Gonzalo Lorenzo López
La construcción de la comunicación no verbal es un aspecto activo para envolver el texto discursivo de forma eficaz.
En ocasiones, la preparación profesional en la disciplina de la oratoria desatiende la formación especializada del análisis y la aplicación estratégica del lenguaje no verbal. Puede concebirse que un texto bien construido constituye la labor más sustancial, pero a diferencia del escritor, el orador, además, necesita exponer con precisión las palabras. El texto es la estructura y el orador profesional lo acomoda al movimiento en un juego verbal con el auditorio.
¿La solidez del discurso es sólo cuestión de palabras?
La observación de la realidad, si no es examinada analíticamente, nos aporta la experiencia de un fenómeno en apariencia fortuito: a pesar de la elección precisa de la construcción intelectual y retórica de un discurso, este puede no alcanzar al auditorio con la solvencia requerida.
Incluso, recordemos esas conversaciones que, debido a un ‘cierto’ tono o leve mueca al hablar, se tornan en batallas campales. Al trascribir las palabras observamos que son precisas, que las figuras retóricas son reseñables… Sin embargo, en el acto comunicativo pierden fuerza. ¿Por qué?
La respuesta es obvia, pero no sencilla. La pragmática, que envuelve todo el acto del habla (Escandell, 2014), nos clarifica que no sólo la construcción de una oración es importante, el contenido también, la forma de ofrecer ese acto en un discurso.
Si el caramelo es el núcleo verbal, el envoltorio sería cómo arropamos con gracia el discurso en su componente no verbal o de puesta en escena.
El propio paralenguaje adquiere significado, subtextual y fuerza ilocutiva (Austin, 1982), en referencia a la intención que el emisor traslada a su audiencia. Las palabras y el contexto emocional, por la connotación no verbal, nos procuran un ajuste de la intención interna.
Falta de compás de Nixon en su imagen
Un caso paradigmático, y ampliamente estudiado, fue el primer debate televisado de la historia, cual fue durante una carrera por las elecciones presidenciales estadounidenses, entre Nixon y Kennedy (Goethals, 2005) el 26 de septiembre de 1960. Kennedy entendió la importancia de la imagen y se preparó a conciencia. Nixon, por el contrario, desoyó los consejos que le proporcionaron en referencia a su postura, el color de su traje o la dirección de su mirada. Se arrepintió al conocer los resultados del debate que, paradójicamente, sólo ganó entre los encuestados que lo habían escuchado por la radio.
Los clásicos ya nos aconsejaban desempeñar esta faceta con esmero. Cicerón en El orador (2019:60), con tremenda actualidad, afirma que, en el acto de la pronuntiato, la acción y el movimiento son la propia “elocuencia del cuerpo”. Tanto el dominio de la voz, que baila al son de los sentimientos transmitidos, como los gestos corporales y faciales, son vitales.
Asevera Cicerón que oradores faltos de palabra cosechaban éxitos por la dignidad de su acción y, por el contrario, oradores elocuentes fueron apartados por la flaqueza de esta. Como conclusión de este aspecto, Cicerón subraya que “no sin razón Demóstenes atribuyó a la acción el primero, el segundo y el tercer papel; y es que, si la elocución no es nada sin la acción y la acción es tanto sin la elocución, es evidente que la acción tiene gran importancia en la elocuencia” (p.64).
Acompasamiento del discurso con la expresión no verbal
Al prestar atención al pensamiento de Searle (1994), es posible esclarecer dos hechos para analizar:
- La incongruencia, cuando la expresión no verbal no satisface al receptor del mensaje, puesto que observa desajustes con las palabras.
- La coherencia, cuando la comunicación verbal concuerda con la imagen observada y confirma el mensaje.
Aunque la atención consciente se focaliza en la palabra, el público procesa simultáneamente el mensaje verbal y no verbal (Givens, 2000).
“La expresión corporal, el gesto, crea las pausas cuando hablamos y transmite intenciones” (Del Barrio y Borrogán, 2011: 21), información relevante para un ‘ojo entrenado’. El análisis no verbal nos especifica la eficacia del desempeño discursivo mediante una interpretación sistematizada, más allá de las percepciones de una intuición.
Análisis y creatividad
Al introducir en el análisis del discurso (Calsamiglia y Tusón, 2004) este método, podremos fundamentar resultados sobre las coherencias o incoherencias discursivas. Y obtener datos sobre la adhesión emocional del público, uno de los cimientos de la credibilidad o ethos respecto al auditorio.
Estaremos más preparados para realizar una aplicación sobre las propias aptitudes oratorias. Asimismo, crear, perfeccionar o establecer estrategias retóricas hábiles dirigidas a la finalidad diseñada, con el cuerpo, la voz y las palabras en sincronía armónica. Al final, señala Poyatos (1994: 15) si queremos entender la complejidad del discurso y construir una puesta en escena con detalle, tenemos que articular “lo que decimos, cómo lo decimos y cómo lo movemos”.