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Lluís Capdevila o cómo ser un gato jazz

El prestigioso compositor e intérprete de jazz, que ya cuenta con siete discos publicados, habla de su trayectoria vital, siempre ligada a la música, y de sus proyectos más inmediatos, con el Máster online en Jazz de UNIR como elemento motivador destacado.

Lluís Capdevila, músico pianista y compositor de reconocido prestigio internacional y profesor de UNIR.

“Todos quieren ser un gato jazz”, cantaba el protagonista de la película con más ritmo de Disney, y al menos en el caso de Lluís Capdevila no se equivocaba. Este catalán universal descubrió que había nacido para la música con apenas cinco o seis años gracias a uno de esos pequeños teclados electrónicos.

“Me pasaba el día escuchando en mi habitación un recopilatorio de los Beatles con un radiocasette que tenía. Pero fue el día que me puse a jugar con mi amigo en el patio del colegio con aquel juguete cuando me di cuenta de que podía imitar sin problemas esa música que escuchaba continuamente en casa. Entonces tuve claro que eso era lo que quería hacer con mi vida en el futuro”, recuerda el músico pianista y compositor de reconocido prestigio internacional, coordinador académico en UNIR del máster que se ocupa de seguramente la música más intuitiva y vital que existe.

Le debe casi todo lo que es hoy como músico a ese juguete, pero también a sus padres, que no paraban de poner en casa a los Cuatro de Liverpool y le contagiaron la fiebre, y a una beca Fulbright que le abrió definitivamente los cinco sentidos a partir del órgano de una iglesia afroamericana de Nueva York. Una extraña mezcla que acabó sustanciándose en un mundo alrededor de un piano-jazz.

Máster Universitario en Jazz y Música Moderna

Más allá de las palabras

Como en todos los buenos músicos, el principal don de Capdevila es su oído, que ha ido cultivando en estos años. El Diccionario de la lengua española lo define como “el órgano que sirve para la audición”. Una primera aproximación que no es suficiente y obliga a ir más allá: “Es esa aptitud para percibir y reproducir los temas y melodías musicales”.

Pero si queremos entender realmente de lo que estamos hablando es mejor acudir al propio Capdevila: “Para mí, significa tener la capacidad de escuchar y comprender la música interiormente con la peculiaridad de que la música no esté físicamente presente”, explica con la misma naturalidad con la que un escultor ve a la persona que lleva dentro un bloque de mármol o un sommelier identifica un vinazo con solo acercar su nariz.

La clave es el oído: “Tengo facilidad para escuchar en profundidad los sonidos; me paso el día escuchando. La música me ha interesado muchísimo siempre porque en todo momento la he visto asociada a la creación artística. No soy tanto de copiar, sino de crear. Me gusta improvisar y para mí la música es una ventana en este mundo que me permite hacerlo, de la misma manera que otra persona puede escribir un libro en su ordenador manejando el lenguaje”, explica.

Capdevila es más compositor que intérprete, como el mismo reconoce, pero “con el matiz de que soy intérprete de mis propias composiciones. Es decir, he participado en festivales de jazz, como por ejemplo en el Festival de Jazz de Terrassa. Lo que mejor hago es focalizarme en poder presentar mis propias composiciones y defenderlas con músicos de prestigio internacional”.

Una vida que es compatible con su interés por la enseñanza: “UNIR me ayuda porque me permite equilibrar mi vida para poder seleccionar aquellos conciertos o proyectos que quiero cuidar, y sin dejar de ejercer la parte docente”, asegura.

Pasión por el piano

Capdevila es oído, pero también es piano, su verdadera pasión. “Soy muy de las teclas de este instrumento. Es mi vocación y además es con el que me gusta componer y tocar”.

Pasó nueve años en Nueva York, donde además de organista acelerado, acudía siempre que podía al Village Vanguard, el conocido club de jazz neoyorkino, el más antiguo ahora mismo de la ciudad, situado entre la 7.ª Avenida y la calle 14. “Me ponía muy cerca del escenario a escuchar a cualquier grupo que tocara. Las bandas actúan allí de martes a domingo, en dos pases cada día. Yo solía ir al último del domingo y me ponía pegado a ellos, tocara quien tocara. Era un ejercicio didáctico y de inspiración. Un momento brutal porque estaba a dos metros del intérprete. Salía por la noche y muchas veces me tenía que tomar cuatro o cinco cafés porque no aguantaba estar despierto de dos y a tres para ir a las jam sessions. Esas sesiones en las que puedes salir a tocar y estar con los demás”.

