Lucía Tello Díaz
En el cine el tiempo no existe, se crea; su cronología obedece a leyes distintas. Las escenas no suceden espontáneamente, sino que se ruedan, se modifican, se construyen y se reconstruyen. Todo debe seguir una continuidad que resulte lógica porque, cuando esas leyes se rompen de manera artificiosa, surge el fallo de raccord.
Al contrario que en el mundo natural, donde a cada suceso le sigue otro de manera simultánea o consecutiva, los derroteros cronológicos de la ficción son completamente distintos. Por mucho que nos seduzca una realidad multidimensional en la que podamos adelantar y atrasar nuestras acciones, la vida que conocemos no se parece en nada a Interstellar (2014) de Christopher Nolan. Nuestro mundo es monótonamente lineal.
En el cine el tiempo no existe, se crea; su cronología obedece a leyes distintas. Las escenas no suceden espontáneamente, sino que se ruedan, se modifican, se construyen y se reconstruyen. Todo debe seguir una continuidad que resulte lógica porque, cuando esas leyes se rompen de manera artificiosa, surge el fallo de raccord: ese repentino muro de Matrix (1999) que aparece donde antes existía una ventana. Algo se ha hecho mal.
El raccord es, en román paladino, aquello que todos conocemos por continuidad, la correlación lógica entre un plano y el que le sigue, salvo cuando la intencionalidad está dirigida hacia derroteros expresivo-narrativos. En nuestra vida diaria es algo de lo que no nos percatamos, pero cuando hablamos de cine, es un aspecto al que hay que prestar atención extrema.
Rupturas de raccord
Existen muy diversos modos de romper la continuidad en el cine. Aunque no nos vamos a detener en todos, subrayaremos los must para todo aquel que quiera iniciarse en el mundo cinematográfico.
Una de las rupturas de raccord más notorias es la de direccionalidad y/o de acción. Esta sucede cuando una actividad llevada a cabo en un sentido (de izquierda a derecha, por ejemplo) es seguida por otra que se desenvuelve en el sentido contrario (de derecha a izquierda). Era propio de los primeros años del cinematógrafo el cometer este tipo de fallos, pero en la actualidad hay una conciencia extrema respecto a su correcta ejecución. Fire (1901, James Williamson)
Relacionada con la anterior está la ruptura de continuidad de mirada, aquella que se da cuando un personaje observa a otro (o a un objeto) y el plano inmediatamente posterior no parece seguir la misma línea de mirada. El resultado, por supuesto, es desasosegante.
Aunque existen otros fallos de raccord derivados de la dimensión más técnica del quehacer cinematográfico, léase falta de continuidad en la iluminación (un espacio aparece muy iluminado en un plano, seguido de otro poco expuesto e incluso en penumbra) o de sonido (cambios injustificados de un plano a otro en referencia a la voz, el tono, el doblaje o aun el ruido de ambiente), nos detendremos en aquellos que llaman la atención palmariamente.
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Entre ellos está la ruptura de continuidad de posición. Un objeto que es cortado en un plano no puede aparecer intacto en el segundo. Del mismo modo, un elemento que ha sido estropeado en una escena, no puede aparecer incorrupto en la siguiente. Esto se observa en Pulp Fiction (1994, Quentin Tarantino). En la película, John Travolta y Samuel L. Jackson son tiroteados por un personaje oculto en otra habitación. De lo que ni Tarantino ni Travolta ni Jackson ni el propio script de la película se percataron, fue de que en la pared ya aparecen los orificios de los disparos mucho antes de que el tiroteo sea efectivo.
En Pretty Woman (1990, Garry Marshall), Julia Roberts y Richard Gere se encuentran desayunando. Roberts se sienta y toma un croissant en sus manos. Una escena de plano-contraplano se inicia entonces, en la que el croissant de Roberts sufre invariables cambios. En primer lugar, porque los mordiscos que le asesta crecen y decrecen a su antojo; en segundo término, porque a medio camino el almuerzo es sustituido por una imprevista tortita, para retomar la forma de croissant al final de la escena.
En la secuencia completa, además, se incurre en otro tipo fallo de raccord, a saber: el de interpretación. Los actores deben saber exactamente el modo en que han ejecutado una escena, ya que la grabación en el cine jamás se hace en una sola toma, ni siquiera en producciones multicámara, lo que obliga a realizar idénticos movimientos, miradas y gestos una y otra vez. Regresemos a Pretty Woman. En plano general, Gere despliega un periódico. Hasta aquí todo normal. Lo que resulta insólito es que, cuando la cámara se acerca a un plano medio, el intérprete vuelve a hacer el mismo gesto, abriendo el diario como lo hizo la primera vez.
El raccord es un elemento fundamental en el cine, algo que jamás debemos obviar ni menospreciar. Para ello existe la figura del script, un profesional que se encarga de velar porque el rodaje no incurra en fallos de continuidad. Pero esto, me temo, merece un post aparte.