Francisco Oleo
Cristina de Juana Ortin, arqueóloga, habla sobre qué pasaría si la especie desaparecida hace unos 40.000 años participase en las diferentes pruebas, de por qué desaparecieron y sobre lo importante que es que la gente se interese por conocer la prehistoria.
¿Qué pasaría si los neandertales participasen en los Juegos Olímpicos que empiezan el próximo 26 de julio en París? Cristina de Juana Ortin no podía imaginar que un simple comentario sobre la cuestión en un artículo que redactó para The Conversation en el que hablaba de arqueología y prehistoria la iba a poner en el disparadero mediático. De la reconocida plataforma editorial sin ánimo de lucro saltó a la revista National Geographic y al ABC, y de ahí a la Cadena SER y a otras emisoras de radio. Ella que, como cualquier otro arqueólogo, se pasa el día leyendo, encerrada y estudiando todo el tiempo cuando no está desenterrando objetos y restos en algún yacimiento más o menos perdido.
Pero los medios son así y la oportunidad la pintaban calva cuando vino a decir que, si hoy existiesen los neandertales y compitiesen en unos Juegos Olímpicos, probablemente arrasarían en el medallero. “Estábamos hablando de arqueología y prehistoria en la radio cuando surgió esa pregunta divertida, especulativa, como una excusa para hablar de la anatomía de los neandertales y sus principales diferencias con nosotros, los homo sapiens”, comenta.
El éxito o no de los neandertales en unos JJOO dependería, en principio, del momento vital y la condición física en la que se encontrasen estos antepasados del ser humano. “Si hubiesen conseguido cazar un mamut y comen mucho, porque no saben cuándo van a conseguir tener éxito en la caza de nuevo, pues seguramente tendrían sobrepeso y perderían la mayoría de las pruebas. Si nosotros de media ingerimos entre 1.900 y 2.000 calorías al día, ellos consumían de 4.000 para arriba, porque tenían mucha más masa muscular y, por lo tanto, mucho más desgaste nosotros”, apunta. Eso sí, nosotros somos más altos y estilizados, y quizás más ágiles. Por tanto, ¿cómo nos afectarían las diferencias entre ambos linajes en París?
Nuestra herencia genética neandertal
Una herencia genética que hoy tiene una parte visible y otra invisible. “Si vamos a la playa o la piscina vamos a poder ver rasgos y detalles que así lo atestiguan, como esas personas que tienen un cilindro corporal más compacto o las extremidades más cortas, o esas personas que tienen hoyuelos en la espalda a la altura de la cadera, un rasgo típicamente neandertal”.
“Los hombres y mujeres de la prehistoria, los neandertales y los sapiens, eran todos deportistas de élite. Estaban todo el día en el campo, subiendo y bajando pendientes, cazando, haciendo trabajos manuales, tenían que defenderse permanentemente de otros grupos, de depredadores como los dientes de sable o las hienas, porque todavía no dominaban el paleo ambiente. Todo eso les hacía mil veces más fuertes y potentes que los atletas olímpicos de hoy”, asegura.
Los neandertales tenían una complexión mucho más robusta que los sapiens, eran más bajos, pero tenían una gran masa muscular. Eran distintos a nosotros, tenían un cráneo más grande que el nuestro y con su característico arco ciliar continuo. No tienen prácticamente frente ni barbilla, poseían unos antebrazos más largos y robustos, y también una tibia y un peroné diferentes al nuestro. “Biomecánicamente eran más potentes. Sabemos por los cráneos fósiles que se han encontrado y la huella que deja el cerebro en su parte interna, que tenían su corteza visual mucho más desarrollada que la nuestra, lo que seguramente les daba ventaja en la coordinación mano-ojo”, explica y hace una parada didáctica en los fósiles de los huesos encontrados: “Las marcas de las inserciones musculares y de los tendones han dejado una huella en los huesos fosilizados que nos permiten hacer extrapolaciones de la sección de la masa muscular”.
Cristina de Juana realiza un dibujo arqueológico en el Dolmen del Portillo de las Cortes (Guadalajara, España).
A medida que aparecen nuevos fósiles y se tienen individuos más completos, el conocimiento científico crece exponencialmente. “Cuando hablamos de Australopithecus, por ejemplo, esos abuelos súper lejanos que tenemos todos, solo podemos contar con una mandíbula, y por ella ya sabemos que es otra especie. La tecnología cada vez es más numerosa y más sencilla de usar y entender, como los modelados en 3D a través de fotogrametría”, subraya.
“Citius, altius, fortius (más rápido, más alto, más fuerte)”. ¿Cómo les encajaría entonces el lema de los Juegos que ideó el padre Henri Didon, un sacerdote dominico francés buen amigo del barón Pierre de Coubertin?
