Francisco Javier Tarín Martínez
Una tendencia se mantiene firme en los últimos tiempos: cada vez más empresas del mundo entero suelen ofrecer sus servicios para, presuntamente, mejorar la salud de sus empleados. Pero 'ser una empresa saludable' no es sino cuidar a nuestros trabajadores. Es decir, cuidarlos en su más amplio sentido.
Una tendencia se mantiene firme en los últimos tiempos: cada vez más empresas del mundo entero suelen ofrecer sus servicios para, presuntamente, mejorar la salud de sus empleados. La pregunta que debemos hacernos es si realmente adoptan medidas que ya tendrían que haber implementado en base a la “nueva” Ley de Prevención de Riesgos Laborales (LPRL) o si, por el contrario, se trata de una moda (una especie de ‘tsunami comercial’)… y -en verdad- ya estaba todo inventado.
Desde su fase de elaboración, y posterior trámite parlamentario, la LPRL tuvo que defender incluso su título, para no ser confundida con la Ley General de Sanidad, o parecer un desarrollo del Capítulo IV ‘Salud Laboral’.
La Ley de Salud Pública deroga ese Capítulo IV. Determina, dentro de “las acciones en Salud Laboral”, que la autoridad sanitaria, de forma coordinada con la autoridad laboral, llevará a cabo actuaciones para fomentar la promoción de la salud en el lugar de trabajo, a través del fomento y desarrollo de entornos y hábitos de vida saludable. Pero -sin perjuicio del deber de colaboración-, la participación en las actuaciones de salud pública (salvo excepciones) será “voluntaria”.
Hay quienes empiezan a plantear la necesidad de incluir esta cuestión en la obligatoria evaluación de riesgos.
Un dicho popular nos recuerda que “primero está la obligación y después la devoción”. No es válido (ni tiene sentido) cubrir las obligaciones que nos marca la LPRL con acciones que no evitan o controlan los riesgos de la actividad laboral. Hay quienes empiezan a plantear la necesidad de incluir esta cuestión en la obligatoria evaluación de riesgos. Parece que nos acercamos hacia ese otro dicho tan conocido: “A río revuelto, ganancia de ……”
La mayoría de los programas de empresa saludable que se están implantando en las compañías tienen como núcleo de su actividad tres pilares fundamentales:
–Nutrición
–Mente
–Actividad Física
Es cierto que estamos asistiendo a un envejecimiento, cada día mayor, de nuestra población activa. También, que las empresas tienen la obligación de ayudar a sus empleados en ese ‘viaje’ que todos queremos hacer hacia el paraíso prometido de la jubilación. No obstante, no es menos cierto que lo más importante es llegar, pero no llegar a cualquier precio.
Sin marketing ni postureo
Se trata de llegar sanos. Nos estamos olvidando -por tanto marketing y postureo- lo que realmente es importante: la vida del trabajador, y que nadie gana lo suficiente por perder la vida trabajando.
La propia Constitución, en su artículo 40.2, nos habla de que los poderes públicos velarán por la seguridad y salud de los trabajadores. La nueva LPRL no hace sino trasponer toda la legislación europea existente hasta ese momento. En ella se recoge el derecho a un trabajo digno y seguro.
La LPRL establece cuatro especialidades preventivas. Una de ellas, casi 25 años después, sigue siendo el futuro de la prevención: refiere a “la ergonomía y psicosociología aplicada”. Si nos paramos a pensar (en relación del concepto marketiniano que predomina hoy en día) no estamos haciendo nada que no quede englobado dentro de esta especialidad preventiva. Bueno, realmente sí: estamos inundando las empresas de fruta, recordando a nuestros empleados lo importante que es tomarla y alimentarse correctamente.
¿Nos hemos parado a pensar que gran parte de los trastornos alimenticios de la población laboral activa tienen un origen laboral debido al presentismo empresarial? ¿También reflexionamos sobre las presiones laborales, las interminables jornadas laborales hoy en día (donde se ha establecido algo muy parecido al lema de muchos gimnasios: “Si no duele no vale”? ¿O donde se pretende motivar al empleado con frases absurdas como “La incertidumbre ha venido para quedarse”.
