Lucía Tello Díaz
Aunque al genio del cómic Stan Lee. recientemente fallecido, debemos personajes como Hulk, Spider-Man, Iron Man y tantos otros, es de recibo señalar que su contribución al lenguaje cinematográfico va mucho más allá. Con ello no nos referimos exclusivamente a las innumerables versiones y diversiones en celuloide realizadas en torno a sus personajes, sino a las enseñanzas profundas con que su lenguaje ha enriquecido nuestra escritura.
Hace años, cuando asistí a un curso de Creación de personajes impartido por Ángeles González-Sinde, aprendí una importantísima lección. González-Sinde señalaba que, para dedicarse al cine, resultaba fundamental saber dibujar cómics, algo mucho más provechoso, según argüía, que tener experiencia en literatura.
Me pareció escandaloso, paradójico e imposible. Pero era verdad.
Tener en cuenta la vertiente visual de nuestro trabajo contribuye a reenfocar la escritura cinematográfica como un fin en sí mismo, alejado ya de ciertos recodos ’literarios’ que, a la postre, se convierten en rémoras que lastran.
Sin embargo, pocos se atreven a pensarlo y mucho menos a decirlo. No en público. La sociedad tiende a menospreciar aquellos productos considerados ‘populares’, dando al traste con las aspiraciones de quienes creen, y con razón, que la intelectualidad o la hondura nada tienen que ver con una u otra vertiente, tenga la etiqueta que tenga.
Esto sucede con los cómics, un universo extraordinario que ha sido considerado, demasiadas veces, un sucedáneo de la pintura o un subproducto de la literatura. Estereotipos erróneos.
Un nuevo Robert Louis Stevenson
Stanley Martin Lieber (1922-2018), sabía de estas ideas preconcebidas. Así, cuando le propusieron introducirse en el mundo del cómic, no pudo sino crear un seudónimo, Stan Lee, y rogar al destino que aquellos contratos, necesarios por otro lado, abrieran paso a un universo literario más provechoso.
Él aspiraba a ser un nuevo Robert Louis Stevenson, reescribir las gloriosas páginas de La isla del tesoro o de El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde.
Jamás habría pensado encumbrarse como guionista en una editorial de superhéroes como Timely Comics (posteriormente Marvel Comics). Pero así fue, y ya nadie duda que la mano y la obra de Stan Lee constituyen verdaderas piezas de arte.
Aunque a él debemos personajes como Hulk, Spider-Man, Iron Man, Pantera Negra, el Doctor Strange y Thor, así como los X-Men, los Cuatro Fantásticos y los Vengadores, es de recibo señalar que su contribución al lenguaje cinematográfico va mucho más allá.
Con ello no nos referimos exclusivamente a las innumerables versiones y diversiones en celuloide realizadas en torno a sus personajes, sino de las enseñanzas profundas con que su lenguaje ha enriquecido nuestra escritura.
Y qué mejor tributo se le puede dedicar ahora que ha partido, que subrayar debidamente cuánto ha favorecido Stan Lee, de manera impensada pero decidida, al mundo del cine:
1. Elocuencia visual
En el universo del cómic la simplicidad es fundamental. Trazos bien definidos y un buen uso de la tensión y de la expresividad son los elementos más relevantes. Intentemos aplicarlos a nuestro guion y comprobar si las escenas hablan por sí mismas sin mayores explicaciones. Cuanta más elocuencia, mejor.
Aprender de lo cotidiano resulta esencial, aunque en las historias haya transformaciones por exposición a rayos gamma o exploraciones alienígenas.
2. Situación identificable
Encumbrarse en una de las figuras fundamentales de la Edad de Plata de los comic-books no implica alejarse de la realidad. Al revés, es la cotidianeidad la verdadera simiente de un guionista. Por eso, aprender de lo cotidiano resulta esencial, aunque en las historias haya transformaciones por exposición a rayos gamma, hermanos criogenizados o exploraciones alienígenas.
3. Tensión constante
Pocos aspectos son tan característicos de Stan Lee como la tensión narrativa. Sus tramas invitan a seguir leyendo, a involucrarse en la historia. Nada tiene éxito si no consigue atrapar y Lee, genio en la materia, lo hacía con maestría. Crear situaciones creíbles en un constante in crescendo contribuirá a dotar a tu guion de un componente atractivo inagotable.
4. Personajes humanos
No importa que generen tela de araña ni que la ira los transforme en hombres invencibles de dimensiones colosales, los personajes de Stan Lee son reales. Tienen motivaciones que justifican sus actos, empatía que los acerca a la realidad y miedo que les hace vulnerables. Ningún espectador se sentirá identificado con un personaje engolado y distante, pero sí lo hará con uno que exude realidad. Aunque lleve coraza, vuele o sea un dios nórdico, debe comportarse como un humano.
5. Universo creíble
Si has configurado un personaje con el que identificarse, pero su universo es endeble, el esfuerzo habrá sido en vano. Tanto sus acciones como la reacción de todo su mundo deben ser consistentes, sin fisuras ni irracionalidades. No todo tiene que estar sujeto a la coherencia de la realidad, pero sí a la lógica de tu historia. En un guion nada puede dejarse al azar.
Si a pesar de ello el texto todavía necesita un repaso, no lo dudes, reoriéntalo a placer hasta que tu paciencia se agote y su consistencia sea inquebrantable. No importa fallar, lo importante es perseverar.
Porque recuerda, hay que llamarse Stanley Martin Lieber primero, para convertirte más tarde en Stan Lee.