del consumidor.
Cooperación entre múltiples empresas
De este modo en la cadena de suministro de uno de los tantos artículos que consumimos en nuestra vida diaria, usualmente participan múltiples empresas que cooperan entre sí en una cadena de relaciones proveedor-cliente que va creando y perfeccionando el producto final. Sociedades más evolucionadas económicamente tienen comúnmente estructuras productivas más complejas (y por lo tanto cadenas de suministro más extensas) y con ello artículos más eficientemente producidos.
No obstante, además de sus bondades, las cadenas de suministro también tienen sus debilidades. Cuando alguno de los eslabones de la cadena de suministro (es decir, cuando alguna de las empresas que la forman) se ve afectado, se puede ver afectada inmediatamente toda la cadena de suministro. Las cadenas de suministro sufren constantemente ajustes debido a las contingencias que diariamente se producen en cualquier mercado (nuevos productos que modifican relaciones entre empresas, compañías que quiebran, nuevos contratos entre proveedores, etc.).
Esto forma parte de la dinámica del mercado. Sin embargo, las cosas cambian cuando estamos en un entorno bélico, cuando se imponen sanciones a terceros países, cuando algunos gobiernos deciden endurecer sus políticas arancelarias o cuando, como hemos vivido recientemente, una pandemia afecta a la movilidad internacional.
Si uno o varios eslabones de la cadena de suministro se ven anulados por cualquiera de estos eventos, la cadena quedará rota y el suministro de ese bien de consumo no podrá llevarse a cabo de la forma en que se hacía antes. La consecuente disminución en la disponibilidad de ese bien supondrá, casi de inmediato, un incremento de su precio y, de no producirse la recomposición de la cadena de suministro, llegará la escasez de ese bien.
Condiciones de libertad y seguridad
Llegados a este punto es importante señalar que existe una tendencia a que las cadenas de suministro se reconstruyan rápidamente dado que todos los agentes que participan en ella tienen un enorme incentivo (el de no ver reducidas sus ventas y con ello sus beneficios) para reconstruirlas buscando proveedores alternativos. Pero para ello es necesario que, en su entorno, se den ciertas condiciones de libertad y de seguridad, tanto física como jurídica. Por ejemplo, es de vital importancia que los precios puedan fluctuar libremente, incrementándose cuando los bienes escaseen y reduciéndose cuando estos abunden, ya que los precios aportan la información necesaria para que tanto productor como el consumidor, tengan información sobre la abundancia o escasez de ese bien.
Por otro lado, con el incremento de lo precios (y potenciales beneficios), el empresario recibirá una señal (tendrá un incentivo) para formar nuevas cadenas de suministro en el corto plazo y recuperar la normalidad del mercado. Es por ello que, la fijación de precios máximos por parte de los gobiernos tendrá habitualmente un efecto contrario al esperado y acentuará la escasez de los mismo en lugar de facilitar su acceso.
Cualquier intento gubernamental de paliar las consecuencias negativas del incremento de los precios debe pasar necesariamente por eliminar las barreras arancelarias que pudieran existir, reducir los impuestos aplicados a estos productos y, sólo en último extremo (en el caso de bienes de primera necesidad sin bienes sustitutos), dar ayudas a los ciudadanos más necesitados (pero sin actuar sobre la formación del precio).
Bajo estas circunstancias podemos decir que la guerra de Ucrania afectará inevitablemente al resto del mundo en el corto plazo. Tenemos que pensar que vivimos en mercados interconectados y que, por lo tanto, la escasez de algún producto a nivel local puede afectar a los precios de oferta en todo el mundo. Es decir que no necesariamente hay que comprarle el trigo a Ucrania para que nos veamos afectados por el incremento de su precio.
El descenso de la producción de trigo en Ucrania afectará directamente a los países importadores que se queden sin ese producto, pero debido a que estos pujarán al alza en el mercado global para obtener trigo de otros lugares, el efecto del incremento de los precios también impactará, en mayor o menor medida, en otras economías.
En este sentido la energía merece un capítulo aparte. La escasez en los combustibles y en otras fuentes de energía impacta a todas las cadenas de suministro ya que todas ellas requieren de energía para su funcionamiento. Las fábricas necesitan electricidad para ponerse en marcha y la maquinaria pesada y los transportes necesitan de combustibles para funcionar. Es por ello por lo que, en el corto plazo no nos libraremos de cierto efecto adverso en forma de incremento de los precios.
Finalmente es importante apuntar que, siguiendo la lógica de las cadenas de suministro, algunas exportaciones pueden verse también afectadas. Ucrania y, fundamentalmente, Rusia importan productos de distintos países que se están viendo afectados.
Por lo tanto, la Guerra en Ucrania tendrá inevitablemente efectos negativos en el mercado global. Y lo hará después de la reciente crisis pandémica del COVID 19 que también afectó de forma notable a las cadenas de suministro global. El alcance de esta crisis es imprevisible en la medida en que es imprevisible saber cuál será el desarrollo futuro del conflicto.
Confiemos en una pronta solución de tan terrible situación en términos humanos y en que las empresas de todo el mundo encuentren nuevas formas de proveernos de bienes y servicios a precios competitivos. Mientras, medidas como flexibilizar la producción de bienes y servicios, buscar una mayor independencia energética, reducir los impuestos y los aranceles y no fijar precios máximos de venta, son muy recomendables para facilitar el proceso de adaptación empresarial a las circunstancias actuales.
POR JOAQUIN AZPITARTE
Profesor de la Facultad de Empresa y Comunicación de UNIR. Es docente del Máster Universitario en Dirección del Comercio Exterior e Internacionalización de Empresas, entre otras titulaciones.
(*) Evolución del comercio en el marco de la OMC. Organización Mundial del Comercio. https://www.wto.org/spanish/res_s/statis_s/trade_evolution_s/evolution_trade_wto_s.htm
