Andrés Pascual
Uno de los pilares de la felicidad en las organizaciones es la salud emocional. Los líderes del bienestar deben aprender a promoverla.
Uno de los pilares de la felicidad en las organizaciones es la salud emocional. Los líderes del bienestar deben aprender a promoverla.
Los seres humanos somos capaces de predecir el comportamiento de un cometa, pero no podemos prever el futuro del negocio, de nuestra relación de pareja o de la carrera profesional.
La incertidumbre no es un accidente o algo transitorio que hemos de capear, sino nuestro estado natural y permanente. La buena noticia es que, bien gestionada, también es un estado positivo para la prosperidad, ya que nos procura oportunidades inesperadas para el éxito de nuestros proyectos personales y empresariales.
Los efectos de la intolerancia a la incertidumbre
Les reto a que me digan que nunca han mostrado cuando menos uno de los siguientes comportamientos, todos ellos clásicos de personas que padecen una elevada intolerancia a la incertidumbre:
- Aplazo proyectos porque no llego a comprender todo el procedimiento.
- Evito la confrontación con los compañeros, prefiero decir «haya paz» y no agitar los desacuerdos.
- Pido opinión a todos aquellos que me rodean antes de tomar cualquier decisión.
- Vuelvo a pedir opinión una vez que ya he tomado la decisión.
- Genero excusas para no asumir nuevas responsabilidades, como que necesito conciliar la vida laboral y familiar, a pesar de que sigo trabajando igual que antes.
- Chequeo varias veces las conclusiones de los informes negativos, como si de tanto releerlos fuera a cambiar algo.
- Cuando no estoy seguro de un proceso, o bien me bloqueo o me lanzo a hacerlo de forma apresurada para quitarme el problema cuanto antes.
Este listado no pretende ser exhaustivo, como tampoco podríamos relacionar todos sus terribles efectos. Pensemos por ejemplo en el micromanagement, como se conoce al afán por controlar tareas que deberíamos delegar. Si actuamos así es por miedo a lo que pueda ocurrir si no estamos encima, pero lo que conseguimos a cambio es no concentrarnos en nuestros propios cometidos y robar tiempo y energía al colaborador, quien siente que no goza de nuestra confianza.
Otros efectos adversos son la ausencia de empatía y de flow en el equipo. Si creemos que todo tiene que tener una respuesta cierta, también creeremos que todo el mundo ha de pensar igual. Y si no dejamos cabida a la diversidad y al debate, estaremos cercenando la creatividad.
Bienestar emocional
Aquellos que se dedican a crear estrategias de felicidad en las organizaciones, bien sea desde un puesto de Chief Happiness Officer, el encargado de la felicidad en la oficina, desde dentro de la empresa o como consultores externos, han de promover el bienestar en las tres dimensiones que señala la OMS: física, social y, cómo no –en estos tiempos más que nunca–, emocional. Y para disfrutar del ansiado equilibrio necesitamos convertirnos en personas tolerantes a la incertidumbre y al cambio que nos exige la imparable rueda de la vida.
En el Programa Executive Chief Happiness Officer que tengo la fortuna de dirigir para UNIR, una de las 10 habilidades del líder del bienestar que trabajamos es: favorecer la tolerancia a la incertidumbre y al cambio. El CHO ha de saber cómo afrontar sin estrés situaciones de incertidumbre en un mundo en el que todo muta a cada instante y no hay nada seguro.
Esta habilidad ha de trabajarse a nivel interior, ya que el CHO ha de ser un ejemplo para el resto de los trabajadores. También ha de impulsarse en los equipos. La incertidumbre nos limita a todos, de una forma u otra. Se trata de aprender a tomar decisiones valorando nuestra experiencia, pero sin encadenarnos a una visión de la vida o de la empresa que muta a cada instante con el entorno. De aprender a disfrutar de la ventaja que nos proveen la información y las previsiones, sin bloquearnos por la búsqueda del conocimiento absoluto, y saber saltar del miedo a la autoconfianza al elaborar nuevas tácticas y estrategias.
AQ: el secreto del éxito
Los expertos en recursos humanos y medición del bienestar que forman parte del claustro del Programa Executive Chief Happiness Officer saben que, frente al valor que antes se concedía al cociente intelectual —IQ, con su memoria y capacidad de análisis— y a la inteligencia emocional —EQ, con sus habilidades interpersonales de auto-regulación y comunicación—, hoy en día nuestro éxito depende de la capacidad de adaptarnos con flexibilidad, curiosidad y coraje, a un universo tecnológico que cambia de forma vertiginosa.
Para conseguir un trabajo se precisa de cierto IQ y EQ, pero el verdadero éxito empresarial dependerá del AQ. No se trata solo de tener capacidad de absorber nueva información, sino también de saber filtrarla dependiendo de su relevancia y actualidad, así como de desaprender el conocimiento que va quedándose obsoleto para dejar espacio a nuevas formas de superar los desafíos cotidianos.
De esta forma, no solo aquellos que tengan un rol específico de CHO en una empresa, sino también los consultores de felicidad que trabajen diseñando estrategias de bienestar corporativo, y todo directivo o responsable de un departamento, han de integrar con urgencia esta habilidad del líder del bienestar. Cuando nos sentimos cómodos con el cambio, tenemos ventaja frente a quienes sufren de intolerancia a la incertidumbre y viven en una constante angustia y parálisis.