UNIR Revista
Paloma Cariñanos, experta en Botánica y docente del Máster en Ecología Urbana, conoce a la perfección la importancia de controlar el potencial alergénico en los parques y el arbolado de las ciudades.
Comprender y gestionar todos los aspectos que impactan en los ecosistemas urbanos actuales es el objetivo principal del Máster en Ecología Urbana e Infraestructura Verde de UNIR. Para conseguirlo y conocer cómo funciona el desarrollo sostenible en las ciudades cuenta con expertos docentes, un equipo formado por profesionales en activo, con años de experiencia y siempre a disposición del estudiante para resolver cualquier duda. Es el caso de Paloma Cariñanos.
Doctora en Ciencias Biológicas por la Universidad de Córdoba y profesora titular del área de Botánica desde 2001, Paloma Cariñanos lleva años dedicándose a la docencia de diferentes asignaturas relacionadas con el ámbito de la Botánica, la ecología urbana, la infraestructura verde y la gestión de la biodiversidad en medios urbanos. Una de sus especialidades se centra en el desarrollo de un índice que permite valorar el potencial alergénico de la infraestructura verde y así lo traslada a los estudiantes del máster para conseguir que, entre todos, las ciudades sean entornos más sostenibles, más saludables, más resilientes y, en definitiva, los mejores lugares posibles para vivir.
En sus propias palabras, ¿qué es eso de la ecología urbana?
El concepto de ecología urbana engloba los principios clásicos de la ecología, es decir, el estudio de las relaciones que se establecen entre los seres vivos y su entorno, con la particularidad de que en este caso el entorno es el ecosistema urbano. No es un ecosistema natural sino que ha sido transformado por el hombre para su propio bienestar. Lo paradójico es que en esta transformación ha ido incorporando otros elementos bióticos como plantas, animales y microorganismos que han resultado en un ecosistema con características propias en cuanto a los flujos de materia y energía y en las relaciones entre sus componentes.
Es profesora titular de Botánica, ¿en qué áreas se centra su enseñanza en este máster? ¿Qué van a aprender los estudiantes en sus clases?
A lo largo de mi trayectoria profesional he ido incorporando al eje central de mi formación como Botánica líneas de investigación relacionadas, como es la de Flora y Vegetación Ornamental y los Espacios Verdes Urbanos, que han ido evolucionando hasta los conceptos actuales de bosques urbanos e infraestructura verde urbana. En paralelo, he ido
desarrollando la línea de investigación que inicié con mi tesis doctoral en el ámbito de la Aerobiología, que estudia los organismos biológicos que se transportan por el aire, entre ellos el polen que emiten las plantas durante la floración y que tantos problemas causan a las personas alérgicas. He ido buscando las sinergias entre ambas líneas en una global que valora la potencialidad alergénica de los espacios verdes urbanos y el riesgo que esto puede representar para los ciudadanos. A los estudiantes del máster les enseño como pueden realizar una valoración aproximada de este importante efecto negativo de la vegetación y cómo pueden realizarse diseños de zonas verdes con menor impacto alergénico, que les puede ser útil en su futura actividad profesional.
“La alergia al polen ha sido declarada por la OMS como una de las enfermedades respiratorias con mayores expectativas de crecimiento en los próximos años”
¿Cómo afecta la alergia al polen a la población en general y qué se puede hacer desde su campo para ayudar?
La alergia al polen ha sido declarada por la Organización Mundial de la Salud como una de las enfermedades respiratorias con mayores expectativas de crecimiento en los próximos años, así que sobre la cifra de un 30% de población mundial actual afectada de respuesta sintomática al polen en el aire cabe esperar un aumento significativo, aunque desigual en diferentes zonas del mundo. Las ciudades que mayor crecimiento urbanístico y de población experimenten, se destacan como en las que mayor incremento tendrán. Como medidas de mitigación, están incrementando la superficie verde a través de las soluciones basadas en la naturaleza, pero para que estas medidas sean efectivas deben considerarse no solo los beneficios que proporciona la infraestructura verde, que son muchos, sino también los factores negativos asociados.
¿Y cómo puede ayudar en este aspecto una experta en Botánica?
En este aspecto es donde yo puedo hacer alguna contribución, aunque sea pequeña, ya que identificando la alergenicidad de muchas especies de plantas urbanas, pueden realizarse diseños y una planificación que minimicen su impacto sobre la población. Por ejemplo, una medida eficaz puede ser que las alineaciones de árboles que se plantan a lo largo de las avenidas, y que tradicionalmente han sido solo de una especie, empiecen a ser más diversas, con varias especies diferentes, porque así se reducen bastante las enormes cantidades de polen alergénico que se emiten durante la floración cuando el foco emisor es monoespecífico.
¿Cómo define el potencial alergénico en una infraestructura verde?
El potencial alergénico de la infraestructura verde es la capacidad que tienen los componentes vegetales que conforman los elementos verdes urbanos de emitir polen causante de reacciones alérgicas en la población. Esta potencialidad de emitir polen alergénico depende de una serie de atributos biológicos de las plantas, como son su estrategia y la duración del periodo de polinización, el volumen de copa y, sobre todo, de que el polen contenga moléculas alergénicas en su pared. Hay que aclarar que la finalidad de estas moléculas no es causar alergia; tienen otra función en los vegetales, pero que al ser fundamentalmente proteínas, son reconocidas como sustancias extrañas por el sistema inmunológico humano y en respuesta a estos alérgenos se generan los síntomas de la alergia.
No todas las plantas tienen polen alergénico, pero sí muchas de las que se han utilizado de forma abundante como flora ornamental en los espacios verdes urbanos.
¿Qué beneficios tiene para los ciudadanos diseñar espacios verdes con bajo impacto alergénico?
El beneficio es inmediato, pues una de las principales medidas de prevención de los síntomas de la alergia es evitar el contacto con la sustancia desencadenante que, en este caso, es el polen de las plantas. Si en el diseño y planificación de zonas verdes se evitan o minimizan aquellas especies que tienen un polen más agresivo en términos alergénicos, se reducirán sus emisiones, se dispersarán más fácilmente por el aire y tendrán un menor impacto en las personas alérgicas.