Román Rodríguez Curbelo
Esperanza Guijarro repasa los secretos que convierten la experiencia teatral en un acontecimiento único para cada espectador. La artista reconoce que con el Máster en Teatro de UNIR amplió y enriqueció los conocimientos que conforman la esencia del arte dramático, como la dirección o la puesta en escena.
Esperanza Guijarro Ramos (Huelva, 1983) ha impartido docencia en diversos conservatorios de música desde 2008 y es profesora en la Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD) de Sevilla desde hace seis años, institución en la que fue jefa de estudios entre 2020 y 2022. Ha sido también regidora de ópera y ha trabajado como actriz y músico en diversos montajes teatrales.
Es titulada superior en Arte Dramático (Interpretación textual) y en Música (Composición), además de contar con el título profesional en Piano y con el Máster en Estudios Avanzados de Teatro de UNIR, titulación por la que recibió el Premio Extraordinario a la Excelencia Académica.
El teatro es para Guijarro un acontecimiento que sucede en “el aquí y el ahora”, y tiene por lo tanto una serie de limitaciones temporales, espaciales o de personajes que el cine, por ejemplo, no padece. Sin embargo, también dispone de convenciones y recursos que permiten decir mucho con poco.
Direcciones distintas
La dirección escénica en teatro es distinta a la cinematográfica porque en cada una conviven diferentes y múltiples lenguajes, aunque comparten el objetivo común de contar historias, de transmitir un mensaje. El cine permite un mayor control sobre la recepción de ese mensaje porque brinda distintas perspectivas mediante los tipos de planos o el montaje, entre otras herramientas. Y el teatro ofrece una visión global de lo que realmente ocurre en escena. Hay detrás un gran trabajo interpretativo, plástico y visual, y la dirección establece una jerarquía o un itinerario de atención con todos los medios a su alcance: iluminación, escena, sonido, vestuario, interpretación…
La recepción de una obra dramática es diferente en cada espectador y en cada función. Sin embargo, la magia del teatro radica en que esta particular aproximación siempre se basa en un código compartido entre la dirección y el público, en una especie de pacto tácito entre directores, actores y público, en el que todos participan en un mismo presente compartido e irrepetible.
La evolución natural de las artes escénicas, de sus lenguajes y sus formas, permite cada vez más hibridar medios y confundir límites. El cineasta danés Lars von Trier, por ejemplo, se acercó “de manera magistral” en su película Dogville al teatro épico de Bertolt Brecht, dice Guijarro. Y directoras como Katie Mitchell entremezclan con gran virtuosismo los distintos pero cercanos lenguajes del cine y del teatro, como ya sistematizara el director y productor alemán Erwin Piscator en los años 30 del siglo pasado.
Espectacularidad o sencillez, misma calidad
En una puesta en escena conviven e interactúan muchos sistemas de significación teatral para transmitir un determinado mensaje. Guijarro acude a las explicaciones de la experta Jara Martínez: cada espectáculo puede establecer relaciones distintas entre esos lenguajes y seguir una determinada estrategia estético-estilística para crear multitud de signos cargados de significado.
Hay planteamientos grandes y otros sencillos. Los más espectaculares cuentan con más presupuesto, la llave maestra que abre la puerta a grandes elencos de intérpretes, escenografías exuberantes, vestuarios ricos y multitud de medios técnicos.
Guijarro señala que cualquier ópera de un gran teatro es buen ejemplo de estas grandes propuestas escénicas, pero recuerda en especial una producción del “Doktor Faust” de Busoni en la que trabajó como regidora en el Teatro de la Maestranza. Los figurantes iban prendiendo fuego a sus vestidos y trajes, provistos de un salvador tratamiento ignífugo. Varios bomberos, eso sí, aguardaban entre bastidores con extintores sobre los hombros.
No todas las puestas en escena deben ser tan arriesgadas y espectaculares. De hecho, la profesora de arte dramático resalta que diseños más sobrios alcanzan también calidades magníficas, siempre que estén presentes la coherencia con el mensaje y el respeto (e incluso el amor) al teatro mismo.
