Francisco Flor Montalvo
Diseño industrial es un término que, en los últimos años, se ha normalizado dentro de nuestras empresas y organizaciones. Los profesionales de este sector deben ser multidisciplinares y originales. Pero, ¿a qué se dedica realmente un diseñador industrial?
Si preguntamos a nuestros familiares, amigos o compañeros de trabajo, obtendremos respuestas tan diversas como “a diseñar máquinas”, “a desarrollar productos”, o “a actualizar equipos a las demandas cambiantes de sus clientes”. Si les preguntamos, por otro lado, a qué estudios asociamos esta profesión, la gran mayoría responden que a ingenierías mecánicas, electromecánicas o mecatrónicas.
Como podemos ver, en todas las respuestas existe una asociación a profesiones y estudios muy técnicos. ¿Sin embargo, es ésta la realidad del diseño industrial en el siglo XXI?
Un poco de historia
Ya en el siglo XIX, el diseñador industrial era el técnico que diseñaba y fabricaba máquinas y equipos, así como aquel que definía procesos industriales. En ese momento, las profesiones de ingeniero de procesos y organización, la de calculista y la de diseñador, estaban vinculadas entre sí. Aquel técnico con conocimientos aplicables era “usado para todo”, lo que daba lugar a técnicos multidisciplinares con gran capacidad de decisión sobre sus actuaciones.
Con el paso del tiempo y los avances de la técnica, estos puestos se fueron especializando. Aparecieron diversas profesiones con atribuciones cada vez más marcadas y específicas. Por ejemplo, surgieron las profesiones de ingeniero de métodos y tiempos, diversos calculistas, como el estructural, el ingeniero de instalaciones, el ingeniero de automatización… También surgen aquí las especialidades técnicas asociadas a la presentación y estética del producto, incluyendo a los diseñadores gráficos, en todas sus variantes.
Cuanto más nos sumergimos en el siglo XX, más se tiende a una especialización marcada en las diversas áreas de la técnica, fruto de una necesidad de optimizar los costes de cada proceso y de formar técnicos capaces de atender a los retos de los diversos sectores de forma óptima.
Sin embargo, las propias circunstancias del entorno han cambiado ya desde finales del siglo XX. Hemos pasado de un entorno basado en certezas a un entorno volátil, cambiante y tremendamente exigente.
Ya no basta con que los productos cumplan con la función para la que fueron diseñados, como ocurría en el siglo XIX. Ya no es suficiente con que los productos tengan unas características iguales en todas las unidades producidas, ni que cumplan con exigentes estándares de calidad, como la sociedad ha demandado a lo largo del siglo anterior. Ni siquiera es suficiente con que el funcionamiento sea óptimo.
Un amplio campo laboral
En un entorno actual tan cambiante y complejo, los productos deben adelantarse a las necesidades, adaptarse a los clientes, resolver deseos ocultos, ser atractivos y, a la vez, conservar una completa funcionalidad y calidad.
Y aquí es cuando el diseñador industrial muestra todo su potencial. Y es que la labor del diseñador industrial como un técnico generalista, especialista en el propio proceso de diseño del producto, es tan amplia como específica. Va desde la detección de las necesidades hasta la consecución final del producto, pasando por todas las fases de desarrollo, análisis de alternativas y estudio de la técnica, generación y selección de ideas, análisis de la mejor forma de llevar a término dicha idea, prototipaje o testeo.
Podríamos concluir que el diseñador industrial no es un creativo, no es un ingeniero, tampoco un calculista o un experto en prototipaje o fabricación. Un diseñador industrial es el experto en el proceso de diseño y desarrollo de productos y, consecuentemente, un técnico multidisciplinar de mente inquisitiva y abierta, capaz de adaptarse al entorno y de adelantarse a la propia realidad.
Y es que el teléfono que tenemos en el bolsillo, el coche que usamos para desplazarnos, la papelera de la esquina o el frigorífico de casa están desarrollados por diseñadores industriales. Desde lo más grande, a lo más pequeño. De lo más específico, al producto de uso más habitual. De lo más mundano, a lo más exclusivo. Todo ello estará desarrollado por estos diseñadores.
Así, podríamos concluir que un diseñador industrial es un técnico multidisciplinar que, sin especializarse en un aspecto concreto de la técnica, domina todos ellos para poder dirigir y colaborar en el desarrollo de los productos del mañana. Esta labor aporta valor tanto a la sociedad como a los clientes, o a los técnicos del diseñador, y resulta un área de desarrollo infinito.
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