Ana Gugel
Esther Vacas, alumna del Máster en Interpretación y Composición de Jazz y Música Moderna, habla de lo enriquecedor que fue para ella cursar esta titulación.
Con siete años empezó a estudiar música, pero no fue hasta unos años después cuando realmente sintió pasión por ella. Ahora agradece enormemente a sus padres que insistieran en que continuara, porque disfruta dando clases y tocando en cualquier ocasión.
La música siempre ha sido una parte importante de su vida. Aunque al principio pensaba decantarse por el piano o el violoncello, finalmente, se decidió por el saxofón. Algo de lo que no se arrepiente, porque es más inusual y, al contrario de lo que algunas personas puedan pensar, es un instrumento todoterreno.
Más allá de la música clásica, hablar del saxofón, es hacerlo del jazz. “Este género musical siempre ha supuesto para mí una vía de escape del mundo clásico, que fue al que me dediqué durante toda mi carrera como intérprete. En los distintos grados (Elemental, Medio y Superior) buscaba asignaturas de jazz y, cada vez, las disfrutaba más. Con esa misma mentalidad me apunté a este máster”, explica Vacas.
La creación espontánea cobra protagonismo
Para ella, este título ha sido muy enriquecedor y un gran reto. “Me ha abierto la mente a un mundo nuevo, a tener la oportunidad de componer algo propio que nunca volverá a ser reproducido de la misma manera. Como músico clásico, tengo una mente más entrenada en la lectura que en la improvisación”, afirma.
Como decía el compositor estadounidense, George Gershwin: “En cierto modo, la vida es como el jazz… es mejor cuando improvisas”. Por eso, Vacas destaca el valor que le ha aportado el máster: “He podido apreciar más la belleza de la creación espontánea y perderle el miedo a equivocarme. Lo que más he disfrutado ha sido verme en una encrucijada y haber podido salir de ella. No habría imaginado tan buenos resultados viniendo de la escuela clásica, es increíble lo que uno puede hacer si no se limita tanto a sí mismo”.
La improvisación se trabaja durante todo el curso y “la creación espontánea cobra mucho protagonismo. Se pone en valor que la musicalidad y el virtuosismo no depende solamente de leer e interpretar algo ya creado”.
Lo aprendido en el postgrado le ha servido para profundizar en los aspectos rítmicos, algo fundamental a la hora de poder soltarse un poco más ante una improvisación. “Aunque sigue existiendo la forma musical dentro de la partitura, uno se siente más libre a la hora de organizar el discurso”, revela.
De todos estos años estudiando y viviendo la música, no duda en destacar que “esta ayuda a expresar los sentimientos, más allá de las palabras, así como a desahogarse y recobrar fuerzas cuando se pasa un momento difícil. La música aporta muchas cosas, sobre todo a nivel emocional”.
Un crecimiento musical y personal
De su paso por UNIR destaca su crecimiento personal y el aprendizaje de habilidades y competencias que le han ayudado mucho como músico. Recalca la profesionalidad y la calidad de los docentes que imparten clase, y la manera en la que le enseñaron a utilizar las herramientas que tiene a su alcance para desenvolverse en un ambiente jazzístico: “Desde el análisis de la partitura hasta la composición y, por supuesto, también técnicas de interpretación básicas sobre las que poder profundizar tanto como yo quiera”, explica.
Esther Vacas durante un ensayo.
En su aprendizaje ha sido fundamental el papel de Genís Bages, profesor de Práctica Instrumental II, por su enfoque rítmico, “innovador y fresco, a la vez que retador”. También el de Marc Cuevas, de Audiciones Comentadas, que “no se fijaba solamente en la parte del análisis. Todo lo que sacaba de una pieza lo aplicaba a su instrumento y nos empujaba a hacer lo mismo. Esta es una práctica muy enriquecedora”.
Vacas anima a cualquiera que le apasione el jazz, o la música en general, a estudiar este Máster en Interpretación y Composición de Jazz y Música Moderna: “Merece la pena, a nivel musical y por el crecimiento personal; te hace reflexionar. Yo he descubierto capacidades que no sabía que tenía”.
En un futuro, no muy lejano, espera enseñar de forma estable en una escuela o conservatorio y, quizá también, formar parte de un grupo. Y quiere seguir dando pasos para alcanzar otro de sus sueños: trabajar como musicoterapeuta.
