John Müller
Los expertos consideran que Occidente aún cuenta con la posibilidad de pactar unas sanciones vigorosas que logren disuadir al Kremlin de su aventura militar.
La Rusia de Putin lleva casi un decenio preparando su economía para una confrontación de gran envergadura con Occidente. Desde la anexión de Crimea y el inicio de la guerra en el este de Ucrania en 2014, las autoridades rusas han incrementado las reservas internacionales, han reducido la presencia del dólar en su economía y, sobre todo, han adoptado decisiones destinadas a limitar la dependencia del país del sistema financiero internacional.
“Desde 2013 (fecha del inicio del conflicto en Ucrania) Rusia ha ido construyendo una fortaleza para protegerse de las influencias externas; a nivel macroeconómico no hay debilidades, las reservas internacionales son amplias, y la política fiscal ha sido conservadora”, destaca Maria Shaguina, profesora visitante en el Instituto Finlandés de Asuntos Internacionales y experta en sanciones y seguridad energética. El objetivo, según asegura Maximilian Hess, del Instituto de Investigación de Política Exterior, consiste en “soportar el (eventual) impacto de sanciones de calado y evitar el choque fiscal que se produjo en 2014”, cuando se acordaron las primeras represalias económicas debido a los sucesos en Ucrania.
Rusia apuesta por una política financiera restrictiva
De los extractos mensuales publicados por el Banco de Rusia se extrae la conclusión de que la máxima de las autoridades financieras rusas en estos últimos años ha sido ahorrar sin pausa ni descanso. Si a finales de 2018, las reservas internacionales, denominadas en moneda extranjera u oro, equivalían a 468.435 millones de dólares, en este enero de 2021 ascendían a 630.627 millones de dólares.
Esta restrictiva política financiera se ha materializado a costa de minimizar el crecimiento económico, reducir los estándares de vida de la población y limitar incluso el gasto social en tiempos de pandemia.
Reducir los vínculos financieros y la dependencia del país del sistema financiero global ha sido la segunda de las grandes políticas seguidas por las autoridades rusas durante estos últimos años para incrementar la resiliencia de su economía frente a represalias exteriores.
Desde 2014, Rusia ha modificado su estrategia financiera, pidiendo menos préstamos en moneda fuerte. En concreto, según un informe sobre el impacto de las sanciones tras la anexión de Crimea, Rusia introdujo en 2016 una cláusula en la emisión de eurobonos que le permite devolver los préstamos en francos suizos, euros o libras esterlinas en el caso de que le sea prohibido hacerlo en dólares.Todo ello ha generado un indisimulado sentimiento de confianza en la clase política rusa de que el Estado ruso podrá capear el temporal sin demasiados descalabros.
Con todo, la estrategia que están siguiendo EEUU y la UE en esta nueva crisis difiere enormemente de lo sucedido tras los sucesos de Crimea. Mientras que en 2014 se actuó a posteriori con el objetivo de modificar el comportamiento de Rusia una vez consumada los hechos, algo mucho más problemático en opinión de los expertos, en este caso, las sanciones tienen un objetivo disuasorio y preventivo: se trata de mostrar cuál será el castigo antes de que éste sea aplicado. “La teoría acerca de las sanciones nos dice que son más efectivas cuando actúan para prevenir algo”, explica Shaguina.
Enlace a la noticia de referencia: Rusia construye una fortaleza económica para minimizar el impacto de posibles sanciones
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