Lucía Tello Díaz
Lucía Tello Díaz, profesora del Máster en Creación de Guiones Audiovisuales de UNIR, reseña la arte de la película española 'My Mexican Bretzel' de Núria Giménez Lorang.
Uno de los grandes hallazgos del cine español de 2020 fue, sin ninguna duda, My Mexican Bretzel, cinta nominada a Mejor dirección novel y a Mejor película documental en la presente edición de los Premios Goya. Quien se haya acercado a la película de Núria Giménez Lorang se habrá percatado de inmediato de que no es una cinta al uso.
Estrenada el pasado mes de mayo en el Festival D’Autor de Barcelona, quienes pudimos verla por aquel entonces supimos que estábamos ante un metraje excepcional. Sin ninguna duda, había nacido una estrella.
En mis clases del Máster en Creación de Guiones Audiovisuales de UNIR, siempre incido en la importancia radical de conocer el cine para poder hacerlo. Dicho de otro modo: Es difícil, si no imposible, elaborar un plato sin conocer los ingredientes. Ni siquiera poseyendo la receta.
Al talento natural, la disposición personal y el gusto por la escritura se debe unir el conocimiento del campo en el que queremos desarrollar nuestra actividad, sea documental o de ficción. En este sentido, la base con la que cuenta Núria Giménez Lorang es un extraordinario conocimiento de los resortes cinematográficos, de ahí que sepa cómo accionar la palanca del arte, de la emoción y del deleite estético simultáneamente.
Quizá lo más conmovedor de My Mexican Bretzel es que en su interior conviven dos historias que discurren paralelas hasta que Giménez Lorang decide unirlas. Por un lado, está la historia narrada, la de una mujer, Vivian Barrett, que relata su historia en presente según se muestran las imágenes que refuerzan su discurso. A través de este diario íntimo filmado, de sus escapadas por el mundo y de los encuentros fortuitos que vive, conocemos a la dimensión profunda de su protagonista, más allá de que sea retratada como una mujer con una posición social elevada, que disfruta de un nivel de vida alto en compañía de su marido, León. Porque en realidad este industrial, que estuvo a punto de fallecer en la segunda guerra mundial, está en constante viaje de negocios y no siempre comprende la hondura de su mujer.
La reflexión existencial a la que aboca la situación de Vivian colisionará frontalmente con un personaje misterioso que, repentinamente, le hará recordar el verdadero sentido de la vida.
Sus fragmentos vintage rodados en 8 mm y 16 mm y la historia que enhebra el discurso ya resultarían de por sí atractivos como película, sin embargo, es en su segundo nivel lingüístico donde Núria Giménez Lorang se revela como una creadora de primer nivel. Porque, en realidad, las imágenes que se proyectan desde el primer momento no son lo que parecen. De hecho, es entonces cuando la audiencia se percata de quiénes son los directores de fotografía de la cinta.
Los personajes de este documental viven desinhibidos con sus innumerables paseos en yate, mansiones suizas y viajes alrededor del mundo. No obstante, la reflexión va más allá de la belleza indudable de sus imágenes, ahondando en la realidad y sus límites; en la felicidad y la oportunidad de alcanzarla. Es especialmente emocionante los pasajes en los que menciona la necesidad que el matrimonio tiene de grabar imágenes, de vivir vicariamente para no tener que enfrentarse directamente a la realidad.
A través de la técnica del metraje encontrado (found footage) Núria Giménez Lorang encuentra una vertiente alternativa para crear un argumento humano y universal. Esta suerte de documental de ficción o drama documental consigue suscitar en el espectador una sensación de pionerismo, al estar frente a una historia que resulta novedosa. Sin duda, todo un reto para cualquier guionista.
Sin apoyo de sonido, salvo en determinados pasajes, y sin banda de diálogo, la película discurre mediante imágenes y subtítulos, los cuales van orientando las reacciones de la audiencia con total precisión. A pesar de sus 73 minutos de duración, la clave de toda la película se revela en el primer segundo de metraje, a través de la cita del “autor hindú” Paravadin Kanvar Kharjappali: “La mentira es solo otra forma de contar la verdad”.
Y es que, en definitivas cuentas, My Mexican Bretzel es otra forma de entender la ficción y su relación con la realidad.