Lucía Tello Díaz
"Hola, soy Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir" Niños y adultos de todo el mundo recuerdan la arenga de Mandy Patinkin en La princesa prometida (1987, Rob Reiner), una película basada en la novela homónima de William Goldman (1931-2018), adaptada al cine por el autor. Ahora que nos ha abandonado, es de recibo recompensar a uno de los grandes guionistas de Hollywood con un homenaje, en el cual demos cuenta de la calidad y hondura de este autor inigualable.
“Hola, mi nombre es Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir”. Esta frase, en cualquier idioma y pronunciada de cualquier forma, es distinguible para más de una generación.
Niños, adolescentes y adultos de todo el mundo recuerdan la arenga de Mandy Patinkin en la cinta de aventuras La princesa prometida (1987, Rob Reiner), una película basada en la novela homónima de William Goldman (1931-2018), adaptada al cine por el propio autor.
Aunque Goldman firmó este trabajo como Simon Morgenstern, un seudónimo que no le era ajeno y que empleó en diversas ocasiones, sin duda su nombre estará aparejado de por vida a La princesa prometida.
Curioso para un autor cuya vasta obra se extiende por los confines del drama, el espionaje, la acción e incluso las buddy movies.
Ahora que William Goldman nos ha abandonado, es de recibo recompensar a uno de los grandes guionistas de Hollywood con un pequeño homenaje, en el cual demos cuenta de la calidad y hondura de este autor inigualable.
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Nacido en 1931, el talento de Goldman para la escritura no se hizo esperar. Antes de los treinta años escribió su primer guion, Los agentes dobles, texto adaptado de la novela de Victor Canning que sería llevado a la gran pantalla en 1965.
También en los 50 publicaría su primera novela, The Temple of Gold, dando la clave de una de sus características fundamentales: escribir, escribir y escribir.
Tanto en literatura como en cine, Goldman fue precedido de un gran éxito, ya que sus historias eran cercanas, mostraban una tensión narrativa fuertemente sostenida y una multiplicidad temática encomiable.
No había fronteras en la escritura de Goldman, como no debería haberlas en la obra de ningún otro guionista.
Butch y Sundance, Newman y Redford
Y así creó, con su fecunda creatividad, a dos personajes que marcarían un antes y un después en la historia del cine: Butch Cassidy y Sundance Kid, o lo que es lo mismo, Paul Newman y Robert Redford.
Porque de Goldman es Dos hombres y un destino (1969), aquella historia inmortal titulada originalmente Butch Cassidy and the Sundance Kid, que narraba las andanzas de dos atracadores que recorrían el mapa estadounidense asaltando bancos y reinventando el género western.
A la invención de Goldman, por cierto, debemos el nombre del Festival de Sundance, ya que Redford quedó tan prendado del nombre de su personaje, que con él bautizó el encuentro cinematográfico anual de Utah.
Con un Oscar en su haber y el reconocimiento unánime de su talento, Goldman se adentró entonces en películas de toda condición, encontrando nuevamente un filón con la publicación del trabajo de Bob Woodward y Carl Bernstein Todos los hombres del presidente.
Con la adaptación cinematográfica de Alan J. Pakula, en 1976, Goldman volvería a recibir un Oscar, consagrando una carrera inmortal que quedaría inscrita en los anales de la historia cinematográfica.
Nadie ha recordado tanto una película de Goldman como La princesa prometida
No obstante, nadie ha recordado tanto una película de Goldman como La princesa prometida, una obra considerada por muchos como menor, de la que auspiciaban que sería incapaz de encontrar un largo recorrido más allá del circuito cerrado del VHS doméstico.
Y esto sucede porque, en ocasiones, determinados argumentos son menospreciados, sin tener en cuenta su profundidad o su posible bagaje. Temas que parecen manidos, infantiles o en desuso, son aparcados sin remisión en un cajón de retraimiento y olvido.
Sin embargo, las corazonadas existen, sobre todo si son precedidas de talento y perseverancia; así muchos guiones considerados auténticos fiascos de taquilla, dieron al traste con las bajas expectativas logrando el favor del público.
Esto sucedió con Ghost (1990, Jerry Zucker), una cinta de tintes sobrenaturales y románticos que se creía iba a fracasar estrepitosamente. El resultado fue, con todo, muy distinto al esperado, obteniendo el Oscar a Mejor Guion para Bruce Joel Rubin e incluso el de Mejor Actriz Secundaria para Whoopi Goldberg.
La misma suerte corrió Slumdog Millionaire (2009, Danny Boyle), que se alzó con siete estatuillas, entre ellas la de Mejor guion adaptado para Simon Beaufoy.
La clave: llegar al alma del espectador
Por ello, no es de extrañar que Goldman, guionista y escritor formal, de prosa repleta de vigor y nervio e incansable creador de historias, vaya a ser recordado (y con honor) como el autor de La princesa prometida, una fábula de amor romántico inscrita en un pasado muy lejano, con personajes estereotipados y demasiadas resonancias estructurales a La historia interminable de Michael Ende.
Goldman nos enseñó que no es necesario buscar una gran historia para conseguir el éxito, sino llegar al alma del espectador.
Y por ello le agradeceremos de por vida el que crease a Iñigo Montoya, aquel espadachín de ascendencia española, vengador para más señas, que pronunciaba la ya emblemática perorata: “tú mataste a mi padre, prepárate a morir”.