Juan Ignacio Dominguez
Cuando el viento sopla a favor, el bienestar en una organización se da por sentado. Pero, ¿qué papel cumple un chief happiness officer en situaciones adversas? Andrés Pascual responde a esta y otras preguntas.
La pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania, la crisis económica… Andrés Pascual se refiere a este contexto como “la era de la incertidumbre” en su libro Incertidumbre positiva. Y “es en tiempos complejos cuando los ciudadanos más necesitan pensar en el bienestar”, afirma Pascual.
“La labor de un chief happiness officer (CHO) es actuar sobre las potencialidades de los trabajadores para que, desde su bienestar físico, emocional y social, puedan dar lo mejor de sí mismos y crecer conjuntamente con la empresa”, asegura.
El impacto de un CHO, en números
La mejor forma de convencer a los escépticos sobre esta figura es precisamente mediante los números.
El académico cita distintos resultados de las encuestas de la consultora Gallup para demostrar que una adecuada estrategia de bienestar conlleva un 10% más en calificaciones de los clientes, un 44% más en fidelización de sus empleados, un 41% menos de absentismo, un 55% menos de rotación de personas y un 40% menos de productos defectuosos.
La revista Forbes cita también un 66% menos de bajas laborales, en buena medida por la ausencia de estrés que perciben los trabajadores felices. La Universidad de Berkeley calcula que los empleados son un 86% más creativos si se encuentran bien. HBR dispara este parámetro hasta un 300%.
La productividad también se incrementa. La Universidad de Warwick sostiene que las personas felices en su puesto de trabajo son un 12% más productivas. El think tank británico Social Market Foundation eleva este porcentaje al 20%, y el gigante de recursos humanos Hay Group, a un 43%.
“¿Cuál de ellos tiene razón? Todos. Lo importante es que, si generamos bienestar corporativo, obtenemos un mayor rendimiento. ¿Por qué? Porque el trabajador dedica más energía y más tiempo de calidad a las tareas que se le encomiendan”, afirma Pascual.
La labor de un Chief Happiness Officer
Un CHO debe escuchar, analizar y diseñar una estrategia que se adecúe a las circunstancias de la organización. Para ello parte desde las tres dimensiones del bienestar: la física, la emocional y la social. Esas premisas actuarán sobre una persona en concreto, sobre el equipo y sobre toda la organización.
Activará unas iniciativas u otras en función de las necesidades más acuciantes de la organización, y siempre dentro de un plan equilibrado y progresivo. “Como un gran puzle, el bienestar corporativo precisa de todas sus piezas para completarse”, añade Pascual.
De poco sirve, por lo tanto, que suban el sueldo a un empleado si su salud mental está bajo mínimos por el estrés que le genera una posible relación insostenible con sus compañeros. No sirve poner una cafetería con productos saludables gratis para el personal, si luego no disponen de tiempo para reunirse allí.
Tampoco tiene sentido ofertar sesiones de yoga si previamente nadie ha preguntado a los trabajadores cómo se encuentran y se desconoce qué necesitan en un momento dado.
“Invertir en bienestar no es poner un futbolín en la empresa. Es crear una nueva cultura que impregne todos los rincones del proceso productivo. Para ello hacen falta una serie de habilidades que hemos concretado en diez. Las llamo las 10 habilidades del líder del bienestar, y se pueden combinar en función del momento en el que se encuentre la empresa o un trabajador concreto”, explica Pascual.
De este modo se busca colocar al ser humano en el centro y que todos los miembros de la corporación “se emocionen, se suban al barco e impulsen las iniciativas de bienestar”, afirma el docente de UNIR. Es un liderazgo bonito y, en última instancia, rentable.
El chief happiness officer ha de convencer así a los ejecutivos para que integren la felicidad en la estrategia de la organización; a los stakeholders para que brinden su apoyo; a los mandos intermedios para que hagan de embajadores; y a los trabajadores, para que decidan construir su propia felicidad y la del equipo, comprometiéndose a incorporar hábitos para reforzar actitudes positivas.
La crisis como una oportunidad
Cualquier consultor de recursos humanos, talento o transformación cultural que quiera ofrecer sus servicios externos, según el director académico, necesita formarse en esta disciplina para no quedarse atrás, especialmente tras la pandemia de COVID-19.
Incluso si un directivo o un líder de equipo no desempeña a priori ese puesto específico, conviene que disponga de habilidades como CHO, del mismo modo que se prepararía en otros ámbitos, como el reputacional o la mentoría.
Responderían así a las nuevas sensibilidades que se demandan en el mundo empresarial: el bienestar corporativo y la gestión de la felicidad.
“Quien aprenda las habilidades del chief happiness officer podrá servirse de ellas para marcar la diferencia como líder, aunque no se dedique a ese rol de forma específica”.
El valor diferencial de UNIR
Estos contenidos se abordan en el programa en Chief Happiness Officer de UNIR. Pascual destaca en especial al claustro que imparte docencia, formado por casi 20 ponentes. Todos ellos son líderes de empresas premiadas por su trabajo en bienestar, CHO en ejercicio o fundadores de compañías dedicadas a la medición del bienestar”.
Los estudiantes pueden obtener diferentes certificados de empresa saludable para su organización. El plan de estudios recoge asimismo ponencias con el director de transformación cultural de la consultora Great Place To Work, en las que explican los aspectos comunes de los lugares de trabajo excelentes o cómo convertir tu empresa en un Great Place to Work premiado.
Un responsable de TÜV abordará, además, los criterios seguidos dentro del Sello de Excelencia de Empresa Saludable.
Y, sabiendo la importancia de la medición constante del bienestar, en el programa se trabaja en equipo para construir unas determinadas herramientas de medición que luego los estudiantes podrán emplear en su carrera profesional.
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