Der Sturm (La Tormenta) fue una revista artística que se publicó en Berlín entre 1910 y 1932. Hoy en día, esta revista ofrece sus contenidos en acceso abierto y resulta un documento extraordinario para contemplar cómo iban desarrollándose, en tiempo real, las vanguardias del arte contemporáneo: expresionismo, cubismo, futurismo, dadaísmo, surrealismo, abstracción…
Como no podía ser de otra manera a causa del entorno, Debussy se vio envuelto en la espiral de wagnerismo en su etapa de formación y, en sus comienzos como compositor, se vio fascinado por la profundidad de la música del maestro de Bayreuth. A pesar de la virulencia con que Debussy criticó posteriormente la música alemana, las alusiones a la música wagneriana son constantes y, especialmente, al “acorde de Tristán”, ya sea en forma de parodia, de cita o de verdadera filiación simbólica con el fragmento original.
La ópera Tristán e Isolda, compuesta por Wagner, financiada por Luis II de Baviera y dirigida por Hans von Bülow –con una problemática relación personal entre ellos–, se estrenó en Munich el 10 de junio de 1865. Entre sus múltiples innovaciones musicales –sistema de leitmotives, melodía infinita, componente cromático en la armonía, escenografía, libreto, etc.– sobresale sin duda las que conciernen al llamado “acorde de Tristán”, que abre la obra y constituye una de las mayores novedades musicales en la segunda mitad del siglo XIX.
En pocos días, la Fantasía de Schumann, cuya primera versión fue compuesta en el verano de 1836, cumplirá 180 años. Aunque no fue publicada hasta 1839 como parte de las obras dedicadas al homenaje a Beethoven que Liszt impulsó en Bonn –y que no se inauguraría hasta 1845 por falta de financiación– la Fantasía Op. 17 surgió en el “horrible verano de 1836” (Geck, 2014) en que Friedrich Wieck, el antiguo profesor de piano de Schumann, le prohibió terminantemente visitarlos, a él y a su hija Clara, de quien el autor estaba perdidamente enamorado. ¿Cuál es el secreto que la Fantasía de Schumann esconde? Consiste en un intrincado laberinto de mensajes cifrados y alusiones musicales.
La proporción áurea es un fenómeno que parte de la propia naturaleza y que, representado por una ecuación algebraica, se muestra como un segmento dividido en dos partes desiguales cuyo punto de encuentro radica en el número 1,618. El segmento grande se denomina con la letra griega phi y el pequeño, con la letra griega psi; en porcentaje, ambas partes se pueden calcular como un 62% y un 38%, respectivamente. En la música anterior a 1900, ¿existe la proporción áurea? ¿su uso era deliberado, como en el siglo XX?
Federico II (1194-1250), emperador del Sacro Imperio Romano y rey de Sicilia, mandó a algunas nodrizas educar a unos niños sin permitirles que hablasen con ellos, con el fin de saber qué idioma hablarían. Como resultado de este «experimento», que impidió una relación afectiva normal, los niños murieron.
No es extraña la asiduidad con la que estos dos términos aparecen habitualmente asociados o simplemente unidos mediante una copulativa. Cuántas veces hemos escuchado la afirmación de que el intérprete es un artesano. Lejos de ser una proposición metafórica, interesada en el acto de transmitir ciertos valores o comportamientos frente al organismo vivo que es el propio instrumento, esta frase aloja un realismo cuyos argumentos cubren cada una de las facetas en la relación entre éste y su dueño.
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Algunos estudios en los que imparte clase