Todo ello, aunque mañana tu trabajo esté amenazado, ya que existe la absurda creencia que un presunto despido es motivador… ¿Realmente la solución para esto es el mindfulness y un viernes de desayuno saludable? Como dijo el poeta Juvenal: Panem et circenses.
La ansiedad y quiénes la generan
Sabemos que la ansiedad causa trastornos alimenticios. También, que el deporte ayuda a manejar las situaciones de estrés, como también ayuda el yoga, el mindfulness o la hipnosis. ¿Pero de verdad tenemos que enseñar a nuestros empleados esto cuando somos nosotros mismos los que se lo originamos? ¿Tenemos que seguir dando manzanas cuando el problema es un problema estructural de nuestro sistema? Mientras, se nos siguen intoxicando trabajadores, muriendo sepultados en zanjas o electrocutados por una instalación eléctrica deficiente.
¿Hasta cuándo tendremos que seguir comprobando que la prevención no se integra en la totalidad del proceso productivo? ¿Hasta cuándo seguir viendo cómo la prevención se le enchufa a un técnico de prevención, quien se mata por defender los intereses de la empresa y casi siempre con una nula capacidad ejecutiva? ¿Hasta cuándo vamos a seguir con un marco legislativo donde se fomente la prevención (preventiva) y la generación de documentación para demostrar que “yo no he sido”, y se comienzan a exigir responsabilidades en todos los niveles y en todos los ámbitos de la producción? Mientras no pase nada, seguirá sin pasar nada.
Vemos cómo vamos a desayunos saludables… y sólo en el primer semestre de 2019 han fallecido 292 trabajadores en España. ¿De verdad podemos seguir permitiéndonos estas tasas de siniestralidad como país del primer mundo que decimos habitar? Estamos viendo que las administraciones públicas, en sus licitaciones, fomentan que seamos una empresa saludable, fomentando de forma consciente o inconsciente la certificación de algo que no tiene más valor que lo que pueda decir cualquier empresa de auditoría.
Dichos certificados no están reconocidos por el IAF (International Accreditation Forum). Hoy en día es más importante en una licitación ‘aparentar’ ser una empresa saludable que tener una tasa de siniestralidad de cero accidentes. Realmente, ¿interesa acabar con el problema de la siniestralidad?
¿En qué consiste realmente una empresa saludable?
Con todo lo dicho, ¿significa esto que hay que evitar ser una empresa saludable? Sin duda alguna, la respuesta es no. Claro que las empresas deben ser saludables. Pero, ¿en qué consiste esta idea y su definición? En nuestra opinión, ser una empresa saludable no es sino cuidar a nuestros trabajadores. Es decir, cuidarlos en su más amplio sentido. Hemos de reconocer que todas estas iniciativas generan sensación de pertenencia al grupo.
Fomentan, en muchos casos, el trabajo en equipo y mejoran el clima laboral dentro de la empresa. Esto ya es razón más que suficiente para continuar trabajando en esta línea, toda vez que consideramos que la ergonomía y la psicosociología siguen el futuro, aunque el futuro sea ahora y -como dice Joaquín Sabina- estas vísperas son las de después.
Una de las claves respecto a este tema consiste en la necesidad de la puesta en práctica de una política de prevención en la que todo gire alrededor de la persona
Desgraciada o afortunadamente ya está casi todo escrito o legislado, pero nos empeñamos en reinventar la rueda cuando ya hace siglos que está inventada. A lo mejor, un día no muy lejano podemos asistir a una cultura de empresa y de país donde las personas de verdad importen, donde el trabajador no tenga que elegir entre la empresa más grande de España, el SEPE, o su vida. En definitiva, donde el nuevo concepto de empresa saludable no sea sino la puesta en práctica de una política de prevención en la que todo gire alrededor de la persona, y donde de verdad se tome el derecho a la vida y al trabajo como algo incuestionable. Mientras tanto, seguiremos repartiendo manzanas los viernes, y seguiremos cambiando salud por dinero.
Este artículo fue escrito en coautoría con D. José Yanes.