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La inversión extranjera directa es una de las expresiones más representativas de la globalización. Genera beneficios tanto para las empresas que la practican como para los países receptores.
Se entiende por inversión extranjera directa (IED) la transferencia de capitales extranjeros a un país —por parte de individuos, empresas o gobiernos— con el fin de crear nuevas empresas o controlar otras ya existentes.
Para que pueda hablarse de inversión extranjera directa es preciso que esta inversión sea duradera en el tiempo, tenga como objetivo obtener una rentabilidad e implique el control de dirección de la empresa adquirida o de nueva creación.
Específicamente, se entiende que estamos ante una inversión extranjera directa cuando el inversor extranjero constituye una nueva sociedad en el país, o bien, adquiere parte o todas las participaciones sociales o acciones de una compañía ya existente, de tal forma que pueda influir en la gestión efectiva o el control de dicha compañía. Para ello, es necesario que se haga con una participación igual o superior al 10 % del capital.
También es inversión extranjera directa la constitución de sucursales y establecimientos en el país.
Ventajas de la IED
La inversión extranjera directa tiene beneficios en el país receptor, pues contribuye al desarrollo y a la competitividad de su economía, gracias a la inyección de capital, tecnología y conocimiento, favorece la creación de empleo y proporciona ingresos fiscales a las arcas públicas.
Es una fuente de financiación externa para países en desarrollo y, por ello, muchos buscan atraer la inversión extranjera a través de incentivos fiscales y ayudas públicas al establecimiento de nuevas empresas.
Por su parte, las empresas practican la inversión en terceros países para beneficiarse de mercados menos regulados, bajos costes de producción o ventajas fiscales, así como para expandirse internacionalmente o para evitar las restricciones comerciales de ciertos mercados a los productos foráneos.
Además, la inversión extranjera directa favorece el comercio internacional y fomenta la creación de vínculos estables entre países.
La inversión extranjera directa se refleja en la balanza de pagos de cada país, tanto los flujos que recibe del exterior como las inversiones que realizan sus empresas fuera del país.
Tipos de inversión extranjera directa
Según la relación que se establezca, se habla de cuatro tipos de inversión extranjera directa:
IED horizontal
Es aquella inversión que realiza una empresa en un país extranjero para operar en la misma línea de negocio que en su país de origen. Es la que se produce cuando una marca, como la española Zara, abre una tienda en otro país.
IED vertical
Se produce cuando una empresa realiza una inversión en un territorio extranjero para deslocalizar parte de su cadena de valor. Es el caso de Apple u otros fabricantes tecnológicos, que cuentan con plantas de producción y ensamblaje en China y fábricas de componentes en otros países como Malasia, Tailandia o Filipinas.
IED conglomerada
Se trata de aquellas transferencias de capital que hace una empresa extranjera con el objetivo de desarrollar, junto a una empresa local, un proyecto conjunto distinto a su negocio original. Por ejemplo, la alianza de la francesa Renault con las españolas Indra y MásMóvil, y otras cuatro empresas para desarrollar vehículos autónomos.
IED de plataforma
Al contrario que la tipología anterior, en este caso la inversión extranjera directa tiene por objeto el desarrollo de una actividad similar a la que la empresa desarrolla en su país de origen, con el objetivo de incrementar la facturación de la compañía matriz. Por ejemplo, las maquiladoras creadas por empresas estadounidenses en México.
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