Allí descubrió que la gente realmente pagaba por el oído del músico. “En una situación tan profesional y tan de primer nivel, vi que lo que marcaba la diferencia entre unos y otros no era que tuviesen mejor o peor técnica, ya que todos mantenían un nivel altísimo, sino cómo el cerebro de esas personas contiene la música de una forma natural. Se trata de conectar con uno mismo, con lo que escuchamos y con ir estimulando un poco ese oído intuitivo que tenemos todos dentro y que, si no lo cuidas, si no lo cultivas, pues no despierta. También es necesario relacionarte con el instrumento e intentar autoestimularte escuchando mucha música”, desvela.

¿Y después?, me atrevo a preguntar en medio de este proceso creativo: “A partir de ahí, te sientas al piano y, ¡mmmmm!, acción-reacción de una nota; y sí el oído está bien cultivado, pues una nota te lleva a otra y sigues buscando de manera intuitiva. Un método que no está reñido con poder estudiar, conocer las estructuras y que haya cierta instrucción”.

¡Góspel a tope!

El blues, que antecede el jazz, surge por la necesidad de expresar un dolor, por la mala situación que tenía la población afroamericana en Estados Unidos, y después, con el jazz moderno, a partir de los años 40, empezaron esas narrativas tan interesantes de solos, de recursos, exploración y armonía. Capdevila cuenta cómo, a partir de ahí, “el jazz surge para comunicar con un alto grado de pasión, sin medias tintas. Es algo que aprendí cuando viví en Harlem siendo organista en una iglesia afroamericana y, en general, cuando sales a escena”.

Lluís Capdevila, coordinador académico del Máster oficial ‘online’ de Jazz y Música Moderna de UNIR.

Se pasó tres años asistiendo todos los domingos por la mañana a esa iglesia, donde era el único blanco: “Góspel a tope que sigo llevando muy adentro”, exclama y continúa relatando su aventura: “Al principio todo era del tipo: ¿qué hace este aquí? ¿no durará ni dos semanas?, comentaban las mujeres mayores de la iglesia. Tuve que aprender sobre la marcha con un órgano Hammond eléctrico de 1936. Pero lo disfruté como un loco y me enriqueció muchísimo. Dicho esto, son situaciones en las que no puedes ir con dudas”. Y está claro que no las tuvo, ni antes, ni tampoco ahora.

De entrada, en el jazz el ritmo y la aproximación es diferente frente a otros estilos musicales. “El rock, por ejemplo, aparece porque la siguiente generación simplemente quería disfrutar y no cargar ya con toda aquella nostalgia que implica el jazz. La raíz es diferente, aunque ambos estilos musicales utilizan estructuras del blues. De todas maneras, en el rock, que a mí me encanta, también se puede improvisar”. Aunque lo suyo es el jazz, le gusta y escucha todo tipo de música, empezando por los Beatles. “Lo que quizás diferencia un poco más al jazz otros estilos es el groove, ese caminar de las piezas”, comenta el coordinador académico del Máster de Jazz y Música Moderna de UNIR.

Igual que Bach, los Beatles son un punto y aparte. Los lleva escuchando toda su vida. “Me encantan. Uno de mis discos, el que compuse con Cinematic Radio, lo mastericé con Greg Calbi, un ingeniero de sonido muy potente de Estados Unidos que trabaja, por ejemplo, con Taylor Swift. Uno de sus trabajos más destacados fue la remasterización de todos los discos de los Beatles. Fue pista por pista, escuchándolo todo: el bajo de Paul McCartney, la guitarra solista de George Harrison o la guitarra acompañante de John Lennon, la batería de Ringo Star… Fuimos a su estudio de New Jersey y estaba con James Farber, otro conocido ingeniero especializado en jazz. Recuerdo como ambos coincidían en que los Beatles eran lo máximo porque, según decían, en su música estaba todo. Yo pensaba lo mismo. Sabían de lo que hablaban porque habían pasado por cada detalle de sus canciones y por cómo se había hecho toda su música”.

Proyectos en marcha

Lluís Capdevila está ahora mismo componiendo la música para un próximo disco de piano. Está a medio camino y sería el octavo de su carrera. “Estoy intentando acabarlo en mi cabeza y después ya encontraré, supongo, el momento para grabarlo durante este curso académico”.

El pasado mes de julio publicó su último álbum, un disco muy especial, ‘Mompou Revisited’, dedicado al genial compositor catalán, y el año anterior sacó ‘Lament’, un disco también solo de piano, fruto de una residencia de creación artística en el Auditori Enric Granados de Lleida, que es la ciudad donde vive ahora.

