Egoitz Gago Antón
Rusia se enfrenta a sanciones internacionales de una magnitud no vista desde principios del siglo XX.
La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha suscitado una respuesta contundente por parte de la mayoría de los estados occidentales. El apoyo que el presidente ruso Vladimir Putin tiene en la arena internacional es nominal, reduciéndose a países como Nicaragua o Venezuela. Si bien el rechazo a la acción bélica es casi unánime, los pasos de los estados para forzar a Rusia a un fin del conflicto se han circunscrito al área financiera y económica. Las sanciones aprobadas por Estados Unidos o la Unión Europea van desde la limitación de acciones financieras de bancos y entidades crediticias rusas en sus territorios hasta el veto, aprobado por Estados Unidos y el Reino Unido, al petróleo ruso. Estas sanciones buscan ahogar la economía del país, forzando a Vladimir Putin a desistir en la guerra contra Ucrania. Por lo tanto, es importante preguntarse hasta que punto las sanciones económicas aprobadas por los países occidentales van a tener el efecto deseado, así como las medidas que la propia Rusia está adoptando para mitigar su impacto.
Las decisiones económicas de Putin
Vladimir Putin apostó en un principio por una guerra relámpago que le diera el control de Ucrania en menos de dos semanas. Pasado ese periodo de tiempo, está claro que ese intento ha fracasado. De haber tenido éxito, las acciones de Rusia para contrarrestar las esperadas sanciones económicas hubieran sido más contundentes. Sin embargo, Putin se encuentra actualmente en una posición precaria: sanciones muy duras que golpean todos los niveles del sistema económico ruso que deben convivir con un esfuerzo continuado de guerra, con los costes que eso conlleva.
Esta situación ha llevado al presidente ruso a imponer unas decisiones económicas que aíslan al país eslavo del sistema económico internacional y que, en teoría, mitigan el impacto de esas sanciones. Algunas de estas medidas son: amenaza de expropiación de activos de empresas extranjeras que dejen de operar en el país, prohibición de exportación de algunos productos denominados centrales para la estabilidad nacional y la amenaza de nacionalización de los activos básicos para el mantenimiento de la economía.
Este tipo de medidas son las que algunos expertos han decidido llamar la “fortaleza rusa”. A esto hay que añadir el incierto papel de China y su músculo económico, que puede ser de gran alivio para la economía rusa. La situación es, por lo tanto, de choque de trenes entre las sanciones impuestas por occidente y las medidas tomadas por el presidente ruso para anularlas. ¿Alcanzarán estas medidas su propósito?
¿Supervivencia a largo plazo?
Vladimir Putin se encuentra ante una situación muy complicada con un fin incierto. Si bien las medidas adoptadas por el gobierno ruso ayudarán a paliar el impacto de las sanciones económicas a corto plazo, un país aislado de los mercados financieros internacionales, inmerso en una economía de guerra y sin un control total de su sistema económico no es capaz de sobrevivir al medio y largo plazo.
Vladimir Putin apuesta por una rápida resolución del conflicto en Ucrania, como se ha podido ver en las diversas demandas realizadas para parar la agresión. Las medidas adoptadas por Rusia ponen al país en una situación de asedio permanente que, en un mundo globalizado, no es posible mantener. Incluso una potencia como Rusia no tiene la capacidad de subsistir basándose en un sistema basado en el aislamiento.
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