John Müller
Esta es la historia de Arne Alsin, un hombre con el síndrome de Asperger, sensible a la luz y al ladrido de su perro y con ansiedad en presencia de mucha gente. Por esta razón no pudo ser maestro.
Hace diez años intentó “reprogramarse” a sí mismo y fracasó. Al mismo tiempo, luchaba por salvar una cartera de inversiones que había ido muy bien con la burbuja tecnológica hasta que ésta pinchó.
Alsin, que trabajó como contador forense en Peat Marwick, una antecesora de KPMG, había creído siempre en el value investing, la inversión por valor que se fija en los fundamentales de una empresa y busca compañías que el mercado tiene subvaloradas. Es la filosofía del multimillonario Warren Buffet. De pronto, el value investing le daba la espalda y él decidió que haría todo lo contrario, que apostaría por valores rupturistas de la nueva economía. Rebautizó su fondo con el nombre de Worm Capital.
Empezó apostando por Amazon y Tesla cuando nadie lo hacía. Durante años fue considerado un inversor marginal, hasta que en 2020, la pandemia la dio razón y su fondo arrojó una rentabilidad del 274%, gracias, entre otras cosas, a la revalorización del 700% experimentada por Tesla.
Obsesivo como la gran mayoría de los que padecen el síndrome de Asperger, Alsin también ha reorganizado su vida, su dieta, su sueño, su tiempo de ocio, para ser “el mejor tomador de decisiones” posible. Alsin procesa la información y saca consecuencias que guían sus inversiones. Ha llegado a la conclusión de que las tiendas físicas serán reemplazadas por el comercio online. Eso cambiará nuestras ciudades.
También es un firme creyente en las energías renovables. Eso le llevo a invertir en Tesla. Eso y el ver que en el club de golf todo el mundo coge los carritos eléctricos y desprecia los que tienen motor de gasolina. Escribió un artículo defendiendo su inversión en Tesla y se topó con la incomprensión de los prescriptores. “El artículo más tonto que he leído”, dijo uno de ellos. El público no quería invertir en Worm Capital cuando veían la acción de Tesla en la cartera.
Alsin cree que el cambio al coche eléctrico ha empezado ya, pero no será cosa de la política, sino de la economía. Y todo va a suceder muy rápido.
Con todo, Alsin no invierte en cualquier cosa que se autodenomine rupturista. No invirtió, por ejemplo, en el fabricante de camiones eléctricos Nikola. Una serie de inconsistencias de su consejero delegado le pusieron en guardia. La falta de una verificación independiente de algunas de sus afirmaciones le hicieron sospechar.
Alsin pensó que el nombre de su antigua empresa, Alsin Capital, era “tan aburrido que nadie podía recordarlo”. Los gusanos, dice, pueden tener connotaciones buenas y malas, pero son fundamentales para la vida en el planeta. Y él no descarta que una mala racha lo saque de las estadísticas y tenga que volver a enterrarse.
Para leer el artículo de referencia, seguir el siguiente enlace: The Man Who Abandoned Value
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