De la jabalina y el salto, al fútbol y el baloncesto
“A priori, al ser más pesados y menos estilizados podríamos pensar que perderían las pruebas de atletismo de fondo, especialmente las de mayor distancia, como la maratón. Pero cazaban en grupo y a la carrera grandes elefantes y rinocerontes de la estepa, en marcha y con lanzas y otras herramientas, sin tregua y hasta que les daban muerte tras agotarlos literalmente. Cualidades que nos hablan de su gran resistencia física, su capacidad para trabajar en equipo y de su destreza y aplomo manejando lanzas, arcos y piedras”.
No lo tengo tan claro, sobre todo a la hora de plantear estrategias y jugadas, que hubiesen podido ganar la Eurocopa de existir y haber competido contra los homo sapiens.
Ahí ya tendrían casi aseguradas otras tantas pruebas en el estadio olímpico: lanzamiento de peso, de jabalina, de martillo… Pero ¿también en los estadios de fútbol o en las canchas de baloncesto?, ¿habrían ganado la Eurocopa y ahora obtendrían medalla en París en el deporte rey? “No lo tengo tan claro, sobre todo a la hora de plantear estrategias y jugadas. Un sapiens es capaz de ver cuatro o cinco posibilidades ante un problema y un neandertal no tanto.
Su forma de pensar sería más rígida que la nuestra. Hay estudios que dicen que no eran muy flexibles mentalmente a la hora de afrontar retos y dificultades, incluso se baraja como una de las causas que los llevaron a la extinción, como también pudo ser un súbito cambio del clima y su influencia en la fauna, o también su reducido número frente al sapiens, como consecuencia de su endogamia. Los sapiens aumentaron sus posibilidades de supervivencia al conseguir amaestrar al lobo y utilizarlo como guardián y ayuda clave a la hora de cazar”, señala Cristina de Juana, que sí tiene claro dónde los neandertales lo tendrían más difícil: “En salto de longitud y en salto de altura. Su estructura ósea y su peso les pondría claramente en desventaja frente a nosotros”.
Pero en deportes muy exigentes físicamente, como la lucha y el boxeo, no tendrían rival. “En un deporte como el baloncesto, que es de contacto continuo, la altura del sapiens juega a su favor, aunque en el momento que fuera a quitarle el balón a un neandertal, en el momento que fuera a desplazarle o le diera un golpe, el sapiens saldría volando”, señala.
Los neandertales estuvieron sobre la Tierra entre los años 250.000 y 40.000 antes de nuestra era. Son un linaje distinto del homo sapiens que provienen del homo antecesor, un abuelo común de ambos. “Para mí el concepto de eslabón perdido está un poco anticuado, porque pienso que no hay un eslabón perdido, sino muchos. Cuanto más sabemos, más espacios tenemos en blanco, pero es algo que ocurre en cualquier campo de investigación”.
De los neandertales se han encontrado restos enteros en Europa, Oriente Próximo y Asia, y recientemente también en Latinoamérica. El homo sapiens proviene fundamentalmente de África y se asentó luego en Europa para después conquistar el mundo.
Entre un 2% y un 4% de nuestra genética es nenadertal. Se estima que en Europa habría antes de desaparecer unos 70.000 individuos de este linaje, frente a cinco o seis veces más de sapiens.
“Sabemos que ambos linajes se hibridaron en algún momento porque entre un 2% y un 4% de nuestra genética es neandertal. O sea, que el cruce tuvo que ser real y además duró en el tiempo para llegar a tener un porcentaje significativo, ya que ellos eran muy pocos. Por el número de yacimientos que tenemos se estima que en Europa habría unos 70.000 neandertales en aquella época frente a cinco o seis veces más de sapiens”, asegura la docente de UNIR.
Según un investigador de la Universidad de Bath, formaban grupos pequeños y cada vez más aislados, más expuestos a los peligros externos y eso pudo empeorar su contenido genético, que cada vez fue siendo peor y les fue cerrando su capacidad de supervivencia. Eso explicaría también su hibridación con los sapiens. Otros investigadores apuntan a su exposición a diversas enfermedades que pudieron acabar con ellos. “Su desaparición no tendría una sola causa, sino seguramente muchas y muy variadas”, revela.
Esta especialista en la prehistoria tiene claro que los neandertales han sido injustamente tratados por la historiografía. “Siempre ha habido una tendencia a bestializarlos y a situarlos más cerca del mono que del hombre, pero yo no estoy de acuerdo porque hay diferentes cuestiones que apuntan a lo contrario. Siendo grupos muy minoritarios, tuvieron la capacidad de acercarse y relacionarse a otros grupos diferentes, mayores y con más recursos, para intentar sobrevivir, lo que habla de una inteligencia y una sensibilidad más que suficientes”.