Esperanza Guijarro recuerda con cariño el monólogo Te diré siempre la verdad, de Lluís Homar, un ejemplo de sencillez y calidad que le marcó durante los inicios de sus estudios en este arte. La escenografía de la pieza se limitaba a una silla. Nada más.
También destaca a Ifigenia en Vallecas, cuya interpretación, traducción y adaptación lideró María Hervás, o Pundonor, en la que Andrea Garrote fue responsable del texto, la interpretación y la codirección, como perfectos ejemplos de buenos resultados con formatos modestos a propósito.
“Personalmente, me interesa mucho más una propuesta sencilla e inteligente, que aproveche al máximo cada recurso que se pone en escena, que una de gran espectacularidad”, reconoce Esperanza Guijarro.
Iluminación y textos
El teatro también juega, por evidente que parezca, con la iluminación. Guijarro explica con sentido didáctico que esta área se ha desarrollado mucho desde que creadores como el escenógrafo suizo Adolphe Appia o el director y escenógrafo británico Edward G. Craig comenzaran a emplearla con fines artísticos, hasta el punto de sustituir en ocasiones a la propia escenografía y de que finalmente se pueda hablar con propiedad de dramaturgia lumínica.
Más allá de los avances técnicos, la luz puede manipularse (y manipular, en el buen sentido del término) de infinitas maneras. La intensidad, la posición, la distribución sobre las tablas o el color son algunos elementos morfológicos que, combinados de cierta manera y en tiempos concretos, producen diferentes atmósferas. Afectan al estado de ánimo del público, modifican la apariencia de objetos, ocultan o resaltan partes concretas de la escena… La luz casi es, en cierto modo, otro personaje.
“Es un mundo muy complejo que el máster de UNIR me ha ayudado a comprender mejor. Ahora me fijo mucho más en la iluminación de los espectáculos a los que asisto”, reconoce la investigadora.
Otro aspecto que cimenta al arte teatral es el texto, la escritura. El lenguaje ha cambiado desde Shakespeare hasta hoy, por supuesto, pero Guijarro también destaca en esa línea que ha cambiado igualmente el umbral de atención de las personas y la capacidad de la práctica escénica para comunicar.
Hoy se perciben antes y mejor las imágenes que los textos, y por eso las obras son en general más breves. Sin embargo, lo narrativo es más evidente que nunca en escena, es más palpable, más obvio. “Encontramos textos dramáticos sin personajes ni estructura externa, más parecidos al free speech que a una obra de Lope de Vega, en autores como Angélica Lidell”, ejemplifica Guijarro.
Mucho por descubrir
Puesta en escena, iluminación, textos… Son técnicas y lenguajes, entre otros muchos factores, susceptibles de investigación, porque en teatro no está todo inventado. La novedad a veces reside en la perspectiva desde la que se aborda un trabajo o las relaciones que se establecen entre todas las partes que forman el hecho teatral.
El siglo XX supuso además una auténtica revolución escénica. La biomecánica, el teatro pobre, el teatro del oprimido, los teatros épicos, antropológicos o posdramáticos… Se experimentó con todo, surgió de todo. Guijarro considera que es interesante pensar que este nuevo siglo también acogerá nuevas formas de expresión sobre las tablas.
“La extensión de las nuevas tecnologías también ha marcado nuevos caminos que no dejan de desarrollarse. Y, por supuesto, todo lo vivido a raíz de la pandemia ha generado un gran debate sobre el arte, su función y sus formas, que seguramente cristalizará en nuevos modos de hacer y de entender el teatro”, subraya.
La profesora demuestra en todo momento grandes conocimientos artísticos, pero reconoce que el Máster en Teatro de UNIR le ha aportado una visión aún más clara del hecho escénico desde múltiples perspectivas, y la posibilidad de conversar y reflexionar con otros profesionales del teatro con más propiedad y mayor comprensión del teatro actual.
Todo desde el método fácil de UNIR, que le brindó todo el material didáctico necesario desde el primer momento para facilitar una mejor organización personal, y que le permitió compaginar los estudios con su vida profesional, a pesar incluso de que coincidió con su condición de jefa de estudios en la ESAD de Sevilla entre 2020 y 2022. Nada impidió, no obstante, que la artista alcanzase sus metas profesionales y vitales.