El abril del año pasado finalizó una beca Leonardo. Estuvo 18 meses amparado por esa beca y el fruto fue este disco sobre Mompou que está generando mucho interés, también en Spotify. “Es una música muy nuestra, diría, muy, muy ibérica, y cualquier persona de aquí que lo escuche sentirá un grado de cercanía”, dice.

Según este músico único, “salir al extranjero me ha ayudado mucho, pero siempre vuelto y he seguido funcionando. De hecho, la música más importante que he compuesto creo que ha sido después de esa etapa, porque me sirvió para inspirarme de los músicos que conocí allí, pero también para valorar lo que tenemos aquí”.

Y sostiene que “está muy bien exponerse a situaciones que no son conocidas y que son de alto nivel musical porque te inspiran muchísimo. Pero al final, el trabajo de un músico, aunque tiene una parte evidentemente colectiva, debe ser en gran medida individual”. Para Capdevila, un músico tiene que practicar, escribir y componer solo: “No te estancas porque la propia responsabilidad individual hace que puedas desarrollarte en cualquier momento y desde cualquier lugar”.

Un máster multinacional

Por eso no ve ningún problema en formarse como músico de manera online, al contrario, piensa que enriquece especialmente.“Tengo alumnos en UNIR que viven en islas situadas en lugares bastante remotos y que ya tocan superbien. Está muy bien viajar y moverte, y en mi caso fui muy afortunado al tener esa etapa formativa de nueve años en Nueva York, pero eso muchas veces se puede hacer desde cualquier ciudad siempre que exista la vocación y un interés por el trabajo personal”, mantiene.

Tradicionalmente, el jazz despierta un gran interés en Cataluña, quizás por la importancia de la figura de Tete Montoliu, lo cual no quiere decir que no haya muy buen jazz en otras partes de España, como en Málaga o Madrid, donde hay grandes músicos. Pero hoy está todo globalizado y puede aparecer un buen músico en cualquier lugar. “UNIR tiene esa capacidad de llegar a estudiantes de todo el mundo. Para mí, el jazz es un medio para poder estimular y llevar a cabo esa creatividad, escribir música y discurrir melodías”, señala.

A quién va dirigido el máster

Además del Máster Universitario en Jazz y Música Moderna de UNIR, da clases en distintos lugares. Por ejemplo, da un curso de extensión universitaria que es un seminario que se llama Jazz, rock, flamenco y sus raíces populares en la Escuela de Humanidades. “Este es un curso abierto a todo el mundo, pero en el caso del Máster de Jazz sólo pueden acceder directamente las personas que tengan un título superior en interpretación, sea cual sea su especialidad”, subraya.

En este sentido, Capdevila comenta que “en el máster de UNIR no enseñamos jazz desde cero porque impartimos un contenido avanzado. Pero hay mucha gente que toca muy bien jazz y tiene carreras de clásica. Son músicos que tienen un dominio en su instrumento y buenas nociones de jazz. Ese perfil tiene acceso directo”.

Después, puede acceder cualquier persona que tenga un grado o una licenciatura, pero siempre que supere una prueba de acceso. Es una prueba que viene recogida en la memoria del título; además tiene que mandar unos vídeos con sus interpretaciones siguiendo unas pautas que se indican. Y si el nivel es bueno, los candidatos pueden entrar al máster, aunque estén licenciados en Derecho. “Soy el encargado de ir haciendo ese filtro. El perfil es el de un músico que pueda interpretar, sea cantando o con un instrumento”.

El máster cuenta con distintos profesores que él mismo ha ido rescatando de otros títulos de UNIR y que tienen un perfil óptimo para las asignaturas que se imparten. Es un título de carácter oficial tras ser aprobado por la ANECA. “Ahora tenemos más asignaturas, un trabajo final de máster y los contenidos tienen un aire más avanzado porque es un máster universitario. Mezclamos la teoría con la práctica mediante un montón de grabaciones de vídeos con interpretaciones e improvisaciones que deben entregar los alumnos”, explica.

Poner música a la deslocalización

Precisamente, como sostiene, lo que le hace único a este máster es que es online. “Hay mucha gente que trabaja, que tiene familia, que vive lejos de una gran ciudad. Entonces este máster, en cierta manera, hace posible esa conciliación y supera la deslocalización. En mi caso, al ser padre, soy el primer beneficiado con el modelo online de UNIR”.

