Vicente Luis Mora
En la historia de la literatura hemos visto muchos casos de escritores precoces (Arthur Rimbaud, Claudio Rodríguez, etc.), pero no se conocen buenos escritores "adánicos", carentes de formación.
En las últimas décadas han proliferado numerosos programas oficiales y no oficiales de escritura creativa, ya sea en entornos universitarios (donde son una referencia mundial los programas de creative writing en inglés de Iowa University y Nueva York University), o en talleres privados o públicos, dirigidos por todo tipo de perfiles: escritores, profesores de literatura, especialistas en enseñanza de técnicas para escribir cuento o poesía, etc. Hay varias preguntas que suscita esta difundida práctica: ¿es posible una escritura no creativa? Y, sobre todo, ¿es posible enseñar a escribir? La respuesta a las dos preguntas es sí, con las debidas puntualizaciones que desarrollaremos ahora.
No toda escritura literaria es creativa
En los últimos años han proliferado corrientes de muy diverso signo y orientación que, desde diversos puntos de vista, han defendido prácticas literarias no creativas, esto es, no provistas de imaginación o fantasía. Ya sea desde la apropiación artística, o desde algunas líneas de escritura conceptual, como las patrocinadas por Craig Dworkin, Kenneth Goldsmith o Vanessa Place, se proponen líneas de copia y reescritura. Son corrientes discutidas y polémicas, pero no puede negarse que han enriquecido la discusión teórica sobre el hecho creativo y la figura del autor.
Intuición y formación
A lo largo de la historia de la literatura, hemos visto muchos casos de escritores precoces (Arthur Rimbaud, Claudio Rodríguez, etc.), pero no se conocen buenos escritores “adánicos”, carentes de formación. Tanto Rimbaud como Rodríguez tenían una cultura literaria -y no sólo literaria- amplísima, impropia de su edad, cuando escribieron sus primeras obras, y gracias a ese bagaje de lecturas educaron su sensibilidad y adquirieron intuitivamente herramientas y recursos para obtener sus logros. De ello podemos deducir que la formación para escribir, ya sea autodidacta, ya sea guiada por terceras personas, es fundamental para que los talentos con posibilidades desarrollen hasta el máximo su capacidad.
La enseñanza de la escritura creativa aparece como una de las posibilidades más sólidas y completas para que la persona que tenga dones, dotes o talento (o como queramos llamar a esa predisposición cognitiva que dirige a alguien de manera casi fatal hacia la escritura), pueda articular esas habilidades naturales con eficacia y extraerles toda su riqueza imaginativa.
Hay distintas maneras de articular la enseñanza de escritura creativa:
- Magisterios individuales, donde una persona configurada como maestra enseña los rudimentos de la escritura a otra que se postula como discípula (y que no pocas veces, en cuestiones artísticas, ha dado lugar a una curiosa inversión de papeles entre las dos figuras).
- Dentro de la enseñanza colectiva hay dos posibilidades:
- Un solo profesor, con un alumnado más o menos numeroso (los “talleres” literarios), recibe una enseñanza de corte generalista.
- La segunda modalidad, para mí la más interesante y eficaz, es la enseñanza de escritura creativa colectiva en lo docente y en lo discente. En este modelo, habitual en grados y posgrados, varios profesores, cada uno de ellos especializado en una rama o área, muestra a un grupo de alumnos las técnicas, recursos, elementos, herramientas e instrumentos, tanto teóricos como prácticos, cuya suma constituye el conjunto de saberes que idealmente precisa un escritor para alcanzar a conciencia sus fines.
Un ejemplo de esta última fórmula colectiva será el Máster Universitario de Escritura Creativa de la Universidad Internacional de La Rioja, que comenzará sus clases el próximo mes de marzo. Es un Máster ya de por sí especializado, pues está pensado para la formación en la escritura de narrativa. Para ello contará con diversas asignaturas, no sólo teóricas, sino también de corte muy práctico, que incluyen formación concreta en novela y cuento, hibridación con otros géneros, crónica y articulismo, diversas modalidades específicas (narrativa de ciencia-ficción y fantasía, policiaca y noir, infantil y juvenil, géneros populares de la novela, autobiografía, autoficción, diario), y redacción de reseñas literarias.
También habrá en el Máster una asignatura específica para leer mejor, que consideramos clave, y formación sobre el medio editorial y gestión literaria de la obra. Dentro de este modelo el alumno trabajará en actividades de escritura individual, lectura en grupo y escritura colectiva, para entender todas las posibilidades del fenómeno literario. Creemos que resultará una experiencia muy interesante.
Por otro lado, para aquellos interesados en este tema, el 23 de noviembre, a las 16:00 horas, abordaremos en una masterclass estas cuestiones y algunas posibilidades para perfeccionar las dotes de escritura a nuestro alcance.
Talento o dotes primero; pero luego, formación
Había un antiguo anuncio de neumáticos que decía que “la potencia sin control no sirve de nada”. Lo recuerdo por dos motivos; primero, porque la publicidad y la literatura tienen un antiguo elemento en común, que es la retórica persuasiva. Segundo, porque ese anuncio tenía razón. La potencia creativa sin una adecuada canalización puede dispersarse, perderse, desperdiciarse en empeños que parten desorientados desde su mismo comienzo, por falta de miras claras sobre el proceso catalizador.
La enseñanza de la escritura creativa no asegura ni garantiza el éxito (nada puede hacerlo), pero al menos pone los medios para que el escritor aprenda varias cosas valiosas: qué han hecho antes los demás, qué han escrito los mejores y cómo lo han logrado, qué herramientas y recursos literarios están a su alcance para materializar sus ideas en el papel, etcétera. Bien impartida, es una enseñanza que ahorra muchísimo tiempo a quien la toma. También ahorra malas decisiones, plagios involuntarios y manuscritos rechazados por errores ingenuos y fácilmente evitables. Es decir, ahorra malos ratos. Evita que nos compliquemos de forma gratuita.
Porque escribir bien ya es, de por sí, bastante difícil.