Los neandertales, hombres y mujeres muy de hoy
De Juana también expone el testimonio que han dejado los neandertales en relación con la muerte. “Hacen enterramientos intencionados y muy cuidadosos, como del yacimiento de un niño de dos años depositado nada más morir en Ferrassie, Francia; o las tumbas encontradas en Shanidar, Irak, donde los cuerpos tienen restos de polen, lo que quiere decir que estaban cubiertos por un manto de flores. O también los adornos personales de ocre encontrados y los objetos hallados junto a sus restos fosilizados”. En el yacimiento de Shanidar en Irak se encontraron los restos fósiles casi intactos de Nandy (diminutivo de neandertal), que tenía unas lesiones muy graves en el lado derecho provocadas cuando era niño y llegó a vivir unos 40 años, el equivalente a nuestros 80 de hoy. “Lo que da una idea de que los neandertales cuidaban de suyos, de su humanidad”, destaca.
La docente de UNIR, en el complejo arqueológico de Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal) de final del neolítico-calcolítico.
La docente de UNIR explica que “queda mucho por estudiar aún, pero las investigaciones más recientes apuntan a que realmente cuidaban unos de otros, que aceptaban al diferente. Una diversidad que ahora tenemos muy presente y que ya practicaban los neandertales hace miles de años. Por eso debemos ahondar más en esas características que los hacen humanos y comprende esos factores para poder entender por qué se hibridaron con los sapiens y conservamos parte de su genética”.
Esa es precisamente su pasión. Cristina de Juana Ortin llegó a la arqueología y la prehistoria por puro convencimiento e insistencia. La suya y la de su padre, que estaba empeñado desde siempre en que estudiase Historia. Fue él quien la matriculó después de que dejase la carrera de Veterinaria a mitad de camino al darse cuenta de que no era lo suyo. “Enseguida mis profesores de Prehistoria se fijaron en mí y empecé a hacer viajes con ellos a distintas excavaciones”. Y fue encadenando becas de investigación y acabó especializándose en ese período de la vida de la humanidad anterior a cualquier documento escrito. “Hice mi tesis doctoral sobre la etapa aziliense del periodo mesolítico, y en parte estaba fundamentada en piezas de arte prehistórico portátil, utensilios y piezas de aquella época sobre las que he investigado mucho”, afirma.
Actualmente compagina su dedicación a la arqueología activa con sus clases en el Máster de Gestión y Emprendimiento de Proyectos Culturales de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de UNIR.
Su éxito en los medios de comunicación la anima a seguir profundizando en el mundo de los neandertales. “Ahora quiero seguir trabajando en esta línea porque me resulta muy atractiva y he visto que genera mucho interés y provoca mucha curiosidad. Como profesores, tenemos que hacer el esfuerzo de aterrizar el conocimiento acumulado con el que contamos y hacerlo accesible a la gente. No hay que tener miedo, aunque habrá seguramente compañeros que me lapiden. Después de 20 años de estudio continuo, de leer todo lo necesario, a veces vas y metes la pata porque no recuerdas algo exactamente o porque eso otro lo tienes un poco oxidado. Lo importante es divulgar, conseguir que esas materias con las que tú te lo has pasado tan bien lleguen al gran público y disfrute contigo”.
Los principales yacimientos de la península Ibérica
Según De Juana, “para ser arqueólogo lo primero que hay que tener es una paciencia infinita y después conseguir estar actualizado lo máximo posible, algo que es complicado, porque puede aparecer un nuevo fósil que haga que tengas que replantearte muchas cosas. En la península Ibérica tenemos mucha suerte porque contamos con algunos de los enclaves prehistóricos de primera magnitud, como el arte rupestre de la cueva del Castillo en Cantabria, Pinilla del Valle en Madrid o la cueva de Gorham en Gibraltar, entre otros muchos. Y por supuesto, Atapuerca, con restos de más de 1,5 millones de años de antigüedad y un atractivo que no va a perder jamás”.
UNIR, por su parte, impulsa la arqueología desde sus aulas virtuales y también sobre el terreno con sus Campos Experimentales de Arqueología en La Rioja. La iniciativa, que se ha celebrado por tercer año consecutivo y en la que participaron en su mayoría estudiantes de la facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de diferentes universidades españolas, acaba de concluir con hallazgos celtibéricos en el yacimiento de Calahorra y de seis nuevas tumbas en Arnedo.
Los objetivos profesionales de Cristina de Juana Ortin van por ahí, por potenciar y divulgar la arqueología, porque la gente disfrute con su pasión como ella lo hace. “Voy a acercar la prehistoria a la gente para que todo el mundo quiera estudiarla”, dice. Conocimiento, fuerza y ganas no le faltan. De hecho, después de casi una hora de conversación a mí ya ha conseguido engancharme.
- Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades