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Santiago de Compostela y el cine: Entrevista a Yolanda López

Descubrimos el lado más cinematográfico de la ciudad con Yolanda López, docente de UNIR y autora de un libro sobre la ciudad gallega y el séptimo arte.

Concha de Santiago de Compostela

Hace unos años, en una de mis tantas vidas como periodista cinematográfica, tuve el privilegio de conocer y entrevistar a Martin Sheen y a Emilio Estévez durante la promoción de su película The Way (El camino, 2010). Entre risas cómplices, padre e hijo me narraron cómo Galicia, tierra de donde procede la saga Sheen, y en concreto Santiago de Compostela, tenían algo subyugante y poderosamente cinematográfico. “Es un campo de estrellas”, me comentaba Martin Sheen mientras sus ojos dibujaban un horizonte que él parecía vislumbrar cercano, a pesar de encontrarnos en pleno centro de Madrid.

Un año antes, Roberto Santiago se hizo cómplice mientras manifestaba su interés por Compostela en su película Al final del Camino (2009), una cinta forjada en la comedia y que proponía un viaje muy distinto hacia la catedral de Santiago. Precisamente por mi bagaje y experiencia compostelana en términos cinematográficos (cómo no recordar La Casa de la Troya, El lápiz del carpintero o incluso Hotel Danubio, del tristemente desaparecido Antonio Giménez-Rico), el libro que ahora presenta la profesora Yolanda López López, Compostela no cinema: Apuntamentos da cidade no século XXI, suscitó en mí una enérgica curiosidad.

Sin duda, su gratificante lectura excedió todas mis expectativas, descubriendo en sus páginas una investigación concienzuda y apasionada. Hablo con su autora, también profesora de UNIR,  para ahondar en las profundidades de la Compostela más cinematográfica.

Cuando una se aproxima al libro, no puede dejar de pensar en cómo nació el proyecto, ¿acaso responde a la pasión por el cine, por la realidad urbana, por la cultura o por la mezcla de todas ellas?

La recreación urbana en el cine fue la temática con la que comencé a trabajar en investigación cinematográfica. Siempre me interesó indagar cómo las perspectivas y visiones de un espacio se iban retratando a través de los títulos de un cineasta, de un género, de una cinematografía.

Mi fijación por aquel entonces fue dibujar un mapa de París atendiendo a su pasado histórico, literario, pictórico, musical… Y aunque lo obvio era contraponer la idealización “hollywoodiense” frente a la espontaneidad de la Nouvelle vague, pronto descubrí los diversos matices que ayudaban a definir una imagen más completa y sincera.

En aquella década de los noventa, contacté con la alcaldía de la ciudad, quienes, muy conscientes de la fuerza del cine como motor económico, pero también artístico y cultural, contaba con un departamento dedicado a gestionar los rodajes, así como publicaciones que recogían cortos, largos y documentales sobre París. Por aquel tiempo, participé también en un proyecto de investigación con una base de datos audiovisual, una herramienta a partir de la cual recabar información y en la que el ítem “lugares de rodaje” me guiñaba el ojo.

Gente delante del catedral de Santiago de Compostela

Y de la Francia más cinematográfica al retrato de Galicia a través del cine, ¿qué te hizo adentrarte en la historia fílmica de Santiago de Compostela? 

Soy compostelana de nacimiento, una ciudad pequeña en la que en las últimas décadas el fenómeno jacobeo ha supuesto un crecimiento exponencial de visitantes y de beneficios económicos, pero también una alteración de las rutinas, del ritmo y del cuidado patrimonial.

El turismo voraz supone ciertos costes

Desde hace algunos años imparto una materia en un máster de la Universidad de Santiago, “La ciudad como histórica como fenómeno cultural”, en la que propongo a futuros especialistas sobre patrimonio artístico y arquitectónico meditar, valorar y discurrir sobre cómo surgen los estereotipos urbanos.

Este es un concepto muy interesante, los estereotipos aplicados a tipografías concretas.

Es conocer de qué modo afecta nuestra percepción del mundo a través de lo que vemos en una pantalla. Y, también, cómo debiéramos recuperar la entidad urbana como capas de la historia, donde la literatura, la pintura, la fotografía, la música y el cine son factores que enriquecen la perspectiva e idiosincrasia de una ciudad. Imagino que la suma de todos estos ingredientes y experiencias fue la que me llevó a afrontar una investigación que me perseguía y percibía como “pendiente” desde hacía años.

Es un proyecto muy ambicioso ¿cómo decides acometerlo? 

Supongo que, con cierta osadía, curiosidad y un poco de inconsciencia (esta última también es necesaria para no querer reconocer lo que se viene encima). Presenté la propuesta al Consorcio de la ciudad y a la Consellería de Cultura de la Xunta de Galicia, quienes apoyaron la investigación y la publicación del libro en edición bilingüe.

¿Cómo se fue desarrollando el proyecto?

Los primeros meses fueron una inmersión en bibliografía y documentación, visitas a archivos como los de la Televisión de Galicia o entrevistas con el responsable de la Film Commission. Partía de una estructura con epígrafes más o menos movibles y casi una docena de películas que actuarían como corpus para, aplicando los factores y preguntas aprehendidas años atrás, estudiar la imagen urbana de la ciudad en el cine de las dos últimas décadas. Hice un barrido para marcar bloques temáticos y títulos que supusieran una nueva perspectiva, quería subrayar el cambio de paradigma y buscaba no olvidar las aportaciones desde la ficción televisiva.

¿Y por qué esa acotación temporal?

La franja temporal no es caprichosa. Con el cambio de siglo surgió un nuevo panorama en el que, entonces sí, se puede hablar de una industria audiovisual propia, con proyectos vinculados a una realidad literaria, histórica y cultural específicas.

El libro propone pasear y descubrir los pormenores de la Compostela recreada en pantalla (de cine y de televisión) durante los últimos años

Buscar reflexionar sobre la imagen que construimos y reinventamos, a qué factores se debe el retrato y cuáles son las flaquezas del mismo. Es posible que también procure la mirada de una ciudad ocultada que nos enriquezca cuando salga a la luz… Y, sobre todo, establecer analogías con otros tantos entornos urbanos y sus correspondientes retratos cinematográficos. El poder de la imagen sigue siendo tan vigoroso como generador de nuevos ritos.

Escena de Doentes, 2 hombres paseando de noche en Santiago de Compostela

La investigación exhaustiva implica mucha dedicación, ¿cuánto tiempo te ha llevado completar el libro?

Los tiempos fueron intensos. Esa primera fase de documentación e investigación con muchas horas de biblioteca y hemeroteca comenzó en otoño de 2019. Me parecía imprescindible contar con las opiniones de los principales responsables de los proyectos. Entonces llegó marzo de 2020, una pandemia vistió nuestros días de ciencia-ficción y fuimos llamados al confinamiento.

Los plazos no permitían ceder el ritmo, así que, aprovechando esta condición extraña de presos en nuestras casas, contacté con directores, guionistas y productores como Alfonso Zarauza, Ángel Santos, Jorge Coira, Fernando Cortizo o Antón Reixa. Todos y cada uno de ellos fueron extremadamente generosos y amables. Respondieron mis preguntas con palabras pacientes y relatos que mejoraron, sin duda alguna, la labor que podía llevar a cabo.

Fue extraño y hermoso compartir aquellas reflexiones sobre la ciudad que recordábamos y re-imaginábamos alejados de sus calles. Además, consciente de la importancia de preguntar a quien sabe, busqué la colaboración de Suso de Toro y Camilo Franco para conocer, a través de sus palabras, los prismas de la Compostela literaria, teatral y televisiva.

El resto de escritura y corrección transcurrió desde los supuestos regresos a la normalidad, durante verano y otoño de 2020. De forma paralela fui tramitando los derechos de las imágenes, en las que directores de fotografía, productoras y directores volvieron a colaborar de modo desprendido, aportando fotos de rodaje, capturas del making of o del storyboard. Finalmente, el libro se maquetaba y revisaba a comienzos de 2021 y salía de imprenta en primavera, cuando la lluvia compostelana y la pandemia parecían quedar atrás (la primera nunca desaparece, la segunda parece resistirse).

La estructura del libro y líneas temáticas son muy concretas, ¿por qué decidiste dividirlo de ese modo?

Esbocé en cada uno de los tres grandes bloques: “la Compostela literaria”, “la de la tradición jacobea y el Camino”, y la de “la ciudad transitada”–los precedentes cinematográficos de esas tendencias en otras décadas. Con ello buscaba señalar las diferencias entre aquellas producciones y estas, además de conocer hacia dónde evolucionaban estos modelos.

De ese modo, se confirma que las adaptaciones literarias actuales beben directamente de novelas y obras de teatro del sistema literario gallego. Frente a obras anteriores, pertenecientes en gran medida al período decimonónico o de comienzo de siglo XX, esta industria audiovisual (débil, coja, pero propia) manifiesta un evidente interés por llevar a la pantalla textos de autores coetáneos al momento de la producción, que no solo usan el gallego como lengua materna, sino también que indagan en su propia historia y tradición con elocuencia.

Los tres ejemplos, El lápiz del carpintero de Manuel Rivas, Trece campanadas de Suso de Toro y Doentes de Roberto Vidal Bolaño, se caracterizan por una búsqueda en la Compostela del pasado, bien dando voz a los relatos silenciados de la represión franquista, o bien jugando a reinterpretar leyendas y tradiciones del mito jacobeo. Aunque el ecosistema cultural delata evidentes flaquezas en el trasvase y retroalimentación deseables, los tres largometrajes son la muestra de un enriquecimiento del mismo.

¿Y en el segundo caso?

En el segundo caso, se diluye la religiosidad de cintas precedentes, y tanto el Camino como la tumba del apóstol son revisitadas desde una espiritualidad laica (The Way), como experiencia de superación e intercambio cultural (Tres en el camino). Junto a ellas se deciden narrar los conflictos que pueden surgir desde un enfoque novedoso de comedia, tanto en las diferencias de los peregrinos durante el trayecto (Al final del camino), como la incomprensión lingüística en la ciudad aluvión que les acoge (Galatasaray-Depor).

Esta oferta se amplía con fórmulas que incorporan elementos del terror o leyendas propias como la Santa Compaña, un ejercicio de autoconocimiento que no es ajeno, incluso, a una mirada autocrítica (O Apóstolo). Lo más llamativo es esa consciencia de cómo han ido variando los hábitos y costumbres del fenómeno, de cómo la picaresca se ha instalado en algunos, o cómo el rédito económico es fiel compañero de tantos.

Jorge Coira y Luis Tosar en rodaje de 18 comidas

¿Y cómo acometes el tercer bloque?

El tercero supone un acercamiento novedoso y sugerente. Hasta entonces los filmes de personajes que deambulaban por la ciudad eran anecdóticos y no ofrecían un retrato apegado a una realidad social. La obra de Coira, Santos y Zarauza supone un ejercicio tan evocador como atractivo al apartarse de cualquier postal turística.

La ciudad deja de ser un punto de llegada; Compostela se presenta como espacio de quien la habita, transforma y vive a diario

Son historias que acontecen en un presente, en algunos casos con inspiración en personajes reales, en otros con paralelismos reconocidos (o no) en sus propias vidas. Santiago como lugar de afectos y desencuentros, donde la noche es más luminosa que la mañana. Sus personajes transitan por una ciudad como trasunto del paisaje vital, en el que calles ahora anónimas y bares acogen todo tipo de reflexiones y relaciones.

Jorge Coira recordaba como en la secuencia de 18 comidas en la que Luis Tosar interpreta a un músico callejero, la grabaron casi con cámara oculta y nadie percibió la puesta en escena. De ese modo se retrata un día tranquilo en las rúas del casco histórico (tan distintas a los planos y despliegue técnico que supuso el rodaje de La piel que habito de Pedro Almodóvar en el mismo espacio).

En el libro también incluyes la ficción televisiva.

Efectivamente, quise incluir algunas notas sobre la ficción televisiva, aunque los ejemplos se vinculen a fórmulas costumbristas (Hospital Real) y aventuras históricas (El final del camino), principalmente. Frente a títulos de proyección internacional como la reciente Tres caminos, la ficción televisiva tiene pendiente una serie donde Compostela pueda ser reflejada con personalidad propia. Conscientes de que la producción en Galicia depende directamente del ente público de televisión, convendría reforzar producciones que enriquezcan no solo la oferta en la pequeña pantalla, sino también que apuesten por integrar y potenciar los trasvases de ecosistema cultural.

Finalmente, ¿qué otros proyectos tienes en mente para el futuro?

Convendría seguir actualizando el corpus de películas rodadas y ambientadas en la ciudad. Conocer cómo evoluciona el retrato urbano, y detectar si alguna de ellas se une a las tendencias que asomaban en este repertorio de las dos décadas del siglo XXI o si sigue funcionando como espacio para recrear otras ciudades (como la Barcelona emulada en La sombra de la ley de Dani de la Torre). Es probable que el escenario post-pandémico afecte al flujo turístico y a ciertos hábitos de los visitantes… Así que, convendrá confirmar cómo evoluciona el modelo, tanto en el caso santiagués como en tantos otros enclaves urbanos.

Aguardo descubrir como espectadora nuevos títulos en los que se recreen historias, relatos y espacios de esa ciudad que permanece a la espera

Todos aquellos matices que completan la panorámica, esa sería una encomienda feliz. No obstante, mi interés sigue centrado en los diversos aspectos de la dirección artística, los recursos y diseños que ayudan a construir y recrear otras realidades, sobre todo en las que el componente histórico tiene un valor añadido. Resaltar el trabajo de directores fotográficos, pero también de escenógrafos cinematográficos. Aguardo seguir indagando en las fértiles conexiones entre arquitectura, historia, literatura y cine.

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