Lucía Tello Díaz
Una recomendación cinematográfica que no he dudado con el estreno en plataformas y Video on Demand (VOD) de Dolor y gloria. Pedro Almodóvar se convierte en prioridad.
Una de las pocas ventajas de dedicarse a investigar el mundo del cine es, indudablemente, poder hablar de él. Donde sea y cuando sea, el contexto resulta completamente accesorio.
Asimismo, el placer aumenta cuando se puede departir sobre cine con frecuencia y con el mayor número de personas posible; por eso no somos pocos los que aprovechamos cualquier resquicio conversacional para sacar a colación el cine. Esto es axiomático. Así hace unas horas, cuando un compañero de UNIR me ha pedido una recomendación cinematográfica, no he dudado en indicarle que, con el estreno en plataformas y Video on Demand (VOD) de Dolor y gloria, Pedro Almodóvar se convierte en prioridad.
Si todavía hay algún alumno del Máster en Guion online de UNIR que no haya tenido ocasión de degustar (paladear y disfrutar) el cine de Pedro Almodóvar, aquí van seis claves narrativas por las que se debe realizar una inmersión estival en su obra. No tiene desperdicio.
1-Por ser iconoclasta
Ir contracorriente es fundamental para configurar una carrera distinta y personal. Pedro Almodóvar ha hecho de la diferencia su leitmotiv, incidiendo en temas, enfoques o aspectos que rompían con la norma. Desde Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) a ¡Átame! (1989), pasando por La piel que habito (2011) o Los amantes pasajeros (2013), el cine de Pedro Almodóvar ha vivido siempre al filo de la heterodoxia.
2-Por ser irreverente
Una conditio sine qua non para ir contracorriente es, en gran medida, ser irreverente; y Pedro Almodóvar es uno de los rebeldes más representativos del panorama cinematográfico nacional (y aun internacional). En términos generales, el atrevimiento se ha convertido en un sello de identidad. Solo hay que recordar al personaje de Victoria Abril en Kika (1993) o la temática general de Entre tinieblas (1983) para descubrir a un autor que no teme traspasar fronteras o, por qué no, tratar de derribarlas.
3-Por elaborar guiones profundos y significativos
Lejos de sucumbir ante la liviandad, Pedro Almodóvar sigue apostando por guiones de una gran hondura, tanto intelectual como emocional. Los constantes giros y la profundidad que destilan sus diálogos hacen referencia a una solvencia técnica y literaria que va más allá de la anécdota, del carmesí o del arte pop. Del mismo modo que Hopper es más que Nighthawks (1942) y David Hockney mucho más que las aguas insondables de A bigger splash (1967), Almodóvar trasciende las apariencias para enarbolar un relato crítico contra una sociedad tantas veces despiadada. Un detalle, en su última película, Dolor y gloria, un graffiti en absoluto casual reza: “Hermana, yo sí te creo”. Toda una declaración de intenciones.
4-Por atreverse a adaptar a otros autores sin perder su personalidad
Ruth Rendell es solo una de las autoras a las que Pedro Almodóvar ha adaptado a la gran pantalla, en concreto, en Carne trémula (1997). Con anterioridad ya lo había hecho con Jean Cocteau y La voz humana, cuyo rastro se puede seguir en La ley del deseo (1987), e incluso hay innumerables intertextualidades de Un tranvía llamado deseo (Tennessee Williams) y Yerma y Bodas de sangre (Federico García Lorca) en Todo sobre mi madre. En muchas ocasiones se ha citado Tarántula de Thierry Jonquet (1984) como referente de La piel que habito (2011) y, finalmente, Julieta (2016) es la adaptación libre de tres obras de Alice Munro (Destino, Pronto y Silencio)
5-Por abordar temas cotidianos
Incomunicación, desamor, aislamiento, enfermedad. La realidad es la mejor simiente para los conflictos y, en términos fílmicos, estos son más verosímiles cuanto más cotidianos se presenten ante el espectador. Hablar de lo general desde una perspectiva particular es lo que hace universales e ininteligibles las películas de Almodóvar. Y es que, apelar a la humanidad, siempre es un recurso acertado para la elaboración de un guion.
6-Por revitalizar el melodrama clásico
Se declara admirador de Douglas Sirk y en sus venas palpita la herencia de Nicholas Ray, William Wyler o George Stevens. Almodóvar ha revitalizado el melodrama del Hollywood dorado, haciendo un tributo a aquel cine que lo sedujo en su infancia. Esto queda reflejado en su último filme, Dolor y gloria, en el que repasa aquellas películas que forman parte de su educación sentimental y que, junto a la realidad y su particular humor y perspectiva, le han convertido en uno de los mejores guionistas del panorama contemporáneo. Por algo obtuvo el Oscar al Mejor guion original por su película Hable con ella; por algo su trabajo le ha granjeado prestigio internacional.
No lo duden, si este verano desean conocer al más clásico de nuestros contemporáneos, redescubran al siempre mayúsculo Pedro Almodóvar.