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La auditoría energética es una herramienta básica para conocer el consumo energético real, las medidas para reducirlo y todas las posibilidades de ahorro.
El ahorro de energía y su eficiencia es una cuestión clave tanto para las empresas e instituciones públicas como para las viviendas privadas. Entre las herramientas básicas para lograrlo, figura la auditoría energética, un recurso cuyo principal objetivo es analizar y diagnosticar el flujo de energía de un determinado inmueble, instalación, industria o procedimiento para determinar su consumo y opciones para reducirlo, con el consecuente ahorro económico y energético.
Analizar el estado de las instalaciones eléctricas, saber el consumo real de cada aparato, conocer el coste de producir un determinado producto… Estas son algunas de las cuestiones que es posible definir con una auditoría energética. El Real Decreto 56/2016 (modificado parcialmente por el Real Decreto 390/2021, de 1 de junio, por el que se aprueba el procedimiento básico para la certificación de la eficiencia energética de los edificios), por el que se transpone la Directiva 2012/27/UE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 25 de octubre de 2012 (parcialmente modificada por la Directiva (UE) 2018/2002 del Parlamento Europeo y del Consejo de 11 de diciembre de 2018), la define en su artículo 1 como “todo procedimiento sistemático destinado a obtener conocimientos adecuados del perfil de consumo de energía existente de un edificio o grupo de edificios, de una instalación u operación industrial o comercial, o de un servicio privado o público, así como para determinar y cuantificar las posibilidades de ahorro de energía a un coste eficiente e informar al respecto. En el caso del transporte, la auditoría energética solo se referirá al transporte vinculado a la actividad de la empresa”.
Una buena auditoría energética no aporta datos de forma genérica, sino que se adapta a las particularidades de cada edificio/empresa/proceso para determinar sus necesidades, gasto real, parámetros con mayor incidencia y medidas a implementar para reducir el consumo.
¿Cuándo realizar una auditoría energética?
El Real Decreto 56/2016 recoge que las grandes empresas o grupos de sociedades de más de 250 trabajadores están obligados a realizar una auditoría energética cada cuatro años que “cubra, al menos, el 85 por ciento del consumo total de energía total” (artículo 3).
En el resto de casos pueden ejecutarse de forma voluntaria. En la práctica, es recomendable hacerla en todos aquellos sitios donde haya un consumo energético alto y opciones reales para reducirlo, como comunidades de vecinos o industrias.
Partes de una auditoría energética
Para llevar a cabo una auditoría energética es importante seguir un procedimiento:
Planificación y recopilación de información
El punto de partida es planificar los tiempos, el proceso y los objetivos. Para ello, hay que recopilar la mayor cantidad posible de información tanto desde el punto de vista energético como de construcción. Se deben seguir una serie de procedimientos:
Entrevista con los dueños/responsables
De la instalación/inmueble para acceder a información básica como año de construcción, superficie, temperaturas medias de la zona en la que se ubica, características del trabajo realizado en él, etc.
Visita in situ
Para realizar una inspección visual y comprobar el estado del edificio. Importante ir acompañado de algún responsable de mantenimiento para conocer la situación real, así como tomar nota del tipo de materiales, acristalamiento, ventanas y puertas y técnica de construcción.
Cuestionario a los usuarios
Para conocer el confort térmico. En el caso de tratarse de una industria o similar es importante saber las condiciones en las que se realiza el trabajo y cómo influyen las diferentes cadenas de producción en ello. Por ejemplo, picos de más calor cuando se encienden las máquinas.
Simulación del comportamiento energético
Del inmueble/instalación.
Informe preliminar
Por parte del auditor energético.
Medidas y registros
Engloba aquellas acciones para recopilar información real —preferentemente basada en datos medibles y verificables— sobre el consumo de energía. Sus fases serían:
Planificación del proceso de medición
Para determinar en qué zonas y con los instrumentos necesarios.
Parámetros que se van a evaluar
Los más habituales incluyen la humedad relativa del aire, temperatura seca y húmeda del aire, flujos de calor de los elementos constructivos y zonas con pérdidas de calor. Hay que tener en cuenta el tipo de aislantes, puentes térmicos, equipos lumínicos, de climatización, calderas, radiadores, maquinaria, etc.
Toma de registros
En las instalaciones más utilizadas. Para ello se utilizan equipos y aparatos como analizadores de redes eléctricas, de los gases de combustión, luxómetros (para el nivel de iluminación), termómetros, higrómetros (para el grado de humedad del aire), cámaras termográficas o amperímetros (la intensidad eléctrica).
Estudio de los datos y diagnóstico
En esta etapa, se analiza toda la información recopilada para poder realizar un diagnóstico y sacar conclusiones sobre:
Distribución del consumo
En función de períodos tarifarios. Esto permite saber el consumo real en cada zona/momento.
Representación gráfica del consumo
Para ver la evolución tanto a lo largo del año como del día a día. Hay empresas, por ejemplo, en las que varía mucho en función de la estación.
Estudio de la facturación energética
Para, en función de la información recabada, determinar si la tarifa contratada es la más adecuada o hay otras opciones.
Comparación
Entre los resultados de la simulación y los reales para determinar si hay un consumo excesivo y, de ser así, identificar las razones.
Análisis de mejora
Una vez conocidos todos los datos entre el consumo real y el óptimo, es el momento de determinar qué mejoras se pueden implementar para ahorrar a nivel económico y energético. Hay que tener en cuenta tanto las propuestas de mejora (sistemas de acondicionamiento, cambio de aislamientos, equipos de iluminación más eficientes, introducción de renovables…) como la viabilidad económica (períodos de amortización, inversiones necesarias a corto y largo plazo…). Para ello, debe hacerse constar el ahorro en términos económicos (€/año), energéticos (kW/año) y medioambientales (kgCO2/año).
Informe final
En esta parte final se realiza el informe completo para entregar al cliente. En él se incluyen los objetivos de la auditoría, toda la información recopilada, las medidas in situ… así como las recomendaciones y medidas correctoras para reducir los consumos, detallando cuáles son las actuaciones prioritarias.
En el caso de las empresas obligadas a realizar una auditoría, deben conservarla y “ponerla a disposición de las autoridades competentes en caso de inspección u otro requerimiento” (punto 6 del artículo 3).
Rol del auditor energético
Las auditorías energéticas deben ser realizadas por profesionales cualificados. Para ello hay que cumplir alguno de estos dos requisitos:
- Titulación universitaria en la que se impartan conocimientos energéticos.
- Contar con la formación teórica y práctica adecuada sobre energía que deberá ser acreditada a través de un título de Formación Profesional, un certificado de profesionalidad incluido en el Catálogo Nacional de Cualificaciones Profesionales o tener reconocida la competencia profesional por experiencia laboral en materia de energía según lo recogido en el Real Decreto 1224/2009, de 17 de julio.
Una de las formaciones que capacita para ser auditor energético es el Máster en Gestión Ambiental y Energética en las Organizaciones de UNIR.