Milagros Mejías Muñoz
Cuando de repente compones y encuentras tu válvula de escape, lo cotidiano se vuelve abstracto, idea, trabajo, composición, se convierte en música.
De repente, una mañana, te quedas en casa. Trabajas desde allí, con tus hijos estudiando también en casa. Tu agenda se vacía de citas y reuniones y tu WhatsApp se satura de variopintas noticias, consejos, rumores, bulos que te superan… Estableces rutinas que te ayuden a aferraros a ti y a tu familia a continuar dentro de una normalidad. Pero los quehaceres, las conversaciones y los deberes interfieren en el reducido mundo confinado.
Sí, te quedas en casa, pero la placentera sensación de una mañana de domingo hogareño se transmuta en algo cotidiano donde se instala la aprensión: ¿Habrá entrado “el bicho”? ¿Conservaré mi trabajo? ¿Cómo se dividían las fracciones? ¡No hay levadura! ¿Estarán bien los abuelos? La distancia física es remplazada por la presencia digital y en esto ya llevas ventaja, acostumbrado a las lecciones virtuales. Lo cotidiano para ti se revela al resto del mundo y las videollamadas, las conferencias y las clases online se instalan en el día a día.
Ese tiempo que ahora te sobra se vuelve tu enemigo. Por fin puedes cocinar, leer, asistir a clase en directo, pero la utopía se torna distópica y, en vez de centrarte, recargas embotado una y otra vez las últimas noticias. Te vuelves adicto a los telediarios, a las comparecencias en directo, a las redes sociales, al I Ching y hasta a la numerología, buscando una respuesta que no existe, porque aún la estamos descubriendo. Esas presenciales virtuales de las que ahora puedes disfrutar en directo tampoco te calman y, al mismo tiempo, según la hora, te escaqueas unos minutos, que no se note, para dar unos aplausos.
Compongo, compones… ¡Creamos!
No te centras, pero te ves obligado a sacar adelante tu trabajo, a tu familia y a esforzarte además con los trabajos de clase, Didáctica, Composición electroacústica, Notación, Composición… Es ahí cuando de repente compones y, componiendo música, encuentras tu válvula de escape, exorcizas tus miedos, lo cotidiano se vuelve abstracto, se vuelve idea, trabajo, composición, se convierte en música y, sin palabras, expresas miedos y deseos, expectativas, realidad y sueños.
Descubres, asistiendo a clase, viendo, compartiendo y escuchando las ideas de tus compañeros, que tu isla colinda con otras que sienten y padecen tus mismas vivencias, pero no aisladas, sino unidas creando un continente. Una onda de creatividad musical nos ha irradiado para paliar la ausencia de caricias y aire fresco, para llevarnos más cerca de los que apreciamos, para continuar los planes interrumpidos. Compañeros tuyos, más expertos, han creado poniendo incluso en marcha resortes solidarios, proyectos viralizados, aportando su grano de arena para resistir, para brindar, para disolver distancias y suplantar abrazos.
Bien por la necesidad de nuevos enfoques en tu trabajo, por inventar ideas que nos tuvieran en contacto, por desahogarnos, por dar las gracias, por mantenernos ocupados, por reafirmar la idea de que todos estábamos en el mismo barco, de repente la creatividad, en mayor o menor medida, ha brotado inventado textos, recetas, memes, bailes, desafíos, tablas de gimnasia, vídeos sincronizados, etc.. Ha unido esperanzas en una explosión de ingenio mundial sin precedentes, en una nueva forma de conocer y comunicarnos, de transmitir valores, de entretenernos, de crear reflexión y memoria, de dar forma a nuestra visión del mundo, en definitiva, de engrandecer la cultura.
Preparados para el cambio
La crisis mundial provocada por la COVID-19 ha hecho que, como sociedad, debamos replantear no solo nuestros sistemas sanitarios, laborales, logísticos y educativos, entre otros, sino también nos ha obligado a reflexionar como personas, a encontrar nuevas formas de comunicarnos, a agudizar el ingenio, a aprender nuevas habilidades. Por suerte, muchas de esas necesidades ya formaban parte de nuestro día a día como estudiantes de la UNIR y, a pesar de la incertidumbre, pudimos continuar nuestros estudios sin que se viesen afectados en exceso por la situación que estábamos viviendo.
Además, como alumnos del Grado de Música de UNIR, se nos ofreció la oportunidad de exhibir nuestros trabajos, aportes a ese estallido mundial de creatividad, en una sesión online realizada a principios de junio en el Campus virtual .Como compositores, tuvimos la ocasión de explicar nuestras obras ante los compañeros, los profesores y los tutores de nuestro grado, compartiendo con los asistentes cómo dichos trabajos – compuestos para clase, o porque era nuestro oficio o porque nos apeteció – estaban influenciados, en muchas ocasiones, por nuestras reflexiones en torno a la COVID-19 y al confinamiento.
Considero que fue una suerte haber participado y disfrutado de dicha sesión pero, sobre todo, haber podido continuar mis estudios sin sobresaltos durante esos duros días. No solo por la importancia de no interrumpir el proceso educativo sino también porque, de repente, ha servido de anclaje dentro de la cambiante realidad provocada por la pandemia.