Juan Bosco Martín Algarra
El economista Jordi Sevilla puede presumir de un logro muy poco frecuente en la política. Cuando era ministro de Administraciones Públicas durante el Gobierno de Zapatero, puso de acuerdo a la mayoría del arco parlamentario para aprobar la Ley de Administración Electrónica.
El economista Jordi Sevilla (Valencia, 1957) puede presumir de un logro muy poco frecuente en la política española. Cuando era ministro de Administraciones Públicas durante el Gobierno de Rodríguez Zapatero, consiguió poner de acuerdo a la inmensa mayoría del arco parlamentario, incluido el entonces opositor Partido Popular, para aprobar la Ley de Administración Electrónica.
Aquello supuso un avance importante para modernizar el funcionamiento cotidiano del Estado reduciendo burocracia y papeleo. Resulta imposible calcular el ahorro en términos de tiempo y dinero que generó esa normativa.
Esa experiencia le anima a seguir insistiendo en una asignatura pendiente en la política española: los pactos de Estado. “Para resolver problemas reales es necesario contar con el otro, generar acuerdos y recuperar la idea de interés general”, recuerda.
Sevilla acumula una larguísima trayectoria política en donde ha ocupado cargos de la máxima responsabilidad. Está retirado desde hace año y medio de la primera línea de la política tras su último periodo de asesor económico del PSOE durante la primera etapa de Pedro Sánchez.
Desde su puesto de vicepresidente de Contexto Económico en la consultora Llorente & Cuenca, sigue muy atento los vaivenes de la coyuntura nacional, especialmente en su vertiente económica, que comenta con rigor y precisión en su columna semanal de El Periódico. Y aprovecha foros para hablar sobre diversas temáticas, como la planteada por UNIR en un debate con Luis Garicano, responsable del Área Económica del partido Ciudadanos: el desafío para España de transitar a la economía del conocimiento y la innovación.
Hemos dejado atrás la crisis en España, pero ¿cuánto tiempo podemos seguir creciendo con estas cifras?
Que hayamos dejado atrás la crisis no significa que no debamos de tener cuidado, porque ese crecimiento es frágil.
Llevamos varios años creciendo por encima del 3%…
Sí, y también es cierto en que todo el mundo coincide en que nuestro PIB seguirá aumentando en torno al 2%. Pero también es muy cierto que no todo el mundo puede notar ese dato en su bolsillo. Ese crecimiento no se está repartiendo ni distribuyendo entre la mayoría de la gente.
El crecimiento no se está repartiendo ni distribuyendo entre la mayoría de la gente”
¿Por qué cree que ocurre así?
Por dos motivos fundamentales. Primero, porque el crecimiento se ha fundamentado sobre todo en la demanda interna, que depende de los salarios. Pero los salarios no aumentan tan rápido. Llegará un momento en que la demanda interna tocará techo, lo que puede limitar el proceso de recuperación. Y en segundo lugar, el crecimiento se puede detener porque los vientos de cola que nos han ayudado estos últimos años también pueden disminuir o desaparecer.
¿A qué se refiere exactamente con ‘los vientos de cola’?
A factores como los bajos precios del petróleo o a la decisión del BCE de mantener durante más de dos años los tipos de interés al 0%. El barril ya se ha situado cerca de los 70 dólares desde los 51 que teníamos hace solamente un año.
Pero no parece que los tipos vayan a subir a corto plazo…
A corto plazo no, pero a medio o largo plazo no es probable tampoco que sigan bajando. Para una economía como la española, con una deuda pública muy alta, cualquier subida de tipos de interés puede suponer un contratiempo importante.
Y para enfrentar esos posibles contratiempos futuros, ¿cuáles serían las reformas más urgentes que necesita la economía española?
Hay varias líneas de actuación: por un lado, debemos cerrar las heridas del pasado. Aún queda mucha gente en crisis. Nuestra tasa de pobreza no se ha reducido lo suficiente.
Además, debemos hacer algo serio para que el desempleo español quede al menos en los niveles que tenía en 2007. Eso lo han hecho todos los países de la UE, especialmente en la eurozona, pero no España.
Tampoco podemos olvidar el gran problema de la deuda pública, que es la peor herencia de la crisis. Eso requiere de políticas presupuestarias distintas de las que se están haciendo.
Y por último hay que ganar el futuro. Ser competitivo en los próximos años implica apostar de lleno por las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), ahondar en la digitalización, la inteligencia artificial y tomarse muy en serio la lucha contra el cambio climático.
El Gobierno ha anunciado una ley en ese sentido…
Lleva años anunciándola, pero seguimos sin verla. Y tampoco tenemos claro el contenido. El tiempo apremia. Hay tantas cosas que hacer en este asunto que el mayor problema es no hacer nada. Y precisamente eso está haciendo España en la lucha contra el cambio climático: nada.