El coordinador académico del Máster en Jazz y Música Moderna de UNIR también llama la atención sobre que “hablamos muchas veces de la España despoblada, pues bien, este máster permite que una persona que viva en un pueblo aislado y tenga internet, pueda aprender a ser un músico de jazz sin tener que salir del pueblo. Contamos con gente de Colombia y Ecuador, por ejemplo, y hemos tenido alumnos que viven en Canadá o en Estados Unidos. También de Madeira, de Canarias o Baleares, de pueblos muy pequeños… nuestro formato online nos permite estas cosas”.

Capdevila se hizo maestro porque le gusta explicar las cosas, compartir y contarlo todo (esta entrevista es una prueba). “Lo que en otras profesiones puede ser un problema, en la docencia es algo que encaja a la perfección. Es algo que aprendí cuando recibí mi beca Fulbright y recibimos una invitación para ir a cenar una hamburguesa en la casa del embajador de Estados Unidos en Madrid. Nos dijo que esa beca era fundamentalmente para que volviéramos a España y compartiéramos el conocimiento que habíamos adquirido en Estados Unidos, porque ese era el espíritu de los Pactos de Madrid del año 1953, cuando se hizo la comisión bilateral Fulbright y se intentó abrir un poco España hacia al exterior”, recuerda con emoción.

Se siente, por suerte para los demás, en la obligación de compartir: “Me gusta pensar que, a día de hoy, he cumplido y sigo cumpliendo con mi beca Fulbright. Fue un privilegio, un milagro en aquel momento y en aquellas condiciones -dos años sin tener que pensar nada más que en la música-, y he vuelto a mí país y estoy haciendo el trabajo de compartir a la vez que intento seguir avanzando con mis proyectos”.

¡Música maestro!

Para él ser profesor es cada vez más inspirador: “Al final quieres ver cómo responde el otro. Voy buscando un poco esa interacción que puedes hacer cuando ya tienes experiencia. Es bonito y enriquecedor ver cómo reaccionan tus alumnos”.

En el máster existe un feedback continuo que el estudiante recibe del profesor y que también se produce de forma permanente entre los estudiantes, asegura. “Comparamos las entregas de los alumnos. En clase, en las asignaturas hemos puesto varias entregas que hay que realizar tocando, y hacemos una selección de algunos de los problemas y virtudes que han tenido los alumnos y las ponemos en común”. Es solo el principio, vamos a hacer más cosas en el futuro, aunque la naturaleza del máster sea centrarse en aquellas herramientas y en el trabajo que tiene que hacer el músico de manera individual”, afirma.

¿Qué escucha un músico consagrado?

Aunque su pasión es el jazz, Capdevila es bastante ecléctico musicalmente hablando. “Además de los Beatles, tengo todos los discos de Blur y los fui a ver en vivo en 2015 en el Madison Square Garden. Antes de irme de Estados Unidos escuché un poco de todo. En jazz me gustan mucho Keith Jarrett, Bill Evans y Brad Mehldau, son mis tres pilares en el mundo del jazz, pero realmente escucho de todo. He tenido épocas en las que me he centrado más en el bebop, por ejemplo, y luego en otros estilos”, revela y puntualiza: “Me gusta escuchar buenas canciones, ver cómo están hechas. Me motiva como músico escuchar una canción de Sabina o de John Lennon y ver su estructura, la melodía, lo que tienen de creatividad pura, entender cómo funcionan… Me fascina el piano de Jarret. La música te puede acompañar en muchos momentos. Por la mañana, por ejemplo, intento siempre tocar algo de Bach, porque me sirve para meditar, me pone los pies en la tierra, luego me levanto y todo está ordenado…”. All you need is love, all you need is Bach, jazz is all you need.


7 conciertos en Cataluña y Madrid para pasar de las palabras a los hechos

Si te gusta la música y te ha cautivado el personaje, puedes pasar de las palabras a los hechos y elegir cita con Lluís Capdevila y su proyecto ‘Mompou Revisited: Intimate Impressions’, que se presentará en vivo próximamente en los siguientes escenarios:

  • 7 de marzo en Olot: Sala El Torín.
  • 8 de marzo en Lleida: Auditori Enric Granados.
  • 9 de marzo en Cambrils: La Cripta de L’Ermita.
  • 10 de abril en Madrid: Universidad Complutense, Ciclo AIE en Ruta.
  • 16 de abril en Cervera: Festival de Pasqua.
  • 9 mayo en Madrid: Fundación BBVA.
  • 1 de julio en Madrid: Universidad de Alcalá, Ciclo AIE en Ruta.
  • Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades

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