Marta Vela
Seguramente, todos hemos escuchado en alguna ocasión las canciones de Alaska, ya sea con Pegamoides, Dinarama o Fangoria. Lo que tal vez no se sepa es que, tras el envoltorio electrónico de que hacen gala estas canciones, se esconden elementos procedentes de la música barroca.
Seguramente, todos hemos escuchado en alguna ocasión las canciones de Alaska, ya sea con Pegamoides, Dinarama o Fangoria. Sobre todo, los temas más conocidos, ¿A quién le importa…? (1986), ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí? (1984), Ni tú ni nadie… (1984), o, más recientemente, Espectacular (2016), canciones compuestas, en su mayoría, por Nacho Canut y Carlos Berlanga –el hijo del cineasta–, prematuramente fallecido.
Lo que tal vez no se sepa es que, tras el envoltorio electrónico de que hacen gala estas canciones, se esconden elementos procedentes de la música barroca. Esta circunstancia nos hace sospechar de la formación académica de sus autores, que, paradójicamente, alumbraron temas convertidos en verdaderos himnos generacionales (Ni tú ni nadie) o en canciones reivindicativas (¿A quién le importa…?, para el colectivo LGTB).
Junto al despliegue de medios electrónicos –habitual en la música de los años ochenta– y de sets de percusión muy originales, podemos observar una instrumentación propia del período barroco. Por ejemplo, en la introducción del tema ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí? –versión original de 1984, perteneciente al álbum Pecado carnal–, con una estructura, admirablemente bien construida, de voces alternas en oboe y flauta de pico, dos instrumentos de viento madera típicamente barrocos, acompañados por una orquesta de cuerda y el cello en el papel del bajo continuo, a los que se une la trompeta en el estribillo, otro de los instrumentos barrocos más utilizados. Por supuesto, estos instrumentos no suenan en acústico, sino que aparecen recreados a través de teclados y sintetizadores, tal vez, de ahí su encanto o su homenaje –¿quién sabe?– a la música instrumental de finales del siglo XVII y principios del XVIII
Otro tanto podría decirse de ¿A quién le importa…?, donde podemos encontrar, a partir del minuto 1:36, un fragmento de cello a solo, cuyo perfil, en forma de secuencia –es decir, un patrón de bloques similares repetidos– acabado con un arpegio quebrado en sentido descendente, con un largo trino final…, recuerda a las obras barrocas para este instrumento, como las suites de Bach o las sonatas de Boccherini.
De hecho, la secuencia es uno de los recursos típicos del armazón armónico de las canciones elaboradas por Canut y Berlanga. Sobre todo, la típica progresión por cuartas, en sentido descendente, que los alemanes llamaron fortspinnung. Dentro de la estructura de un ritornello, el estribillo del concerto grosso y concerto solista de la primera mitad del siglo XVIII, el fortspinnung constituía la parte central en que aparece una progresión no modulante. En ella se se recorren todos los acordes de una tonalidad en intervalos de cuarta –o su inversión, la quinta– para volver al punto inicial (I-IV-VII-III-VI-II-V-I):
De hecho, la progresión de cuartas es el principio constructivo del famoso Canon de Pachelbel –y de muchas otras obras barrocas, sobre todo, las de estilo ritornello–, compuesto en torno a 1680, donde podemos observar la misma combinación, transportada a Re mayor, la tonalidad más cómoda para los instrumentos de cuerda frotada.
De esta forma, en el tema A quién le importa, podemos apreciar, en el estribillo, la progresión de cuartas mencionada, en la tonalidad de Mi menor, y en Espectacular, una parte de la estrofa, en la tonalidad de La menor.
Por tanto, a través de los ejemplos anteriores podemos afirmar que la sofisticada estética de Alaska, ya desde los años 80, no sólo atañe a su imagen, ciertamente barroca, sino, también, al contenido musical de sus canciones.