¿Qué papel debe cumplir la Universidad como impulsoras de la ‘economía del conocimiento’?
En una sociedad del conocimiento, la Universidad es -o debería ser- uno de los templos más importantes. La Universidad es algo demasiado importante como para dejarlo en manos solo de los universitarios. La sociedad debe intervenir en la Universidad al menos en tres niveles: a) los contenidos que imparte; b) el método de enseñanza y c) la vinculación con el mundo de la empresa.
La Universidad es algo demasiado importante como para dejarla en manos solo de los universitarios”
No es fácil lo que plantea, teniendo en cuenta la endogamia que impregna el terreno universitario…
La Universidad no puede convertirse en una burbuja del conocimiento al margen de lo que ocurre en la economía y la sociedad. Tiene que estar plenamente adaptada a ella e incorporar los métodos pedagógicos que ya prevalecen en ámbitos como las comunicaciones sociales. Si conseguimos hacer esto, la Universidad volverá a ser un motor importante en la sociedad del conocimiento.
Después de la crisis ha quedado la sensación de que las grandes decisiones económicas vienen impuestas desde fuera.
Hay que acostumbrarse que vivimos en un mundo de soberanías compartidas. La globalización es eso, que muchas de las cosas que nos pasan a nosotros dependen de decisiones que se han tomado en China, EEUU o el G20. Además, libremente hemos decidido compartir nuestra soberanía con la Unión Europea.
Entonces me está diciendo que sí, que nuestro margen de maniobra se reduce…
Se reduce pero a la vez se amplía, porque también estamos tomando decisiones que afectan a otras soberanías nacionales. Tener una soberanía compartida no nos resta margen de maniobra en todo. Te pongo un ejemplo: España sigue siendo el país con más déficit público de la eurozona. Sabemos que Europa nos exige estar por debajo del 3% del PIB, pero no puntualiza de qué manera conseguirlo: puede ser aumentando ingresos o reduciendo gastos. Por tanto, hay margen de maniobra para componer el presupuesto respetando el objetivo de déficit.
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¿Eso incluye el aumento de gasto social, como la revalorización de las pensiones?
La decisión de no revalorizar las pensiones con el IPC no ha venido de Europa. La impone el Gobierno español. En estos días hemos visto que el principal partido de la oposición ha presentado unos presupuestos alternativos que también respetan las exigencias europeas en términos de déficit público. Otras restricciones proceden de los mercados financieros, porque quien presta el dinero exige su contrapartida. No es verdad que todo venga impuesto desde fuera.
Hablemos de pactos de Estado. Muchos pensaban que el fin del bipartidismo llegaría una nueva era de acuerdos políticos…
Ya escribí hace tiempo que España no tiene un problema de bipartidismo sino de partitocracia. Hemos perdido la idea de interés general. Conciliar un interés común exige pactar, ceder, llegar a consensos… Los pactos de Estado son absolutamente necesarios.
Los pactos de Estado son absolutamente necesarios
Casi todo el mundo está de acuerdo con eso, pero ¿cómo haría usted para convencer a los políticos?
En mis conferencias planteo el siguiente ejercicio: pensemos en diez de los grandes problemas de la sociedad española. Estoy absolutamente convencido de dos cosas: primero, en ocho de esos diez problemas estamos casi todos de acuerdo. Segundo, ninguno de esos ocho se resuelve contando solamente con el partido que gobierna.
Todo el mundo está de acuerdo en cuáles son ocho de los diez grandes problemas españoles”
Así planteado parece sencillo, pero…
Parece sencillo de entender si el objetivo es resolver los problemas y no ganar elecciones. Para resolver problemas reales es necesario contar con el otro, generar acuerdos y recuperar la idea de interés general.
Lo que usted plantea es una especie de segunda transición.
Si hace 40 años pudimos resetear el sistema, no veo por qué no lo podemos hacer de nuevo para ponernos de acuerdo por otros 40 años. Yo entiendo que no podemos coincidir en todo; habrá muchas cosas que tendrá que decidir el partido mayoritario. Pero existen otros aspectos fundamentales, en los cuales no estamos de acuerdo, pero donde tenemos la obligación cívica llegar a un consenso. Porque es la única forma de sacarlas adelante. Creo que nos falta recuperar este ejercicio de negociación y pacto. Haber pasado de dos a cuatro fuerzas políticas no ha mejorado nuestra capacidad de generar grandes pactos de Estado.
Más información. Foro Nueva Revista, Jordi Sevilla y Luis Garicano: España no debe ser competitiva por precios, sino por hacer las cosas con innovación y talento
- Máster Ejecutivo en Dirección y Administración de Empresas (EMBA)
- Master in Business Administration (MBA)