UNIR Revista
El cientificismo es una postura filosófica que defiende que la mejor y única forma de obtener conocimiento es mediante la aplicación del método científico.
La Ilustración, como movimiento cultural, político y social que impregnó la Europa del siglo XVIII y principios del XIX, marcó un punto de inflexión en la forma de entender el mundo. Desplazó la cosmovisión teológica y la consigna de que la revelación divina era capaz de explicar todos los fenómenos acaecidos en la naturaleza por un enfoque basado en la razón y la observación empírica. Este cambio de paradigma, aunque fundamental para el avance científico, también sentó las bases para el surgimiento del cientificismo y el positivismo.
Las personas interesadas en ahondar en estos temas pueden formarse con el Grado en Filosofía, Política y Economía online de UNIR que, con una metodología flexible, sigue un enfoque multidisciplinar y equilibrado entre las tres áreas que conforman la titulación.
Además, quienes busquen dedicarse a la docencia pueden capacitarse con el Curso de Cualificación para la Enseñanza de Filosofía y Valores Éticos online. Eso sí, habiendo cursado antes el Máster de Profesorado de Educación Secundaria (antiguo CAP).
¿Qué es el cientificismo?
El cientificismo sostiene que solo la ciencia empírica, a través de la observación y la experiencia, puede explicar y definir correctamente aquellos fenómenos que acontecen en la naturaleza. Así, considera que únicamente por medio de la ciencia el ser humano sería capaz de alcanzar el conocimiento exacto y completo sobre la realidad que le rodea.
Por tanto, todo lo que no pueda ser descrito bajo las premisas matemático-empíricas del método científico no es objetivo (el arte, la religión o la ética), sino que pertenece al ámbito de las opiniones privadas.
Problemática y crítica del cientificismo
El conocimiento empírico que se asentó durante la Ilustración se basaba en que los únicos fenómenos que pueden ser objeto de estudio son aquellos que se perciben a través de los sentidos. Esta premisa desecha teorías metafísicas que, por su propia naturaleza, no podrían ser observables y, por ende, no merecerían ser estudiadas.
Asimismo, parte de la (cuestionable) premisa de que los intereses científicos, su ámbito de aplicación e, incluso, la formulación misma del método científico no tienen a su vez antecedentes que van más allá de la propia ciencia empírica. Esto desató, a principios del s. XX, el llamado problema de la demarcación entre enunciados científicos y no-científicos; es decir, el problema de qué clase de ciencia es aquella que determina qué es lo propiamente científico.
Con todo, el cientificismo rechaza disciplinas que, aun pudiendo ser catalogadas de ciencias, considera incompletas porque no pertenecen al campo de las ciencias naturales o exactas. Un ejemplo paradigmático serían las ciencias sociales.
Las limitaciones del cientifismo
El método científico tradicional encuentra limitaciones al abordar la imprevisibilidad inherente a nuestra especie en la toma de decisiones. Esto es especialmente relevante en el mundo de la economía y las finanzas. A pesar de que la ciencia económica emplea y contrasta una gran cantidad de variables, estadísticas y datos macroeconómicos o microeconómicos, no puede predecir con exactitud si habrá o no una crisis financiera o una recesión a corto o medio plazo.
Y es que no todo puede ser explicado a través del método científico, ni siquiera las categorías agrupadas dentro de las ciencias naturales y exactas que, en muy pocos casos, son capaces de contemplar resultados definitivos basados en la extrapolación y contrastación de hipótesis mediante la experimentación.
El cientificismo considera que lo que puede ser objeto de estudio es todo aquello que es cuantificable, es decir, medible a expensas de un análisis cualitativo. Esto implica un énfasis en la interpretación de los datos y los múltiples factores que podrían explicarlos, dejando de lado aspectos que, por sus propias características, no podrían ser calculados, como la suerte, el destino, la ética, la cultura, la religión y las emociones.
También se ignoran las experiencias subjetivas que podrían influir en las conclusiones de una investigación.
Ejemplos de cientificismo
Un ejemplo de análisis cientificista podría centrarse en la alta esperanza de vida en España y seguiría un enfoque exclusivamente cuantitativo.
