Marta Vela
El análisis musical por parámetros ayuda al intérprete a comprender la obra de una manera global y fragmentada, de ahí su importancia a la hora de enseñanza de la interpretación.
La enseñanza de la interpretación musical, desde la base y en todos los niveles, puede enriquecerse a través del estudio intelectual de la obra musical, esto es, en la aprehensión de los códigos simbólicos regidos por el estilo, y en las relaciones internas de la música, desglosadas, progresivamente, para la comprensión del estudiante, en parámetros analíticos, con la finalidad de mejorar la comprensión de la obra, así como la memorización y la generación de una interpretación personal.
El análisis musical se puede considerar como un útil conjunto de estrategias en el estudio de los parámetros musicales que componen las directrices artísticas de cada estilo, a causa de su marcada interdisciplinariedad, tanto a nivel teórico y como a nivel práctico.
Mientras que, tradicionalmente, el análisis musical se ha estudiado sobre un único parámetro o, en todo caso, en un parámetro preeminente sobre el resto –en el caso de Schenker, la armonía; en el de Meyer, el ritmo; en el de Fubini, la estética, etc.–, nuestra propuesta es que la labor docente, en el ámbito de la enseñanza de la interpretación debería centrarse en contemplar la obra como un todo y, posteriormente, focalizar la atención, alternativamente, sobre todas las relaciones reseñables de la música:
“Si observamos la solidez y la consecuencias del orden artístico como imagen del Universo, tenemos que reconocer que una obra cumple su misión solamente cuando nos es dada a conocer según sus propias condiciones internas y externas. Será herida en su esencia si se introduce en la reproducción elementos de estilos extraños a ella. La imagen se desvirtúa, la obra pierde su fuerza constructora”1.
Este estudio de las condiciones internas y externas, marcado por la configuración propia de sus códigos simbólicos y estilísticos, conduce a un aumento de consciencia de los elementos conformantes de la obra de arte musical:
“Uno puede concentrarse con interpretar una determinada relación entre notas porque así lo establece la partitura. Pero también puede analizarse el significado de una determinada relación entre notas, pueden hacerse comparaciones con anteriores relaciones tonales, puede investigarse la tensión entre los intervalos que median entre el tono inicial y el final, en pocas palabras, a una relación entre notas se le puede asignar un significado dentro de un contexto”2.
“Cada obra maestra, incluso cada frase, es, en cierto modo, un mundo nuevo. Esta sensibilidad para la variedad debería ser nuestra ambición, nuestro orgullo y nuestro placer”3.
Por tanto, debemos considerar esta abundancia de relaciones musicales, al menos, de dos maneras diferentes, por un lado, de manera global, atendiendo al estilo, y, por otro, de manera fragmentada, atendiendo a la particularidad de cada parámetro y a su jerarquía en función de la época y del compositor, con el fin de orientar la atención del intérprete, no sólo durante el proceso de estudio, sino, también, durante la interpretación pública:
“Al tocar, si no vas estructurando en el instante, lo que tienes al final es una sopa de notas. Cuando tocas una fuga de Bach y viene la parte complicada del stretto, cuando todas las voces se amontonan, ¿qué haces? ¿Bajar el tempo? No. Estructuras las distintas voces entre sí para que todo se pueda hoy ir en el tempo de base. Estableces un orden de prioridades4”.
“Resulta que esa dominante está indicada por un sonido que equivale al segundo armónico del sonido primero; pero tengamos cuidado: lo que la consciencia reconoce en ese sonido no es el segundo armónico; lo que reconoce ese sonido pariente más próximo, para ella, del primero, es decir que establece entre ellos una relación interna; hace un acto de reconocimiento afectivo y la relación que establece es, en consecuencia, de naturaleza afectiva”5.
Para comprender y aprehender este intrincada red de relaciones internas, la enseñanza de la música debería partir de un estudio de tipo intelectual, como era costumbre en la formación musical de algunos países en las décadas previas a la Segunda Guerra Mundial –como han reseñado figuras de la talla musical de Furtwängler, Swarowsky, Schönberg, etc.–, en que las estrategias de análisis jugaban un papel fundamental en el conocimiento de la música de épocas pasadas, tanto en la enseñanza de la composición y dirección, como en la de la interpretación instrumental, según ha recordado el director de orquesta Ros-Marbà:
“Y, a pesar de las dificultades que teníamos en aquella época [años 40-50], pienso que tuve la suerte de tener una formación basada en el contacto directo con la música, con los fundamentos. En esa época, puede que se tardara más tiempo en aprender, pero se aprendía mejor”6.
Por tanto, a través de una metodología analítica eminentemente didáctica y enfocada, sobre todo, a la enseñanza de la interpretación –a través de una perspectiva intelectual, gobernada por el estudio del estilo–, podrían solventarse buena parte de los problemas que sufre la música en la actualidad, con la ayuda innegable del uso inteligente de las nuevas tecnologías y la cultura visual que prima en nuestra sociedad.
Referencias bibliográficas
1 SWAROWSKY, H., (1989): Defensa de la obra, Madrid, Real Musical.
2 MANTEL, G., (2010): Interpretación. Del texto al sonido, Madrid, Alianza, 84-85.
3 BRENDEL, A., (2013): De la A a la Z de un pianista, Barcelona, Acantilado, 109.
4 MADIGAN, M., (2008): Un acto de libertad. Charlando con Antoni Ros-Marbà, Madrid, Ediciones Autor, 101.
5 ANSERMET, E., (2000): Escritos sobre música, Barcelona, Idea Música, 34.
6 MADIGAN, M., (2008): Un acto de libertad. Charlando con Antoni Ros-Marbà, Madrid, Ediciones Autor, 166.