Lucía Tello Díaz
En las redes sociales hay mucho talento, pero poco conocimiento. Si vivimos inmersos en la comunicación audiovisual, ¿por qué no conocer qué se encuentra detrás de todo ello? Entender el funcionamiento y los porqués del mundo audiovisual es liberador, significa ir más allá.
Por primera vez en la historia, las pantallas han absorbido nuestras vidas. Pantallas limitadas, incómodas y, lo que es más pernicioso, individuales. Juan Laborda Barceló asegura que esta era en la que vivimos es la “venganza de Edison“. Thomas Alva Edison, afamado inventor de la bombilla y de un sinfín de innovaciones tecnológicas, también creó un artilugio (cuyo precursor era Louis Le Prince) que proyectaba imágenes en movimiento para uso personal.
Se llamaba kinetoscopio. Funcionaba de forma individual mediante un mecanismo que proporcionaba imágenes a través de una mirilla que el espectador disfrutaba en soledad. Fueron los hermanos Lumière quienes en 1895 hicieron de la imagen en movimiento una experiencia colectiva. Su cinematógrafo nació con vocación social.
Ciento veintiocho años después nos vemos abocados a prescindir de la vertiente humana, no solo por el uso indiscriminado de IA, sino por la decisión voluntaria y libre de consumir productos audiovisuales en soledad. Y lo hacemos con un exceso y una compulsividad dignos de reflexión. Según los últimos estudios, el tiempo que pasamos ante las pantallas (plataformas, redes sociales, contenedores de vídeo) ocupa prácticamente la mitad de nuestro día.
Los menores de 30 años ocupan diez horas y media diarias ante una pantalla de móvil, descendiendo a casi nueve horas y media para quienes tienen entre 31 y 45 años. Aquellos que tienen entre 50 y 60 años invierten casi ocho horas y media al día, y los mayores de esa edad casi cuatro horas. Más que nunca, los seres humanos somos auténticos homo videns.
Lo más destacado de estos datos es que ese tiempo invertido en comunicación audiovisual rara vez es productivo. A pesar de las horas conectados a redes sociales como TikTok (cuyos usuarios invierten el 5% de su tiempo de vigilia visualizando sus vídeos), no es más que un sustituto de la verdadera producción audiovisual. Consumimos imágenes, pero no vamos más allá.
Solo el cine es cine
Si nos exponemos de forma intencional y consciente a semejante flujo visual es porque nos agrada. Es obvio que ver esos vídeos nos proporciona placer. No obstante, toda esa energía resulta poco provechosa si no está orientada a un objetivo concreto. No puede ser un mero entretenimiento, porque la existencia humana es finita y nada va más contra natura que matar el tiempo.
A quienes les gusta realmente el cine y están deseosos de saber más de él, difícilmente encontrarán en esa sucesión de reels inconexos mayor comprensión que una simple afirmación de creatividad: en las redes hay mucho talento, pero escaso conocimiento. Si alguien es capaz de dedicar una porción de tiempo tan valioso a consumir productos audiovisuales, quizá haya llegado la conclusión de que, para invertir su tiempo de manera eficaz, quizá debería adentrarse en el mundo audiovisual desde una perspectiva distinta, más seria y, sobre todo, fructífera.
Estudiar cine no es un mero entretenimiento, es una profesión. Es liberador entender por qué nos seduce la concatenación de planos, por qué el ritmo es imprescindible o cómo se puede conseguir un efecto emocional concreto variando las lentes de una cámara. Es mirar la trastienda, es descubrir al Mago de Oz tras la cortina. Cuando tantos nombres y profesiones se fusionan en la mente y no se distingue entre un director de producción y un productor, o bien no se comprende por qué la dirección de arte es fundamental para la contextualización de una película, es el momento de poner solución.
Por ello, precisamente, nace el Máster en Estudios Avanzados en Cinematografía de UNIR: para acercar la realidad cinematográfica a todos cuantos han querido conocer más el cine y no han sabido cómo hacerlo. Porque para quienes tienen la inmensa fortuna de estar dentro del universo cinematográfico, responder esas cuestiones es sencillo; pero para quienes viven ajenos a toda esta dinámica, su comprensión es muy compleja.
Tenemos derecho a saber qué significa la transmedialidad, cómo se escribe una película, cuál es la labor de un cineasta, en qué consiste el lenguaje audiovisual o cuáles han sido las distintas corrientes estéticas que han marcado el curso del cine. Si vivimos inmersos en la comunicación audiovisual, ¿por qué no conocer qué se encuentra detrás de todo ello?
La facultad visual es uno de los grandes privilegios del universo, aprovechémosla. Nuestra sociedad requiere de conocimientos que hagan comprensible nuestro mundo. Porque entendiendo nuestro mundo, también nos entenderemos a nosotros mismos.
*Lucía Tello Díaz es coordinadora académica del Grado en Comunicación y del Máster en Cine online, ambos de UNIR. También es doctora en Ciencias de la Información, investigadora audiovisual, guionista y directora.