Se definiría el concepto alta esperanza de vida como el número medio de años que se espera que viva una persona en un determinado lugar y momento específico. Según el INE, la esperanza de vida en España en 2021 fue de 83,1 años. Se podría establecer una comparativa a nivel internacional, por ejemplo, la esperanza de vida al nacer en la Unión Europea fue de 80,7 años en 2022 frente a 83,2 años en España.
Seguidamente, se incluirían factores que explicarían esos datos: avances médicos y tecnológicos, mejoras en hábitos nutricionales y acceso a servicios sanitarios garantizados por una red asistencial amplia. Sin embargo, este análisis no tendría en cuenta otros aspectos, como la posibilidad de que los avances médicos puedan paralizarse o que el sistema sanitario se volviese más ineficiente ante la falta de recursos.
Al no considerar estos otros tipos de variables, se asume que las tendencias se mantendrán sin cambios a largo plazo. Además, la metodología pasaría por alto los condicionantes cualitativos como la calidad de vida, la influencia de la salud mental y la experiencia personal, así como aspectos relacionados con el entorno familiar y ambiental.
Este último elemento es fundamental, ya que el estudio no tendría en cuenta factores geográficos, estableciendo una media generalizada que no evidenciaría variaciones en entornos socioeconómicos dispares y sus causas estructurales.
En esta misma línea pueden incluirse los estudios sobre la felicidad (como el World Happiness Report), que pretenden medir el nivel de felicidad de los países a través de un análisis estadístico que involucra factores como la propia esperanza de vida, los servicios públicos, la comunicación entre ciudades, el avance tecnológico, etc. Sin negar que estas son condiciones importantes, parece claro que la idea de felicidad rebasa con mucho lo que un análisis cuantitativo puede detectar.
Cientificismo vs. filosofía
La relación entre la filosofía y el cientificismo ha sido complicada. Algunas ramas de la filosofía, en especial la metafísica, no responden a una versión puramente empírico-positiva de concebir la ciencia. Probar la existencia de Dios, buscar pistas que aclaren el sentido de la vida, examinar el papel del arte o preguntarse cuestiones sobre la moral son temas que no pueden ser abordados por el cientificismo, ya que se trata de fenómenos que no pueden comprobarse mediante la observación.
La ciencia puede articular el proceso de la clonación, pero no aborda las implicaciones morales de si es aceptable o no llevarla a cabo. En este caso, la filosofía juega un papel esencial en el estudio de las incógnitas sobre la naturaleza del bien y del mal, el libre albedrío y la apreciación de lo que el ser humano considera bello, especialmente en el ámbito del arte.
La filosofía, como conjunto de saberes que pretenden explicar cuestiones fundamentales centradas en el conocimiento, la existencia, la moral y la razón, cuestiona el cientificismo porque no es capaz de explicar todo lo que acontece en el mundo sensorial. Por ejemplo, el tiempo puede medirse objetivamente a través de relojes, pero la ciencia no puede explicar las percepciones subjetivas de los sujetos que, ante una sensación de peligro, sienten que el tiempo se ralentiza, o que, durante actividades placenteras, dirían que el tiempo avanza más rápido.
Esta rama del conocimiento humano denuncia el simplismo del cientificismo y la presunción de que, gracias a la ciencia, es posible obtener un conocimiento completo sobre los fenómenos observables. Considera que la ciencia debe ser prudente con los juicios que emite y que ha de sopesar las tesis que desarrolla antes de establecerlas como verdades absolutas y universales.
En la actualidad, la racionalidad científica es consciente de las limitaciones del método científico y, a pesar de las diferencias con algunas ramas de la filosofía, valora su importancia. Se sostiene que es fundamental entablar una colaboración para abordar problemas complejos que no pueden ser explicados únicamente por el método científico.
En definitiva, la ciencia, como conjunto de conocimientos sistemáticos y comprobables que se obtienen a través de la observación y la experimentación, ha sido fundamental para el progreso de la humanidad. Sin embargo, sus criterios resultan limitados si no se incluyen otro tipo de perspectivas que vayan más allá de lo verificable, lo objetivo y lo neutral. En este sentido, la filosofía juega un rol fundamental para la sociedad porque enseña a pensar y a cuestionar una realidad que no puede ser exclusivamente estudiada mediante las directrices que propugna el cientificismo.
